Al cumplirse dos años del fallecimiento de Gustavo Cisneros Rendiles, este 29 de septiembre, la evaluación de su trayectoria se consolida en la historia económica y política de Hispanoamérica, contexto en el que destacó como capitán de empresa. El laureado escritor mexicano Carlos Fuentes, tras calificarlo de “pionero”, dijo de él que tenía “una historia de riesgos recompensados y también de errores admitidos”.
—Es una historia —escribió Fuentes— de cambios de ritmo oportunos. Desde el sector del consumo perecedero, Cisneros pasó a las telecomunicaciones. De la generación de flujo de caja, a la generación de valor. Y siempre, antes del siguiente paso, consolidación interna. La saga empresarial de Cisneros es digna de ser descrita por un Balzac o un Dreiser […] posee, como toda vida —y una vida, sobre todo, de acción, luces y sombras—, derrotas y victorias.
El empresario dejó un conglomerado, el Grupo Cisneros, cuya expansión transnacional fue tan notoria como las complejas y controvertidas decisiones que tomó para garantizar su subsistencia en entornos de alta volatilidad política y económica.
Guapo y apoyado
La base de la fortuna de la familia Cisneros en Venezuela fue establecida por Diego Cisneros, quien en 1929 fundó una pequeña empresa de transporte que, más tarde, obtuvo la estratégica concesión para embotellar y distribuir Pepsi-Cola en Venezuela, a partir de 1945. Esta fue la plataforma sobre la que Gustavo Cisneros cimentó la transformación del grupo en un ente multinacional, tras asumir la presidencia del Grupo Cisneros en 1970, cuando tenía 25 años y un posgrado en Administración de Empresas del Babson College, en Massachusetts.
Diego Cisneros, el padre, había nacido en La Habana, Cuba, en 1911. A los tres años de edad se mudó a Trinidad con su madre y hermanos, donde recibió una educación rigurosa en el St. Mary’s College. Formado, pues, en ese dominio insular británico, el joven Diego se trasladó a Caracas, donde su cancha cubana y su buen inglés lo llevaron a convertirse en representante de varias empresas automovilísticas estadounidenses, como Chrysler y Studebaker, mientras dirigía un servicio de autobuses a Catia con una flota de camiones reconvertidos.
En 1945, ya vendedor de carros, logró la concesión para embotellar y distribuir Pepsi-Cola en Venezuela, y descarriló a su principal competidor. Ese mismo año, el 1 de junio, nació en Caracas el cuarto hijo de Diego Cisneros y Albertina Rendiles, hermana, por cierto, de la Madre Carmen Rendiles, quien será canonizada este mes de octubre.
Sobre todo, diversificación
En los años 50, Diego Cisneros incursionó en la radio y en la naciente industria televisiva; y en 1961 compró el canal 4 (Televisa) y lo renombró “Venevisión”, que sería el principal activo de su famoso hijo.
La estrategia clave de Gustavo Cisneros sería la diversificación y la verticalización, con prioridad a sectores con potencial de crecimiento fuera de los bienes de consumo tradicionales. Tuvo el talento de avizorar la emergencia de la sociedad de la información, lo que motivó una intensa inversión en medios, entretenimiento y telecomunicaciones; y bajo su liderazgo, el Grupo Cisneros se expandió a través de una amplia cartera de activos.
El núcleo de su influencia mediática fue Venevisión, en Venezuela, televisora que pasó a ser propiedad de la Organización Cisneros en 1961, así como la producción de contenidos, como el concurso Miss Venezuela. En el ámbito internacional, tuvo participaciones determinantes en Univisión, en Estados Unidos, y fue pionero en la televisión por satélite con DirecTV Latin America. Además, adquirió Chilevisión y negoció alianzas estratégicas, como la fallida con Rupert Murdoch, lo que demostró una ambición regional constante.
Asimismo, mantuvo concesiones clave en el mercado venezolano, incluyendo marcas globales como Pizza Hut y Burger King, además de la propiedad de Cervecería Regional y la empresa de productos para bebés Evenflo. En las áreas de comercio y real estate, adquirió la embotelladora All-American Bottling Corp., la cadena española de tiendas por departamentos Galerías Preciados y el equipo de béisbol Leones del Caracas. En sus últimos años, priorizó la inversión en desarrollos turísticos de gran escala, como Tropicalia en la República Dominicana.
Seis mil millones, según la revista Forbes
La capacidad de Cisneros para identificar oportunidades y ejecutar ventas estratégicas lo llevó a su pico financiero. Las estimaciones de Forbes señalan que su fortuna alcanzó su punto máximo en 2007, cuando llegó a cifrarse en 6.000 millones de dólares, lo que lo encumbró entre las 55 personas más ricas del mundo en ese momento. Este auge fue impulsado, en parte, por la venta de activos clave como las participaciones en Univisión y DirecTV a Hughes Electronics.
Su filosofía de gestión se caracterizó, en sus propios términos, por la exigencia, la lealtad y una “obsesión por los detalles”, heredada de su padre. Cisneros era conocido por su comunicación directa, su capacidad para tomar decisiones difíciles con rapidez y su máxima gerencial de que “hay que dirigir el negocio; el negocio no puede dirigirlo a uno”. Abogó por la libertad económica y la democracia, y recibió honores como el Woodrow Wilson Award for Public Service (2004) y el Lifetime Achievement Award (AEF, 2012).
La magnitud del imperio de Gustavo Cisneros, y su necesidad de operar en mercados con escasa separación entre el poder político y el económico, generaron diversas controversias que constituyen las sombras de su legado. Estas decisiones, vistas por algunos como un pragmatismo necesario para la supervivencia corporativa, fueron criticadas por otros como una claudicación de principios.
Pero se le atravesó Chávez
El momento más crítico de la carrera de Cisneros fue su relación con el gobierno de Hugo Chávez. Venevisión fue una voz abierta de la oposición durante el vacío de poder de abril de 2002, lo que provocó una fuerte confrontación y acusaciones directas por parte de Chávez.
La tensión culminó con una reunión en junio de 2004, pocos meses antes del referéndum revocatorio, en la que participaron Cisneros y Chávez, con la mediación del expresidente estadounidense Jimmy Carter. A pesar de que ambas partes negaron cualquier «pacto» político, el evento fue seguido por un cambio radical en la línea editorial de Venevisión, que dejó de ser un canal abiertamente opositor para centrarse en el entretenimiento y la autocensura de temas políticos sensibles.
Este giro fue interpretado como una maniobra estratégica de supervivencia. El contraste se hizo evidente en 2007, cuando al canal abiertamente crítico Radio Caracas Televisión (RCTV) se le negó la renovación de la licencia, mientras que Venevisión, ya neutralizado políticamente, continuó operando. Este episodio escenifica el dilema ético sobre la disyuntiva de un capitán de industria: proteger la viabilidad económica de su empresa y sus miles de empleados o mantener la independencia editorial y arriesgar la expropiación o el cierre. La percepción pública de este acto fue de autocensura y rendición pragmática ante la presión gubernamental.
Y está el escándalo de Galerías Preciados en España
Otra polémica de alto perfil fue la adquisición y posterior venta de la cadena de grandes almacenes Galerías Preciados en España. Cisneros compró la empresa en 1983, por 1.500 millones de pesetas, después de que el Estado español la hubiera saneado con una inyección de capital público de 48.000 millones de pesetas. Cuatro años después, el grupo venezolano la vendió a una firma británica por 30.600 millones de pesetas.
El abismo entre el costo de adquisición y el beneficio de la reventa, sumado al coste del saneamiento asumido por el erario público, generó fuertes críticas. El caso se vinculó al denominado escándalo del «felipismo» y a la presunta falta de transparencia en la venta de activos públicos a personas con conexiones políticas. En definitiva, quedó en entredicho la ética de la operación que, aunque legalmente viable, resultó sospechosa.
A estas situaciones se suma la mención de la familia en documentos relacionados con investigaciones estadounidenses de la World Finance Corporation (WFC), un aspecto que contribuyó a la percepción de que Cisneros operaba en las complejas y a veces opacas esferas de la alta finanza global, un dominio a menudo asociado con una «economía fantasma».
En sus últimos años, el patrimonio de Cisneros experimentó un declive notable: pasó de los 6.000 millones de 2007 a 1.100 millones de dólares en 2019, una disminución atribuible a la crisis económica venezolana y la progresiva desinversión que se vio obligado a hacer. Este hecho, que culminó con su salida de la lista Forbes, ilustra la destrucción de valor que una crisis política de gran magnitud puede generar incluso en los conglomerados más diversificados.
Chao Forbes, siempre me quedará Patty
Casado con Patricia Phelps, Cisneros canalizó la filantropía a través de la Fundación Cisneros, enfocada en mejorar la educación en América Latina y promover el arte y la cultura de la región. Este compromiso social y cultural se mantiene como un pilar innegable de su herencia.
El aspecto más institucional de su legado es la sucesión planificada. Con una anticipación de veinte años, Cisneros preparó a su hija, Adriana Cisneros Phelps, la mayor de sus tres hijos, quien asumió la dirección del grupo como CEO. Esta transición, que comenzó en 2009 y contó con el respaldo de asesores externos, permitió que el grupo continuara operando bajo la dirección familiar, centrado en la estrategia y la gestión, sin el vacío de poder que a menudo afecta a los grandes imperios familiares tras la muerte de su fundador. El empresario logró asegurar la continuidad de su grupo empresarial antes de su partida, dejando un manual de gestión basado en la adaptación, la visión transnacional y el pragmatismo.
Falleció en Nueva York, el 29 de diciembre de 2023, a los 78 años, a causa de una neumonía, una complicación que contrajo tras someterse a una operación de la columna vertebral. Nacido venezolano, al momento de su deceso era también ciudadano dominicano y español, esta última por gesto expreso del entonces rey Juan Carlos.
La valoración de la figura de Gustavo Cisneros, dos años después de su muerte, se centra en esta dualidad: visionario empresarial que supo construir un imperio global a partir de un negocio local, pero que también ejemplificó el precio y las concesiones que la supervivencia corporativa exige en los espinosos escenarios de poder de Hispanoamérica y España.