En la aldea
11 septiembre 2025

Las respuestas que no queremos dar

Dedico mis días a investigar la resiliencia política en contextos autoritarios, reconstruyendo el camino venezolano desde la primaria hasta la elección presidencial. Mi meta: dejar testimonio político para que ningún voto del 28 de julio caiga en saco roto.

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Paola Bautista de Alemán | 09 septiembre 2025

Hace dos semanas me incorporé al Instituto Kellogg de la Universidad de Notre Dame como Visiting Fellow. El inicio de nuestro exilio coincidió con esta oportunidad académica y decidimos aceptarla. Ciertamente, mi familia y yo hubiésemos preferido otro desenlace, uno que nos hubiera permitido seguir en Venezuela. Sin embargo, la realidad fue otra y henos acá… intentando sacar lo mejor de cada circunstancia.

Actualmente dedico la mayor parte de mis días al desarrollo de mi línea de investigación. Mis días se repiten; son un loop interminable. Cada mañana me levanto temprano, arreglo a los niños para ir al colegio, llego a la Universidad, entro a mi oficina, abro mi computadora y paso el día leyendo y escribiendo sobre resiliencia política en contextos autoritarios. Después regreso a mi casa, duermo y al día siguiente se repite la dinámica. 

Luce aburrido, pero no lo es. Es un tema apasionante que, en nuestro caso, tiene una dimensión existencial. Como su nombre lo indica, estoy reconstruyendo el camino que transitamos los venezolanos desde la elección primaria hasta la elección presidencial. Sistematizo las herramientas empleamos para derrotar al régimen de Maduro y -por los momentos- observo las que nos han faltado para hacer valer nuestro triunfo electoral. 

Mi motivación principal es dejar testimonio político. En un mundo de ciencias sociales que aspiran ser asépticas, no temo revelar mi compromiso democrático. Estoy absolutamente decidida a que ningún voto emitido el 28 de julio caiga en saco roto. Nuestra historia de liberación es preciosa y nos corresponde a nosotros contarla. Por eso, es una tarea que me emociona y que espero poder compartirla con ustedes más temprano que tarde. 

Pero este artículo no es sobre eso. Estos párrafos son una brevísima e incompleta reflexión sobre una conferencia a la que asistí hace unas horas. El ponente invitado fue el Dr. John K. Glenn, quien fuera Director del Forum Internacional para Estudios de la Democracia del National Endowment for Democracy. Es doctor por la Universidad de Harvard y tiene amplia experiencia en estudio de los procesos de desconsolidación democrática. 

El título de su exposición era sugerente: “¿Por qué defender la democracia no es suficiente?”. En poco más de una hora, describió lo que denominó el new playbook de las autocracias del mundo, tomando Polonia como caso de estudio. Al escucharlo, pensé dos cosas. Primero, ciertamente existe un patrón de desmantelamiento democrático que se ha repetido en distintas latitudes. Y, segundo, para nosotros ese manual tiene poco de innovador: ¡Es lo que hemos vivido los últimos 25 años!

El diagnóstico ofrecido por el Dr. Glenn fue atinado y preciso. No le agregaría ni le quitaría nada. En la sección de preguntas y respuestas me aventuré a preguntarle sobre Venezuela. Nosotros hemos resistido el avance autoritario durante décadas y en 2024 agotamos todos los caminos que ofrecía la democracia para regresar a ella… y después de más de mil presos políticos y de cientos de exiliados, Nicolás Maduro sigue aferrado al poder. 

En concreto, pregunté lo siguiente: ¿Cuál debe ser el rol de la comunidad internacional cuando un país lo ha hecho todo para recuperar su libertad y la dictadura decide permanecer en el poder a toda costa? El experto se mostró auténticamente conmovido. Fue solidario y cercano. Ofreció algunos detalles sobre el caso venezolano y después, continuó. No dio una respuesta concreta a mi interrogante. 

Su “no respuesta” fue una “respuesta”. Y su omisión puede explicarse en, al menos, dos hipótesis. Dos premisas que no necesariamente son excluyentes y que, muy probablemente, podrán ser complementarias. 

La primera hipótesis es que aún no tenemos respuestas para abordar de manera eficiente el avance de los autoritarismos del S.XXI. Y, quizás esa es la verdadera tragedia. Los malos de la película han escrito y publicado un exitoso new playbook para autócratas, mientras nosotros aún no hemos hecho uno para demócratas. Lo cierto es que ni la Academia ni los gobiernos de Occidente, tenemos respuestas para estas interrogantes. 

Quizás, la segunda hipótesis es más compleja y menos evidente. Quizás, tenemos las respuestas que debemos dar, pero no nos atrevemos a verbalizarlas. Quizás, tememos aceptar no inevitable. Quizás, es demasiado duro aceptar que, en algunos lugares y bajo algunas indeseables circunstancias, la política murió y la democracia debe restablecerse por medio del uso legítimo y ordenado de la fuerza. No lo sé, quizás… tenemos respuestas que no queremos dar. 

Este artículo termina como esta columna, abierto al tiempo. Al igual que el Dr. Glenn, yo tampoco tengo las respuestas o, quizás, sí las tengo pero tampoco las quiero dar. Lo que sí puedo advertir es que, mientras dilucidamos cómo superar a quienes tanto daño nos han hecho, hay personas que siguen muriendo y familias enteras que siguen sufriendo. Lo que para algunos es un fenómeno de estudio, para otros es un drama existencial. Seguimos. 

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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