En la aldea
21 septiembre 2025

Idania Chirinos en Venezuela Late: la periodista que baila con la verdad

Conmovió con su promesa de cruzar a pie el puente Simón Bolívar envuelta en la bandera; recordó que el periodismo no es neutral frente al atropello; y celebró el liderazgo coherente de María Corina Machado, que ya encendió un cambio interior en los venezolanos.

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Elizabeth Sánchez Vega | 21 septiembre 2025

Anoche, entre micrófonos tercos y saludos que cruzaban continentes, entró Idania. No hacía falta presentarla, pero merecía todas las presentaciones: cuatro décadas de oficio, una infancia con olor a radio, la gaita latiendo en Maracaibo y una ética de acero templada en redacciones, cabinas y fronteras. Vino a hablar de periodismo, sí; pero sobre todo vino a hablar de país: del que fuimos, del que somos y del que, si no claudicamos, vamos a reconstruir.

En medio del bullicio, alguien recordó a la niña de 12 años que, en su colegio de Maracaibo, redactaba a mano su propio periódico. Idania sonrió: esa niña sigue allí. La conserva adentro como quien guarda una brújula para no perder la candidez, la ilusión y la inocencia necesarias para creer que contar bien una historia todavía importa. De esa forja vienen su disciplina, su risa franca… y su manía hermosa de bailar. Porque Idania baila. Diez minutos al día, por recomendación propia. En la redacción, en la calle si suena una canción, en la vida. El periodismo puede ser duro; el baile devuelve el pulso.

Preguntada a qué suena Venezuela cuando vuelva, respondió sin titubeos: a gaita. Y pintó una escena que se nos quedó clavada: el día que caiga la dictadura, ella no tomará un avión a Maiquetía; irá a Cúcuta, se envolverá en una bandera y cruzará a pie el puente Simón Bolívar. No es nostalgia, sino promesa: la de un regreso que no será solo geográfico, sino también moral. Ese hilo invisible y sólido que une a quienes se fueron con quienes resisten adentro atravesó toda la conversación. Venezuela no se suelta. No porque convenga, sino porque nos asiste el derecho y el deber de recuperarla.

Su biografía cabe en una crónica… y en una lección. A los 23 años dirigió prensa en Venevisión. Aprendió en la cancha, de madrugada, con helicópteros y coberturas en vivo. Fue corresponsal en Centroamérica, sobrevivió un secuestro en Panamá, y en 2010 se instaló en Bogotá. Desde entonces, su voz y su programa La Tarde han sido ventana y refugio para millones: los de adentro, sitiados por la mentira; los de afuera, sitiados por la distancia. Y sostiene una convicción luminosa y, a veces, incómoda: el periodista no es neutral ante el atropello. Se puede debatir, y se debate, sobre objetividad y activismo; ella zanja con una frase que ya es consigna.

El compromiso de un periodista es con la verdad. Hay que ser activistas de la verdad

Si mañana tuviera que abrir un aula en la Venezuela libre, su temario sería tajante: defiende tus valores, nadie sostiene en cámara lo que no cree en la almohada; entiende que este oficio es 24/7 y que la oportunidad premia a quien llega preparado; respeta al invitado y, aún más, respétate a ti; emociona sin manipular. Llorar y reír son humanos; el espectáculo, no. Por eso su respaldo a un liderazgo femenino que no necesita adjetivos: el de María Corina Machado, a quien describe con la vara más exigente de todas: la congruencia entre lo que se predica y lo que se hace.

Idania no habla de María Corina en abstracto: la admira, la respeta y la quiere. “Me precio ser amiga de María Corina Machado, no de ahora ni de ayer, sino de hace muchos años ”, recordó con una mezcla de orgullo y ternura. Lo que la seduce no es la épica fácil, sino la coherencia sostenida: “María Corina delineó un camino y nunca se ha desviado”. Desde los días de Súmate hasta la clandestinidad de hoy, Idania subraya lo mismo: trabajo incesante, organización, ejemplo.

Para Idania, ese ejemplo ya encendió algo que no se apaga con un parte policial ni con un noticiero sin vergüenza: el cambio interior. Lo vio en la movilización que reunió a millones, lo ve en la logística social que siguió después, lo ve en la decisión de miles de no dejarse quebrar. No es solo una candidata; es una cultura cívica en marcha.

Ese cambio ya se dio en muchos venezolanos

Y hay un detalle que a Idania le parece decisivo: la trascendencia. Recuerda cuando María Corina dijo, con serenidad de estadista, que el cambio que busca para Venezuela la trasciende. “Esa frase lo explica todo”, remata Idania: el liderazgo que sirve no se sirve a sí mismo; se debe al país, llegue o no a portar la banda.

Idania le debe mucho a Colombia y lo dice con gratitud sin cursilería: ciudadanía, oportunidades para su hijo, una jefa y amiga, Claudia Gurisatti, con quien comparte causas. Pero la gratitud no le nubla la vista: Colombia se juega la democracia. Lo ocurrido con Miguel fue duelo y campanazo. Toca participación, vigilancia cívica, unión frente a la tentación del autoritarismo encubierto. En esto no hay sutilezas: sin democracia, no hay proyectos personales ni partidos; primero la república, luego las parcelas.

Pocas cosas la atraviesan como las historias de prisión y tortura. Dedica cerca de tres cuartos de hora diarios de su programa a los privados de libertad y a sus familias. Recordó testimonios que hielan: comidas con gusanos, aislamientos prolongados, violencias sexuales, agujas clavadas en uñas, amarillo, azul y rojo. Sí, Idania ha llorado al aire. Y seguirá llorando si hace falta. No por espectáculo, sino por humanidad. Porque dar voz a quienes no pueden no es un segmento: es una obligación. A las familias, les ofrece lo que escasea: compañía. A los demás, un recordatorio inclemente: no hay normalidad posible mientras haya mazmorras.

La “nueva Venezuela” no se levantará solo con ladrillos, afirma, sino con palabras responsables. Sin un ecosistema de comunicación libre y serio, no habrá gobernabilidad posible. Toca desandar el camino de los antivalores que el régimen inoculó: restituir el respeto, la verdad verificable, la educación cívica. Toca enseñar y reparar. También aceptar un hecho: reconstruir será arduo; por eso, más que nunca, hacen falta periodistas íntegros y ciudadanos exigentes.

Idania no vende fantasías. Reconoce el cansancio, la duda, los días en que uno se pregunta si valdrá la pena. Y ahí acude a algo simple y feroz: no dejar sola a la gente que no nos dejó solos. Ni a los que se esconden para no ser encarcelados, ni a las madres que rezan con el teléfono apagado, ni a quienes aún guardan las llaves de una casa en la que no viven. “No tenemos de otra que seguir”, dice, y enumera lo obvio que a veces olvidamos: ya logramos mucho. No es un eslogan; es memoria estratégica.

Se imagina cruzando el Simón Bolívar envuelta en la bandera. Nosotros nos imaginamos otra escena que la incluye: las puertas de las cárceles abriéndose y una multitud, pueblo, periodistas, familias, recibiendo a quienes vuelven a respirar el aire entero. Habrá heridas, sí. Hará falta amor, paciencia y justicia. Pero habrá, al fin, sol. Venezuela Late nació para esto: para que la conversación no sea catarsis sino palanca. Para que el país se nos vuelva proyecto, no reliquia. Para que la verdad, bailada, dicha, defendida, nos encuentre en fila, listos para trabajar. Al final, si alguien preguntara qué nos dejó Idania, bastaría con una imagen: una mujer que baila diez minutos al día para no endurecerse y que usa las otras veintitrés horas y cincuenta minutos para que la verdad no se nos muera. Que suene la gaita. Que suene el teclado. Que suene la palabra limpia. Ven y late con nosotros.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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