Desde su posesión en agosto de 2022, el gobierno de Gustavo Petro ha sido definido por una combinación de reformismo y confrontación institucional, evocando clásicos discursos populistas, movilización del “pueblo” frente a la élite y frecuentes choques con la rama judicial. A casi tres años de mandato, muchos analistas advertían que ese estilo comenzaría a replicar dinámicas al estilo Chávez: polarización, debilitamiento institucional y discurso victimista constante.
Se puede hacer un breve repaso de los mayores escándalos y contradicciones del “petrismo” en el poder:
Caso UNGRD y percepciones de corrupción
El escándalo más sonado fue el de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo (UNGRD), vinculado a sobornos de congresistas para respaldar las reformas de Petro. Numerosos exfuncionarios cercanos al gobierno enfrentan investigaciones formales, lo que pone en entredicho el discurso anticorrupción de la administración. La percepción pública de corrupción volvió a subir, según Transparencia Internacional, deshaciendo avances de años anteriores.
Filtraciones, espionaje y crisis interna
En 2023 se filtraron grabaciones ilegales que revelan espionaje en la residencia de su jefa de gabinete, Laura Sarabia. El fallecimiento de un oficial de seguridad vinculado al caso generó aún más controversia interna y debilitó la narrativa de gobernabilidad del Ejecutivo. Sarabia, como ya se conoce, abandonó el gobierno hace algunas semanas.
Incoherencias discursivas: entre el populismo y la presión institucional
Diputados de oposición destacan que Petro entremezcla propuestas sociales con acusaciones de “golpe blando” contra las instituciones. Un ejemplo fue su afirmación en redes sociales de que podía convocar una consulta popular sin aprobación del Senado, lo cual muchos juristas consideran un claro desconocimiento de la separación de poderes.
Tensiones con las cortes y el Congreso
- En junio de 2025, la Corte Constitucional detuvo una investigación electoral sobre su campaña bajo la figura de inviolabilidad presidencial. Petro celebró el fallo como un triunfo frente a lo que califica como ataques desde la oposición.
- Cuando las altas cortes le dieron decisiones adversas, Petro las calificó como “golpes blandos”. Pero cuando lo beneficiaron, pasó a respaldarlas públicamente. Un doble discurso que resquebraja su credibilidad constitucional.
El atentado político: ataque contra Miguel Uribe Turbay
Lo sucedido:
El 7 de junio de 2025, durante un acto de precampaña política en Bogotá, el senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, del Centro Democrático, fue blanco de un ataque con arma de fuego. Fue alcanzado en la cabeza y la pierna y permanece en estado crítico, hospitalizado en la Fundación Santa Fe. Un menor de 14 años fue detenido como autor material; las autoridades investigan posibles conexiones políticas dentro de una red criminal.
Reacciones y contexto político
Petro condenó el ataque, prometiendo total colaboración con la Fiscalía e investigación a fondo, y expresó solidaridad con la familia de Uribe. Sin embargo, legisladores opositores lo acusaron de incitar al clima de violencia política con sus declaraciones anteriores en redes sociales. Algunos mensajes críticos del presidente sobre Uribe habrían sido interpretados como señalamiento público que pudo agravar el clima adversarial.
La oposición organizó la «Marcha del Silencio» en varias ciudades, demandando seguridad para candidatos y un freno a la retórica agitada. ParlAmericas y líderes internacionales también repudiaron el atentado.
Indagación legal y controversia institucional
La familia de Uribe anunció una denuncia penal contra Petro por presunto hostigamiento político. Mientras tanto, la Procuraduría abrió una investigación a miembros del gabinete que respaldaron la convocatoria por decreto de una consulta popular, señalada por opositores como prevaricato.
Narrativa chavista: retórica víctima vs élite
La insistencia de Petro en denunciar una “oligarquía” y un «golpe blando» ha sido descrita por voces como Vicky Dávila, precandidata del Centro Democrático, como un guion que resuena con los líderes autoritarios de Venezuela o Cuba —Chávez, Maduro, Castro— y advierten sobre un posible plan para perpetuarse en el poder.
Este estilo político refuerza un relato maniqueo: el pueblo como salvador frente a las élites corruptas, mientras se minimiza el rol de las instituciones y la separación de poderes.
¿Una erosión democrática en curso?
Los paralelos con el chavismo van más allá del discurso. Petro ha:
- Usado decretos unilaterales para convocar consultas.
- Presionado instituciones con críticas públicas cuando no acatan su agenda.
- Movilizado a sus bases en contra de decisiones judiciales adversas.
Todo ello, y no es menor mencionarlo, mientras fortalece sus relaciones con el régimen de Nicolás Maduro incluso luego del fraude electoral del 28 de julio de 2024.
El atentado al senador Uribe, además, puso en evidencia las tensiones políticas latentes y dejó una pregunta incómoda: ¿Puede la polarización retórica traducirse en violencia política real? La respuesta aún no se sabe.
El saldo: un gobierno que impulsa –o intenta– cambios sociales reales, pero que ha debilitado su propio programa al tensar la institucionalidad y fomentar narrativas polarizadoras. El atentado contra Miguel Uribe Turbay subraya la urgencia de un cambio en el tono político y un respeto renovado por las reglas de juego democráticas.
Mientras tanto, Petro parece decidir entre mantener el guion confrontativo y afianzarse en un relato populista o moderar su estilo para fortalecer la convivencia institucional. El futuro de la democracia colombiana pende de esa decisión.