Me parece muy útil pensar acerca de qué es lo que hace que una película sea de “terror”. Estas clasificaciones de género son mixtas, ambiguas, pues el género mediático no es algo científico que podamos determinar analizando los colores, los píxeles o la resolución de una película. El arte existe, y en base a eso existe el género, no al revés. Una película de terror tiende a caracterizarse por su énfasis en asustar, en crear una atmósfera tétrica e incómoda, y generalmente por tener una gran cantidad de muerte y asesinato. Suelen tener elementos sobrenaturales, pero no los necesitan para ser terror. Margot en la boda, el filme de drama familiar de 2007 dirigido por Noah Baumbach y protagonizado por Nicole Kidman, está lejos de ser considerado un filme de terror. Pero yo argumentaría que, en términos de construir una atmósfera sofocante, tétrica e incómoda, es mucho más efectivo que muchas películas que sí son de terror.
La trama de Margot en la boda es bastante clásica: Margot (Nicole Kidman) asiste a la boda de su hermana, Pauline (Jennifer Jason Leigh). Ambas llevan mucho tiempo sin intentar contactarse, y la tensión familiar es evidente desde el primer encuentro que tienen en la película. Margot asiste a la boda con su hijo, Claude (Zane Pais), y se ve obligada a reconstruir la conexión que quizás en algún momento tuvo con su hermana, mientras cumple su rol de madre. Su presencia en la boda es una suerte de escape: la relación entre Margot y su esposo, Jim (John Turturro), atraviesa un momento muy complicado, y el divorcio es una posibilidad real. Por ende, es un filme lleno de tensiones entre las distintas combinaciones de los personajes.
El objetivo del guion es exprimir la mayor cantidad de drama posible entre los distintos miembros del elenco, en todas sus combinaciones. Malcolm (Jack Black), el prometido de Pauline, es un hombre inseguro que sufre de una arrogancia que no es capaz de respaldar con evidencia. La opinión de Margot acerca de Malcolm, y de su boda con Pauline, es uno de los motores dramáticos de Margot en la boda y le da una energía particular a todas sus interacciones con el personaje.
Las actuaciones son impecables. Kidman hace de Margot un personaje igualmente frustrante y simpático, alternando nuestra perspectiva acerca de ella y de su familia en ejes opuestos, escena tras escena. Jason Leigh es excelente en el rol de Pauline, creando una mujer que existe por contraste con Margot, lo cual solo destaca sus similitudes con ella. Black también está muy bien como Malcolm: su personaje aporta comedia a la película, un terreno en el que Jack Black se mueve con soltura. Sin embargo, el rol no se limita al humor, sino que también debe aterrizar los momentos dramáticos, y Black es capaz de alternar entre ambos tonos con mucha facilidad.
Mi referencia al terror al principio de esta columna podría parecer gratuita, pero tiene una razón que la respalda. Desde un punto de vista formal, hay personajes secundarios en Margot en la boda que podrían parecer salidos de un filme de terror. Los vecinos de Pauline, la familia Vogler, podrían fácilmente ser los villanos en una película al estilo The Texas Chainsaw Massacre. Margot en la boda parece hacer un chiste del hecho de que tenemos un drama humano, complejo, sucediendo al lado de la casa de una familia que podría fácilmente ser la de unos asesinos en serie de película, sin ninguna alusión a profundidad o rasgo que no sea el antagonismo malévolo hacia nuestros protagonistas. Pareciera ser un leve elemento de humor para contrastar la pesadez de la trama central.
Y es una trama central muy pesada, pues todos los personajes adultos son increíblemente antipáticos. La misma Margot, en teoría nuestra heroína, es sin lugar a dudas una madre emocionalmente abusiva hacia su hijo Claude. Como espectadores, le tenemos empatía, pues también vemos los momentos más difíciles que vive y sus complejas emociones. Pero los únicos personajes que podríamos considerar que no nos frustran son los niños: Claude y la hija de Pauline, Ingrid.
Otras películas de “encuentros familiares” similares tienden a enfocar al protagonista en contraste con el resto de su familia; la perspectiva suele ser “es difícil lidiar con mi familia”. En Margot en la boda, la perspectiva es más bien “mi familia es difícil, y eso me incluye a mí”. La decisión de no darle a Margot una posición de superioridad o sabiduría, de no otorgarle una lucidez que su hermana, su prometido y el resto de su familia no son capaces de alcanzar, le da mucha más profundidad al filme. A veces, las cosas son simplemente difíciles. Y no puedes separarte de ti mismo en el conflicto.
