Cuando apenas terminó la supuesta elección de alcaldes y concejales, el presidente de la AN declaró a los medios sobre el triunfo de Fuerza Vecinal en once alcaldías, entre ellas tres importantes de Caracas, y sobre la victoria de una nueva agrupación política fundada en Cojedes por el actual gobernador de la entidad. No recuerdo el nombre de las fuerzas triunfantes en ese estado porque no sabía de su existencia –de veras, no se trata de una burla–, pero fueron suficientes para que el dirigente del parlamento aplaudiera la existencia de una oposición capaz de lograr victorias de importancia frente a las huestes del PSUV.
No resulta difícil descubrir los motivos de una declaración como la comentada. Entre ellos, ocultar la apabullante abstención de los ciudadanos ante un llamado a votar que no les produjo confianza como para ponerse frente a las maquinitas del CNE a apoyar el partido de gobierno. Pero también para desatender la invitación a sufragar hecha por las agrupaciones no afiliadas oficialmente a la causa de la dictadura, que el jefe del parlamento oficialista ahora refiere como pruebas de la existencia de unas toldas políticas adversas que ganan alcaldías porque meten la carne en el asador. En el asador no, en este caso, porque, de acuerdo con la intención del declarante, se supone más bien que la pusieron en un depósito comprensivo y cómodo que el sistema concede a las voluntades refractarias que existen en Venezuela.
La intención del señor de la AN salta a la vista: ocultar la magnitud de la indiferencia, o la desconfianza o la repugnancia de la mayoría de los ciudadanos que produjo el llamado a votar en las elecciones municipales. Trata de ocultarlas cuando recalca el éxito de ciertas fuerzas que no figuran en los registros del oficialismo como ramas del mismo árbol de la «revolución», aunque se sepa que forman parte de la misma parentela. Pero no estamos ante nada sorpresivo. La abstención era un tiro al piso debido a la conexión que existe entre la desconfianza provocada por los actos del régimen en materia electoral, confirmada con el fraude del 28J, pero también por el vínculo de María Corina Machado con el pueblo a quien pidió que no votara. Los resultados estaban cantados desde el comienzo de una campaña electoral que no existió porque el oficialismo no se atrevió a convocar movimientos de masas sin masas. Ni siquiera masitas previamente sancochadas. Un restaurante no puede tener éxito cuando faltan las provisiones y cuando está súper probada la ausencia de comensales porque vomitan el menú.
Pero el dueño de la AN lo sabía, desde luego, hasta el extremo de formular un plan que no solo trata de tapar un agujero inconmensurable sino también, especialmente, de proponer la existencia de una realidad flamante desde la cual se llevará a cabo un nuevo ciclo de la “revolución”. No le ha preocupado la abstención porque era irremediable. No le ha preocupado la soledad porque ya se ha acostumbrado a ella. No le ha preocupado el desinterés del pueblo porque hasta ahora lo ha podido manejar. Para eso hay espías y esbirros, fiscales y jueces. Solo era cuestión de disimular el descalabro político mediante el anuncio del nacimiento de una nueva oposición que, como las grandes creaciones de la humanidad en horas supremas, ha brotado de la nada, o de la cuasi nada, para iniciar un prometedor capítulo de la historia patria. La complicidad trocada en batalla electoral, las medias tintas convertidas en hazaña, la indiferencia en la parcela de las ideas transformada en debates del pensamiento, tales son las piezas de la figuración anunciada por el doctor Rodríguez como prólogo de la reforma constitucional, esto es, del colofón de un proceso que ha logrado cabalmente sus objetivos el domingo pasado debido al crecimiento de unos partidos inesperados, pero dirigidos por una nueva estirpe de políticos que, por fin, sintonizan con los problemas venezolanos y con las claves para su solución.
Una sintonía que le viene de perlas a la dictadura, no en balde fue propiciada en las anteriores elecciones de diputados. Para que no se sintiera la procacidad de la artimaña, es decir, la mole de un espeso manto destinado a ocultar una soledad desértica, incluyeron en las curules a un conjunto de parlamentarios procedentes supuestamente de la oposición, o figuras que en el pasado lo fueron de veras hasta cuando apostaron al negocio de la vista gorda, para transmitir una imagen de una cierta pluralidad que los disfrazara de tolerantes. La idea no deja de ser digna de consideración, debido a que transmite o pretende que se comunique la sensación del nacimiento de unas perspicaces corrientes que han comprendido las nuevas señales de la realidad y se han acoplado a su influencia. Mientras otras, debido a su intolerancia y a su ceguera bajo la dirección de MCM, persisten en una batalla sin cuartel contra Maduro. El plan se ha tratado de cimentar en las municipales, con el presidente de la AN en la vanguardia, para difundir una explicación de la realidad que beneficie a la dictadura mientras se desentiende de lo que realmente pasa con los deseos del pueblo.
Como saben los lectores sin necesidad de leer este artículo, se trata de una arquitectura ficticia que solo tiene la posibilidad de mostrar el frente porque el resto está o es hueco, pero es un plan en marcha que cuenta con la ventaja de presentarse con todas las ventajas y a través de los medios monopolizados por el régimen todos los días del calendario. Su rival es la consistencia de las corrientes que llamaron a la abstención con MCM a la cabeza para provocar una ausencia fulminante de votantes, pero tales corrientes tienen la debilidad que deviene del valladar gigantesco que les impide estar presentes físicamente: persecuciones, cárceles, amenazas, terribles acusaciones, por ejemplo. No pueden vivir entre nosotros en la casa o en nuestras calles para ser parte del vecindario. Terrible, porque solo así nos dirán cómo salir del agujero sin la ayuda de intérpretes. Sentimos y sabemos que están allí, nos consta, pero nos parece que no están disponibles porque no las podemos tocar. Es la dificultad o la distancia que aprovecha el lord de la AN para sus torcidos diseños de la realidad, con el soporte de especímenes como los nombrados al principio.