En la aldea
20 agosto 2025

Lamento soberano

En Venezuela ya no se mide quién está en la oposición y quién en el chavismo: se mide quién sirve al poder y quién sirve a la ciudadanía.

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Luis Carlos Díaz | 20 agosto 2025

En los momentos de presión es cuando se sabe quiénes son los verdaderos amigos. Fíjense lo que ocurre con Maduro: está siendo criticado duramente por gente que se desprendió del chavismo mientras recibe apoyos de quienes pactaron para ser la oposición a su medida.

Para hacerlo usan un falso discurso de soberanía. Usan la línea narrativa de que los problemas de Venezuela sólo pueden ser resueltos por venezolanos dentro del país. Así muestran su desprecio por la diáspora, también por los sistemas de justicia internacional y por los mecanismos globales y regionales de protección de derechos humanos.

Bajo ese paraguas localista se ocultan problemas que trascienden fronteras: narcotráfico, economías ilícitas, el Arco Minero del Orinoco, tráfico de personas, esclavitud moderna, represión transnacional, tráfico de petróleo, el robo del dinero que proviene del petróleo, los juicios por corrupción en más de 25 países distintos, los 150 presos políticos extranjeros del último año, el encarcelamiento de trabajadores humanitarios, los crímenes de lesa humanidad, la conexión con grupos armados y terroristas como los guerrilleros y hasta el talibán. Nada de estos temas aparece en la agenda del nuevo conjunto de aliados del chavismo. Hacen silencio esperando a tener la línea para culpar a la oposición.

Su estrategia consiste en hacer creer que lo realmente importante son los problemas domésticos inmediatos —electricidad, agua, gas o la inflación—, y que eso podría resolverse en elecciones regionales que nunca alteran el control totalitario del país. Estos mercaderes de la opinión pública buscan vender la normalización de la dictadura como un plan de supervivencia, aunque en realidad solo sea su supervivencia. Imagínense el desespero de meterse a chavistas o cínicos en los últimos años. Con esa carga a cuestas, están tratando de estafar a la gente y a las misiones diplomáticas que no saben qué hacer con Venezuela. Su teoría de cambio es el no-cambio político y la sumisión.

El país se sigue agrietando y la población sigue siendo asfixiada por la desmesura de Miraflores y sus aliados. Porque sí, hay todavía un espacio para hacer negocios, para hacer la vida de forma honrada, para fingir normalidad y seguir adelante, pero basta con que un miembro del poder o uno de sus aliados se antoje de tu negocio, tus propiedades, la escuela de tus hijos, el medio de comunicación que te gustaba o lo que sea, para que vivas en carne propia el horror de que no exista estado de derecho, garantías ni protección frente al arrebato. Entonces el cambio es vital. Un país no son solo sus burbujas de privilegios.

Por eso resulta curioso que aún en uno de los momentos más oscuros de la historia del país, en el que están a la vista los crímenes más atroces, en el que gobierna la delincuencia y se premia a los cómplices, surjan nuevos facilitadores y normalizadores para tratar de matizar los crímenes de Estado solo porque a ellos les dejan respirar un poco. Su complicidad llega incluso al punto de generar fracturas entre los presos políticos porque buscan que los familiares se callen y porque imponen diferencias entre presos “que sí podrían liberar” y perfiles “por los que no pueden hacer nada”.

La ventaja es que los recientes aliados de Maduro no tienen tanto alcance ni poder de convencimiento que no venga de la plata o del interés de desplazar a los políticos opositores. Eso es lo que les impulsa a ser la oposición permitida. Sus discursos no son tan relevantes para la población y más bien causan rechazo. La ventaja es que incluso si la gente no los conoce, su necesidad de rendirle tributo al poder con domesticación, ambosladismos y disidencia fingida se ve y se siente tan ficticia como coordinada, que así todos lo perciben.

Pero Maduro y Jorge Rodríguez saben que cuentan con ellos. Que si les dieron cargos, interlocución y cuotas de liberaciones de presos políticos, también les pueden exigir lealtad y alineación. Por eso los ponen a usar argumentos tan falsos como que en Venezuela aún hay separación de poderes, un poder judicial independiente, soberanía para defender un territorio ya minado de grupos armados, o incluso que hay elecciones con garantías. Es una narrativa sostenida en humo para servirle a sus nuevos amigos.

Hoy día no pueden camuflar su apoyo a Maduro con argumentos de defensa de la nación porque los problemas se han desbordado y resultan transnacionales. Tampoco les funciona el juego cuando tienen disfraces armados con retazos que se van cayendo.

El mejor modo de evaluar cómo se comportan los actores políticos en un momento extraordinario como este es ver si sirven al poder o a la ciudadanía, si se ponen del lado de las víctimas o son amigos de los carceleros… pero también, lo más importante, si la palabra por D que construyen sus acciones es democracia o dictadura.

Posteo original:

https://x.com/LuisCarlos/status/1958240463820869930

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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