1877, Washington DC. El humo no se había disipado en Gettysburg, cuando ya se asumía la victoria de la Unión sobre los confederados. Casi un lustro había transcurrido desde que Carolina del Sur lideró la secesión en contra del gobierno federal, que Abraham Lincoln había ganado con 39,8% del voto popular y 180 votos del colegio electoral. El conflicto, aunque incontenible por el tenso ambiente de la década anterior, fue mucho más devastador que la Revolución con la que consiguieron la independencia. La guerra civil fue la primera guerra industrial de la historia, de acuerdo con historiadores. Y aunque con el triunfo los negros consiguieron libertad, también, paradójicamente, fueron los grandes perdedores de la contienda, pese a ser vendidos como el motivo real del conflicto.
La primera prueba de lo anterior es el predominio que alcanzan los blancos republicanos del norte en los asuntos públicos. Tras el asesinato de Lincoln, semanas después de los acuerdos de Appomattox que acabaron con las hostilidades; el entonces presidente Andrew Johnson se enfrenta al partido y a sus congresistas. Se trata del primer intento de impeachment en la historia estadounidense, del que Johnson logra zafarse gracias a la decisión de la Corte Suprema. La sobrevenida administración del vicepresidente llega a su fin en 1868, cuando el mandatario no consigue la nominación demócrata y se celebran los comicios que dan como ganador a Ulises S. Grant, quien se había hecho popular por su papel a favor del norte en la guerra contra el sur. Es el primero del largo dominio republicano en el Poder Ejecutivo.
No obstante, la alta popularidad no pudo tapar las polémicas de su segunda administración. Se le acusaba de corrupción, de amiguismo y de nepotismo: no son pocos los historiadores que dan cuenta del nombramiento de personal inexperto y allegado al presidente, por lazos afectivos y sanguíneos, en el gobierno federal. Aunque no estaba directamente vinculado con los escándalos, sus relaciones con estos funcionarios generaron suspicacia y malestar dentro del establishment de Washington. Sus enemigos más empedernidos, incluso dentro del propio partido republicano –entre ellos el senador por Massachusetts, Charles Sumner– utilizaban el término grantism para referirse peyorativamente a esa forma de hacer política, lo que tuvo gran impacto en los hechos venideros.
Sí, para 1870 los emancipados habían alcanzado la ciudadanía en el papel, pero todavía no podían ejercerla plenamente: los gobiernos locales del sur, postrados ante el norte, ahora industrialmente más poderoso que antes de la guerra, se resistían al acatamiento de las enmiendas 13, 14 y 15, razón por la que fueron intervenidos militarmente por el poder federal. La mano dura de Grant se sintió Carolina del Sur, Alabama, Mississippi, Louisiana y Arkansas, donde se enfilaron republicanos radicales tras el derrocamiento de demócratas elegidos en comicios legítimos. De esa época emergen agrupaciones secretas asociadas con el terror hacia los libertos, una de ellas aún existe: el Ku Klux Klan, que, en nombre de la caridad, defiende la supremacía blanca a punta de muertes negras.
Si bien 11 años separan a la guerra civil de la elección de 1876, su entorno estuvo marcado por las consecuencias de ese conflicto. Ni la convulsa presidencia de Johnson, ni el polémico gobierno de Grant fueron suficientes para lograr un acuerdo. El sur exigía la restitución de su autonomía y el norte respeto a la Constitución. Al final, los primeros se impusieron tras la disputada elección del 76 entre el republicano Rutherford B. Hayes y el demócrata Samuel J. Tilden. Las irregularidades en el resultado y el miedo a otro conflicto obligan a los partidos a comprometerse: Hayes sería declarado ganador solo si terminaba el régimen militar en el sur y volvía su autonomía. Así, los dos bandos acuerdan que el voto popular favorece a Tilden, pero Hayes triunfa en el colegio electoral.
Esta elección en Estados Unidos no puede comprenderse sin el contexto de la secesión y sus consecuencias. Pese a que los demócratas, con gran apoyo en el sur, perdieron la presidencia, ganaron otra cosa: la libertad de poder legislar a sus anchas con la anuencia de la Corte Suprema que reinterpretó las enmiendas 14 y 15. Ni de lejos se convierten en los derrotados, papel que sí asume la comunidad negra, desde entonces segregada de los privilegios blancos. El compromiso de Rutherford B. Hayes, o lo que historiográficamente se conoce como el Compromiso de 1877, no solo significó la resolución de los problemas de la polémica elección, pues también terminó con la idea de la reconstrucción y quitó el problema negro de la mirada del gobierno, todo en nombre de la unión.
Bibliografía mínima
Boorstin, Daniel J., Compendio histórico de los Estados Unidos. México, Fondo de Cultura Económica, 1997.
Eliot Morison, Samuel, Steele Commager, Henry, Leuchtenburg, William E., Breve historia de los Estados Unidos. México, 2013.