Juan González, quien fuera encargado para Venezuela durante la administración Biden, ofreció una entrevista en la que afirmó que “el diálogo y las negociaciones son necesarias y toman tiempo. Entonces uno tiene que buscar negociaciones con el centro político. Pero aquí sí tiene haber una combinación de nuevo del diálogo que ha sido empoderado por el presidente Trump, con una combinación de presión”.
La entrevista que le dio a Patricia Janiot me animó a escribir esta reflexión. En sus declaraciones faltó aquello que los anglosajones llaman accountability. Se trata de ese momento en el que se evalúan los procesos y se valoran sus resultados. Una auditoría, pues. Y este artículo es eso: una accountability criolla del proceso de negociación que impulsó el Sr. González y que —tal como lo veremos— contribuyó a la consolidación autoritaria de Maduro.
Para comenzar, veamos algunas fechas. El 13 de octubre de 2023 la administración Biden y el régimen de Maduro se vieron en Doha. En ese momento, el resultado de la reunión no fue público, pero se presumía la siguiente transacción: condiciones electorales para la oposición a cambio del levantamiento de sanciones económicas para la dictadura.
Cinco días después, el 17 de octubre, se confirmó lo que ventilaban agencias internacionales. La OFAC emitió la Licencia General 44. De esta manera, sectores financieros, mineros y petroleros internacionales pudieron volver a operar en el país y el régimen reestableció fuentes de ingresos que le permitieron acumular recursos y alimentar las fidelidades que lo sostenían —y lo sostienen— en el poder.
Ese mismo día se firmaron los acuerdos de Barbados. El 17 de octubre de 2023 ocurrieron las dos cosas en simultáneo: la administración Biden levantó sanciones económicas al régimen de Nicolás Maduro y, acto seguido, se llevó a cabo la firma de los acuerdos de Barbados.
Ocurrió que la delegación de la oposición —en su mayoría integrada por venezolanos bastante “moderados”, según el criterio del exfuncionario del Departamento de Estado— no se sentó a la mesa para luchar por nuestros intereses, sino para refrendar lo que Estados Unidos había decidido días antes en Doha.
Paréntesis. El párrafo anterior es una pequeña dosis de accountability para los integrantes de aquella delegación… quienes —casi en su totalidad— son rabiosamente “moderados”. Imagínense ustedes: tan moderados son, que ¡ahora son parte del régimen! Abandonaron la Plataforma Unitaria Democrática y se unieron electoralmente a los alacranes. ¡Vaya moderación!
El resultado de esta operación fue el siguiente: el régimen de Maduro firmó los acuerdos, obtuvo lo que quería y después incumplió cada una de sus cláusulas. ¡No honró ninguna! ¡Nada! ¡Cero! Además, lo hizo impunemente. No hubo más consecuencias que la reimposición de sanciones el 18 de abril de 2024 —con la Licencia 44A— y… good thoughts and prayers.
Lo reitero: la negociación que Mr. González impulsó y que sus amigos “moderados” notariaron fue un hecho que tuvo consecuencias negativas para los venezolanos y para la región.
Nicolás Maduro desconoció lo suscrito y salió ileso. Veamos los hechos: no dejó que Machado fuera candidata presidencial e impidió que Yoris la sustituyera. No permitió que viniera la Misión de Observación Electoral de la Unión Europea. No actualizó el REP. No permitió que los venezolanos en el exterior votaran. Ni hablar de los presos políticos, de los secuestrados, de los torturados y de los muertos.
Además, la impunidad tuvo consecuencias devastadoras en la psicología violenta y autoritaria del régimen. Lo empoderó. Lo repotenció. Se envileció. Echó pa’lante. Descubrió que podía aplastar despiadadamente sin sufrir consecuencias que pusieran en riesgo su permanencia en el poder.
Los acuerdos de Doha y de Barbados empeoraron todo y todos sufrimos las consecuencias. Por “todos” me refiero a los venezolanos y a la región. Tal como ha quedado comprobado en las últimas semanas, los estragos de Maduro no tienen fronteras. Se traducen en crisis migratorias, violencia e inestabilidad. Por eso, sus efectos negativos se van de vista y trascienden al mero “incumplimiento técnico de los acuerdos”.
Quizás, Mr. González y algún moderado audaz pensarán que gracias a sus gestiones hubo primarias, Edmundo González fue candidato y ganamos la elección. Bajo este criterio, quizás debamos agradecerles su desempeño… pues no es así. ¡Los venezolanos ganamos la elección presidencial muy a pesar de los acuerdos de Barbados, no gracias a ellos!
Y lo logramos con el compromiso, el sudor y la sangre de un pueblo que decidió votar, defendió su voluntad y fue brutalmente reprimido… bajo la mirada cómplice de algunos actores nacionales e internacionales.
Solo puedo estar parcialmente de acuerdo con la última frase del párrafo que dio pie a estos párrafos. Es deseable que el uso legítimo de la fuerza internacional que adelanta la administración Trump lleve a una negociación… pero a una negociación de verdad.
Me refiero a una mesa en donde se sienten María Corina Machado, quien ganó la elección primaria, y Edmundo González Urrutia, quien derrotó electoralmente a Maduro el pasado 28 de julio de 2024. La líder de la oposición y el presidente electo son las voces que nos representan. Tienen la legitimidad que les dan millones de votos. De eso se trata la democracia, ¿no? ¿O acaso los venezolanos no somos dignos de estos estándares mínimos de libertad?
Señalar a interlocutores políticos de manera arbitraria por sus supuestas preferencias políticas no es democrático ni justo. Mr. González emplea una lógica autoritaria que no es útil ni buena. Ese proceder no nos llevará a la democracia, ni contribuirá en la lucha contra el narcotráfico, ni ayudará a la región a superar los graves problemas que padece. Con o sin intención, la propuesta de Mr. González podría abrir puertas al camino de reequilibramiento autocrático que desea transitar el régimen.
Para terminar, quiero ser clara con dos ideas que pueden servir de conclusiones preliminares para este ejercicio breve de accountability criolla.
Primero, las gestiones que adelantó Mr. González en Barbados y Catar le hicieron daño a nuestro largo, doloroso y difícil proceso de liberación. Nosotros logramos avanzar muy a pesar de sus gestiones, no gracias a ellas.
Y segundo, el compromiso democrático de los venezolanos es firme y valiente. Apostamos y hemos luchado por un desenlace que permita el restablecimiento de la Constitución. Nosotros estamos curtidos en la lucha. Hemos aprendido a identificar las estafas que solo benefician a quienes tanto daño nos han hecho. Ciertamente, estamos urgidos de ver el fruto de nuestros esfuerzos. Han pasado 25 años, Mr. González… seríamos unos insensatos si no lo estuviéramos.