Escribo estas líneas mientras la escalada contra el Cártel de los Soles —y, por consiguiente, contra la tiranía chavista— aumenta sin pausa, con mensajes tan claros como el rugido de un F-35. Durante el último mes han ocurrido hechos trascendentales y, en las últimas horas, el ritmo se ha intensificado.
En menos de dos semanas, dos embarcaciones provenientes de Venezuela, presuntamente cargadas de drogas fueron bombardeadas por Estados Unidos. La última fue anunciada por el propio Donald Trump en Truth Social así:
“Esta mañana, por mis órdenes, las Fuerzas Militares de Estados Unidos llevaron a cabo un SEGUNDO ataque cinético contra carteles de narcotráfico y narcoterroristas identificados positivamente como extremadamente violentos, en el área de responsabilidad del Comando Sur de Estados Unidos (SOUTHCOM) (…) Las actividades ilícitas de estos carteles han tenido CONSECUENCIAS DEVASTADORAS EN LAS COMUNIDADES ESTADOUNIDENSES DURANTE DÉCADAS, matando a millones de ciudadanos estadounidenses. NUNCA MÁS”.
Este bombazo-mensaje —porque es ambas cosas a la vez— llegó justo después de una errática rueda de prensa del paranoico narcotirano Nicolás Maduro, donde aseguró que “los canales de comunicación con Estados Unidos pasaron de estar maltrechos a desechos”. Y se puede decir que, por primera vez, no mintió, pues en efecto, a estas alturas ni Richard Grenell les contesta el teléfono, de modo que el costosísimo e intenso lobby no sirvió para nada. Y cuando digo “costosísimo e intenso”, no es exageración.
Intentos de negociar a espaldas del liderazgo legítimo
Durante los últimos días hemos leído sobre diversos intentos de abrir “negociaciones” —importante el uso de las comillas— por fuera del liderazgo real, único y legitimado (con votos) de Venezuela.
Uno de ellos fue un intento de Henrique Capriles, buscando que Catar mediara; otros provinieron de Alberto Vollmer (como informó el periodista Orlando Avendaño); de Tomás Guanipa y Stalin González (como informó el director de este portal, Alejandro Hernández); e incluso del represor y exministro chavista Miguel Rodríguez Torres.
En al menos tres estuvo involucrado José Luis Rodríguez Zapatero, principal lobista del chavismo, y en al menos dos, los hermanos Jorge Rodríguez y Delcy Rodríguez (ya saben, por eso Nicolás Maduro les pide que eliminen WhatsApp).
La propuesta base es vender una supuesta “ruta” que terminaría en “elecciones generales”, cosa que fue desestimada (o, mejor dicho, ni siquiera tomada en cuenta) en Washington.
Jorge Rodríguez se dio cuenta, a las malas, de que esta vez no iba a poder comprar tiempo y reorganizarse junto a su “oposición a la medida” (o chavismo azul, como usted prefiera llamarle), pues ya no tenía frente a él a Juan González y un gobierno “suavecito” como el de Joe Biden, sino a Marco Rubio y a un gobierno decidido a acabar con el narco-terrorismo, como el de Donald Trump.
Se dieron cuenta, a las malas, de que no pueden ni podrán desplazar a los únicos interlocutores válidos. Por eso ahora, hasta los abyectos reconocen, muy a su pesar (pero jamás sin abandonar sus falsas equivalencias), que la negociación es con María Corina Machado… o no es.
Zapatero, persona non grata
Una nota del Diario ABC titulada “José Luis Rodríguez Zapatero no es bienvenido en Washington” reveló que el gobierno estadounidense ya lo considera persona non grata, acusándolo de legitimar y perpetuar al chavismo. En la Casa Blanca saben —como sabemos los venezolanos— que Zapatero no puede ser mediador de nada pues es parte de esa estructura… con todo lo que ello implica para él.
La estrategia: fin del sistema narco-terrorista
La administración Trump está en la misma línea que el liderazgo venezolano (y con los venezolanos, en general): el chavismo debe llegar a su fin. No en 2027, no en unos meses; lo más pronto posible.
Para ellos, se trata de una situación de seguridad nacional; para nosotros, de una situación existencial. Para ellos es acabar con un sistema narco-terrorista; para nosotros, con la tiranía que nos oprime desde hace muchos años. Para ellos, pacificar “su hemisferio”; para nosotros, la libertad.
Las palabras de Rubio lo confirman:
“No vamos a permitir que un cartel opere o se haga pasar por gobierno dentro de nuestro propio hemisferio”.
El Departamento de Estado de Estados Unidos publicó además su Determinación Presidencial sobre países de tránsito o producción de drogas (FY 2026), señalando:
“En Venezuela, el régimen criminal del narcotraficante acusado Nicolás Maduro dirige una de las mayores redes de tráfico de cocaína del mundo, y Estados Unidos seguirá buscando llevar a Maduro y a otros miembros de su régimen cómplice ante la justicia por sus crímenes. También apuntaremos contra organizaciones terroristas extranjeras venezolanas como el Tren de Aragua y las purgaremos de nuestro país”.
La implosión en cámara lenta
La fragata HNLMS Van Amstel (F831) de la Marina Real de los Países Bajos fue detectada a menos de 6 millas náuticas del litoral venezolano. Así, entonces, buques estadounidenses (más todo lo que acompaña a dichos buques), franceses y holandeses ya patrullan el Mar Caribe, y pronto podrían sumarse fuerzas del Reino Unido.
A ello agreguemos la colaboración de Guyana, Curazao, Trinidad y Tobago, República Dominicana, Panamá, Puerto Rico e incluso Brasil, que incautó recientemente 380 kilos de droga provenientes de Venezuela. Otros países como Argentina, Perú, Paraguay, República Dominicana y Ecuador ya han declarado al Cártel de los Soles como organización terrorista.
La coalición busca neutralizar no solo el narcotráfico, sino también las rutas de oro, armas, petróleo y trata de personas. El financiamiento chavista se ha visto duramente golpeado, mientras crece la paranoia interna y avanzan las purgas.
La implosión en cámara lenta
Sin ingresos ilícitos para repartir y la DGCIM interrogando en aeropuertos e invalidando pasaportes, el chavismo intenta frenar deserciones. La purga en la Fiscalía General es feroz.
Durante años se hablaba de una “amenaza creíble”. Muchos se burlaban. Hoy, con destructores estadounidenses frente a las costas venezolanas, ya nadie la llama “humo” sino “invasión”. Una invasión que no ocurrirá —aunque sirva para la propaganda victimista del chavismo—, pero que tampoco es necesaria para ponerle fin al Cártel de los Soles y, con ello, al régimen.
Lo que hacen —o pueden hacer— los buques, submarinos, aviones y drones estadounidenses, que forman parte de la presión externa, siempre encontrará a casi la totalidad de un país que desea ser libre (y que se ha organizado para ello) preparado para volver a ejercer la presión interna. Por eso no es “invasión”, sino la ayuda necesaria para que se respete lo decidido el 28J y, con ello, se desmantele un sistema narco-terrorista y tiránico.
Lo único que sostiene —por ahora— al chavismo en el poder usurpado es que todavía no se han terminado de quebrar por completo. Pero ese muro ya no se ve sólido, sino bastante resquebrajado.
Por eso ahora la narrativa que intentan imponer —y que algunos periodistas replican— es que “la ruptura interna se ha frenado”; una mentira que se desmonta con solo mirar lo que está ocurriendo en las oficinas públicas y en los cuarteles.
Entendido todo esto, la apuesta ya desesperada de una “revolución” que le habla bajito al “imperio”, es usar una narrativa que pretende movilizar a su diminuta base, pero fundamentalmente busca atemorizar a la población y sembrar, especialmente en Washington, la falsa idea de que su salida generaría caos. Es parte de su guerra comunicacional y contará con aliados previsibles: actores internos como el caprilismo residual, y externos como Gustavo Petro, algunos sectores del Partido Demócrata (como Juan González, ya convertido en cuasi vocero madurista) y ciertos lobistas que escriben desde edificios financiados por Chevron. Pero la premisa es falaz: no habrá “guerra de guerrillas” ni nada por el estilo en Venezuela. Nadie, salvo los más comprometidos con los crímenes del régimen, se inmolará por Maduro o Cabello. Ante la disyuntiva de enfrentarse a Estados Unidos y al 90% del país o negociar una salida segura con su dinero mal habido, los “revolucionarios” de estos tiempos siempre escogerán lo segundo. Por eso las purgas. Por eso el control de pasaportes.
El chavismo es caos, muerte, diáspora, pobreza, crímenes y narco. Solo su fin es la garantía de acabar con todo ello.
Esta vez es distinto
Quiero terminar estas líneas con una reflexión. Muchas personas, con un lógico escepticismo, con dudas y con el miedo de esta vez volver a creer y no ver a su país libre y sus familias volver, se preguntan o nos preguntan: “¿Qué hace diferente esta vez?”. Lo respondo con la fuerza de los hechos:
- Nosotros. Los venezolanos somos diferentes. Lo somos a fuerza, porque hemos vivido la barbarie en estado puro. Pero, tanto los millones que siguen dentro del país como los millones que estamos afuera, hemos roto el sistema, hemos decidido “vivir en la verdad” y estamos resueltos a ser libres. No aceptamos migajas ni jaulas “más cómodas”. Hemos roto las cadenas y ello ocurrió porque no permitimos que nuestras mentes fueran colonizadas por el oprobio aun cuando ha transcurrido un cuarto de siglo. Esa es nuestra primera y gran victoria.
- El liderazgo. No creo en mesianismos y sobre esta base escribo, pero ello no me impide entender que ha sido María Corina Machado —luego, por el destino de la política acompañada por Edmundo González Urrutia— quien logró levantar al país prometiendo “sangre, sudor y lágrimas” y hablando de libertad. Y lo hizo sabiendo lo que enfrentaba y cómo enfrentarlo. Y allí se mantiene, dando pasos agigantados incluso desde su clandestinidad. Pero, fundamentalmente, la diferencia radica en que esta vez quien encabeza este movimiento —social, libertario y liberador— no va a regalarles a la narcotiranía falsos diálogos que solo les daban oxígeno y fuerza; esta vez solo hay una negociación posible y aceptable: la que abra las puertas de la transición.
- Nuestros aliados. Poco importa a efectos de nuestra meta las consideraciones sobre la administración de Donald Trump o sobre el apoyo de otros importantes aliados en el mundo, pero la decisión clara de enfrentar al régimen criminal de Venezuela como narco-terroristas y no como “un mal gobierno” ha sido fundamental para, en apenas meses, lograr avanzar de forma clara y contundente. Estamos frente a una coalición internacional que, desde afuera, ha rodeado al chavismo todo. No es “igual” que antes, porque hoy se busca desmantelar de raíz al sistema mafioso que construyó primero Hugo Chávez y después Nicolás Maduro. Y sin ese sistema, la tiranía no existe.
- La traición cambió de bando (como el miedo). Durante muchos años los traicionados fuimos nosotros, los venezolanos. Traicionados por muchos que decían liderar, por muchos que decían defender derechos humanos, por muchos que decían buscar un cambio. Y no. Los vemos hoy, con claridad, muy cerca del tirano, pero lejos de la gente. Son los que buscan “pasar la página” del 28J, los que se han convertido en co-carceleros y los que encabezan las campañas de propaganda contra Machado, contra el presidente electo, contra los venezolanos en el exterior y contra cualquier acción que debilite al poder. Los conocemos, ya no se pueden disfrazar de opositores (por eso ahora se disfrazan de patriotas), de modo que su capacidad de daño es menor. No pudieron ni podrán. Pero, del otro lado, dentro de la muy pequeña nomenklatura, sí hay ambiente de traición: no confían entre ellos, no saben quién quiere salvarse, salvar su dinero mal habido y, tal vez, cobrar otra buena tajada (de 50, 25 o 15 millones de dólares). Esta vez, los que no duermen bien son ellos. Y se les nota.
Si hoy Maduro es visto solo como el jefe de un cártel narco-terrorista y no como presidente legítimo, es porque ocurrió el 28J. Y ese día fue posible porque antes logramos la primaria de 2023. Nada de esto habría ocurrido sin la decisión irrevocable de libertad de los venezolanos.
El Mar Caribe intimida a la narcotiranía, pero lo que ocurra dentro de Venezuela también. A nosotros nos toca terminar de romper ese muro, para que nunca más la barbarie vuelva a apoderarse de nuestro país.
Foco, atención, cuidado… y siempre el martillo en mano.
Seremos libres.