En la aldea
09 agosto 2025

El petróleo no es “excremento del diablo”

Noruega y Venezuela tienen algo en común: grandes reservas petroleras. Pero sus destinos no podrían ser más distintos.

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Isabel Pereira Pizani | 06 agosto 2025

Si comparamos a Noruega con Venezuela, tendríamos que calificar al primero como un país del primer mundo. Sus indicadores reflejan el alto bienestar que goza su pueblo, al punto de haber asegurado el futuro de varias generaciones mediante el ahorro y la sabia utilización de sus recursos petroleros. Su modelo de Estado se basa en promover la eficiencia económica, proveer a la sociedad de las herramientas necesarias para desarrollarse desde una edad temprana y enriquecer las condiciones de vida de las personas y sus familias.

En política social, el modelo noruego se fundamenta en el universalismo: esto significa que las políticas públicas están destinadas a toda la población, no solo a quienes se encuentran en situación de necesidad. Noruega es el mayor productor y exportador de petróleo y gas de Europa occidental. A nivel global, es el decimotercer exportador de crudo y el tercer exportador de gas natural. Sus suministros cubren cerca del 25% de la demanda de gas de la Unión Europea.

En 1990, Noruega creó el Fondo Noruego del Petróleo con el objetivo de acumular reservas para el sistema de pensiones. La primera transferencia, en 1995, fue por 285 millones de dólares. Para hacer crecer ese aporte inicial, los recursos fueron invertidos en el exterior, en bonos, acciones y otros valores. Gracias a los sucesivos depósitos y rendimientos generados por estas inversiones, en 2020 los activos del fondo superaron los 900 mil millones de dólares, lo que significa que, en promedio, a cada ciudadano noruego le corresponderían casi 200 mil dólares. Sin embargo, ese dinero no se reparte ni se gasta, sino que se invierte para generar ganancias y con ellas financiar los gastos del Estado.

Mientras tanto, Venezuela, que posee las mayores reservas probadas de petróleo del planeta (según cifras de 2023), forma parte del batallón perdedor de los países con mayor pobreza del mundo. La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI) correspondiente al año 2021 —realizada entre febrero y marzo, con cobertura en 22 estados y 17.402 hogares— da cuenta de la gravedad de la situación:

“El estudio revela que la pobreza en Venezuela se mantiene en niveles máximos posibles de 94,5%, mientras que la pobreza extrema sigue creciendo y abarca dos tercios de los hogares del país, con un 76,6%. Esto representa un alza de 8,9 puntos respecto al 67,7% del año anterior”.

En los textos dedicados a la industria petrolera en Noruega, se destaca el extremo cuidado con el que han protegido a sus distintos sectores económicos de la vorágine que suele generar la abundancia petrolera. Procuran que el petróleo aporte al bienestar, pero vigilan celosamente que sus ganancias no arrasen con otros sectores ni conviertan al país en un campamento petrolero más, como ocurre en la mayoría de los países productores.

Uno de los pilares fundamentales en Noruega ha sido la educación, basada en ocho claves esenciales:

  1. Accesibilidad:
    La educación es gratuita desde el primer año y obligatoria entre los 6 y 16 años. Los municipios garantizan plazas en educación infantil.
  2. Sistema estructurado:
    Se divide en tres etapas: escuela elemental o barneskole (6 a 13 años), secundaria inferior o ungdomsskole (13 a 16 años) y secundaria superior o videregående skole (opcional, 16 a 19 años).
  3. Profesores capacitados:
    Los docentes reciben formación de calidad y salarios acordes a la importancia de su labor. El país promueve reformas constantes para mejorar su capacitación.
  4. Educación en valores:
    Además de la excelencia académica, el sistema promueve valores humanistas como el respeto a la dignidad humana, la diversidad cultural y el cuidado del ambiente.
  5. Gestión local:
    Aunque el gobierno establece pautas generales, los municipios ejecutan los objetivos, administran los centros educativos y distribuyen los recursos.
  6. Trabajo con las familias:
    Se promueve una cooperación estrecha entre escuelas, padres y estudiantes. El sistema considera que la educación es responsabilidad primaria de las familias.
  7. Calidad y evaluación constante:
    Se evalúa permanentemente el sistema para asegurar mejoras continuas. Se incluyen competencias básicas y estrategias para mantener la motivación estudiantil.
  8. Desarrollo de competencias:
    Los alumnos pueden elegir entre programas académicos y vocacionales, con miras a estudios posteriores o formación profesional.

¿Cómo se explica la distancia entre ambos países?

Vale preguntarse: si Venezuela comenzó antes que Noruega a explotar el petróleo, ¿por qué se han distanciado tanto en logros económicos, sociales, educativos y culturales?

La industria petrolera venezolana se inició formalmente en 1878 con la creación de la Compañía Nacional Minera Petrolia del Táchira. En Noruega, el primer descubrimiento fue en 1967, y la producción comercial comenzó en 1971 con el campo Ekofisk. Estos datos confirman que el petróleo no es un “excremento del diablo”, como algunos insisten, sino un recurso que puede ser utilizado inteligente y favorablemente. Siempre he sostenido que el petróleo es una sustancia inerte y, por tanto, no puede ser culpable de nuestras desgracias ni de nuestros triunfos.

Los indicadores y las políticas públicas explican en gran medida los resultados tan dispares. En Venezuela, emprender una actividad económica significa enfrentar innumerables obstáculos. Abrir una empresa puede tomar entre seis meses y un año, o incluso más si surgen imprevistos. En Noruega, el registro suele completarse entre 5 y 7 semanas, dependiendo de la forma legal elegida. Un extranjero puede abrir una sociedad de responsabilidad limitada (AS) con un costo de registro en línea de 6.500 coronas noruegas, o 7.653 por correo.

Según el Banco Mundial, Noruega es el octavo país más sencillo del mundo para instalar un nuevo negocio. Se destaca por su facilidad para abrir empresas, obtener permisos de construcción, registrar propiedades, proteger a las PyMEs y resolver situaciones de insolvencia. Además, ocupa el segundo lugar mundial en menor percepción de corrupción y lidera el índice de libertad de expresión de la prensa.

Uno de los peores legados de la renta petrolera en Venezuela ha sido el abandono del mundo rural. Como advertía Harry Hazlitt en su clásico Planificación vs. Mercado:

“En todos los países, incluso en los no comunistas, hay un fuerte prejuicio a favor de la industrialización pesada en contra de la agricultura, bajo la creencia de que esto aumenta más rápido el ingreso real y conduce a una mayor independencia económica…”

Hazlitt sostiene que este tipo de planificación estatal conduce a crisis agrícolas, escasez de alimentos, juicios antimonopolio, controles de precios, impuestos confiscatorios, desincentivo al ahorro e inversiones, desempleo y, finalmente, inflación.

Mientras Noruega convierte la agricultura de pequeña escala en un eje central para combatir el hambre y la pobreza, Venezuela ha erradicado casi por completo su agricultura familiar, sin acceso a financiamiento, sin apoyo tecnológico y enfrentada al poder importador de alimentos del propio Estado petrolero.

La suma de estos procesos —el poder cuasi absoluto del Estado planificador-propietario, la conversión de Venezuela en un país rentista, la dependencia del precio del petróleo y la utilización de la industria como mecanismo de dominación económica— explica en gran parte la profundidad de la crisis venezolana. A pesar de ser uno de los países más ricos de América Latina en recursos naturales, es hoy tan pobre o más que Haití, considerado por muchos como la sociedad más vulnerable del hemisferio.

Una lección clara

Si tomamos conciencia de que el petróleo no tiene poder sobre nosotros, sino que somos nosotros quienes decidimos cómo usarlo, entonces hay esperanza. Noruega demuestra que el petróleo no es un excremento del diablo, sino un recurso que, bien administrado, puede ser sinónimo de progreso, bienestar y justicia social.

Su uso —y su mal uso— es, al final, nuestra responsabilidad.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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