Desde hace unas semanas, empresarios y políticos que hacen vida en el exilio han plasmado en redes lo que sería su contribución a la reconstrucción de Venezuela con planes de inversión privada y estrategias de políticas públicas. Pero entre la lluvia de ideas existe un vacío: el destino incierto de los servicios de inteligencia en medio de la transición democrática.
Desmantelar las estructuras que han planificado y ejecutado incontables crímenes contra civiles desarmados por motivos políticos es un argumento razonable, pero la realidad es que un territorio con presencia de organizaciones terroristas y formaciones guerrilleras necesitará organismos de inteligencia dedicados a proteger la democracia naciente.
Dylan Bedoya no es mi nombre real, pero lo usaremos en esta pieza de opinión por motivos de seguridad, puesto que explicaré cuál debe ser el camino para construir un servicio de inteligencia que no persiga a sus compatriotas, sino que se dedique a monitorear e investigar amenazas creíbles contra nuestra soberanía nacional y valores republicanos.
Nuevas Armas: Papel y Bolígrafo
Quien decida hacer carrera en inteligencia debe saber que sus mejores armas son un papel y un bolígrafo, puesto que su trabajo es obtener información que luego pueda ser analizada. Informar a la Asamblea sobre el número de guerrilleros en territorio nacional o las armas usadas en el Arco Minero no requiere fusiles ni miras láser; al contrario, demanda habilidades de redacción y pensamiento crítico.
Pese a mis años en operaciones de inteligencia contra organizaciones terroristas, no recuerdo una sola ocasión en la que haya tenido que blandir un arma o hacer fuego. Me atrevería a decir que mis éxitos operacionales han ocurrido en entornos como una cena con una fuente en un restaurante africano o frente a un ordenador con imágenes satelitales.
La Agencia Central de Inteligencia (CIA) y el Servicio Secreto de Inteligencia (MI6) ya actúan bajo esta premisa: sus oficiales de inteligencia no recorren barriadas en moto con pistola en mano; visten de traje y viajan desarmados, construyendo relaciones valiosas con fuentes que luego les informan sobre situaciones críticas o eventos inminentes.
Adiós Patrullas y Camuflajes Militares
Atrás debe quedar el enfoque paramilitar que supone que un organismo de inteligencia necesita patrullas rotuladas o uniformes camuflados para hacer su trabajo. Desplegarse en una zona popular o rural con camionetas negras y camuflaje pixelado no solo compromete la seguridad operacional y el “signature reduction” de la futura institución, sino que también aliena a la población por motivos obvios.
Sustituir patrullas rotuladas por vehículos comunes, o uniformes tácticos por ropa civil, no solo ayuda a reconfigurar la imagen del servicio de inteligencia como un centro de análisis de carácter civil, sino que también recuerda al funcionario de carrera que no es un superpolicía ni un megamilitar: es un oficial cuyo trabajo es analizar información para que el gobierno pueda tomar decisiones informadas.
Mirando a futuro, una reducción de capacidades y plataformas tácticas obligaría a los funcionarios a enfocarse en el plano analítico de su función en la organización. También forzaría a que el servicio de inteligencia mantenga relaciones saludables con el resto de las instituciones de seguridad, en caso de que fuese necesaria una operación sobre el terreno.
Reclutamiento en Universidades: Necesario
Contrario a la creencia popular, los oficiales de inteligencia de los servicios occidentales no provienen del ejército o de la policía: son reclutados en las universidades. Poseer una piscina de talentos con expertos en asuntos internacionales o ciencias políticas debe ser una de las columnas del servicio, puesto que la pericia táctica se puede enseñar, pero la excelencia académica no.
Podemos entrenar a un analista económico para disparar un fusil o hacer rápel —actividades físicas de memoria muscular—, pero no podemos enseñar pensamiento crítico a un soldado común. Asimismo, el perfil psicológico y el tipo de personalidad deseado en la inteligencia civil no son los mismos que en la inteligencia militar.
Disclaimer: Existen muchos oficiales militares en la carrera de inteligencia —especialmente como agentes de campo u oficiales de operaciones—, pero en mi opinión un nuevo servicio debería enfocarse en la contratación de individuos provenientes del ámbito civil, ajenos a las dinámicas de la policía o el ejército.
El Camino a Seguir
El Servicio Bolivariano de Inteligencia (SEBIN) y la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM) deben ser reformados con delicadeza: descabezar sus estructuras de manera súbita podría producir una alienación de los funcionarios, quienes podrían ocultar información o alterar informes como retaliación ante lo que perciban como la pérdida de su carrera.
Aunque quienes hayan estado involucrados en torturas y asesinatos deben ser apartados de sus puestos y sentados en un tribunal, una buena parte de la fuerza humana —excluyendo funcionarios acreditados o comisiones de servicio— debe mantenerse en sus cargos y educarse en el nuevo enfoque mientras se construye una alternativa más democrática.
Paralelo a la eliminación de los uniformes militares y las patrullas rotuladas, la operatividad sobre el terreno debe ser mínima, asegurando que el personal enfoque sus esfuerzos en la obtención de información y el análisis de inteligencia. Finalmente, el mando del servicio debe ser civil, encabezado por individuos ajenos a la administración anterior y sin motivaciones políticas.
Nota del autor
Dylan Bedoya es un oficial de inteligencia nacido en la República de Venezuela y entrenado por antiguos oficiales de la Comunidad de Inteligencia de Estados Unidos. Entre sus experiencias recientes figuran operaciones contraterrorismo en África Central e investigaciones criminales en América Latina para organismos gubernamentales en la Unión Europea. Algunos datos como su nombre han sido cambiados o alterados por motivos de seguridad.
Esta es la primera parte de “El Día de Mañana para la Inteligencia Venezolana”. En la segunda parte abordaré cómo deberían cambiar los métodos de obtención, la supervisión gubernamental y la cooperación internacional con organismos internacionales. Posdata: si la reestructuración dependiera de mí, yo llamaría al nuevo servicio Centro de Estudios Estratégicos (CEE) o Servicio Secreto de Información (SSI).