En la aldea
15 julio 2025

Venezuela: La obligación moral de resistir

Escapé de una tiranía criminal y escribo esto como testimonio y compromiso. No hay rendición posible cuando millones siguen bajo el terror. Hoy el régimen ya no finge: persigue, tortura y mata. Pero también está herido. Venezuela decidió ser libre y lo está demostrando. La diplomacia convencional fracasó. Ahora toca actuar con coraje, dentro y fuera del país.

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Pedro Urruchurtu | 15 julio 2025

La frase que titula este artículo -el primero que escribo desde mi escape- es mucho más que un eslogan. Es una forma de asumir la vida -y hasta más que eso cuando se decide, con determinación, enfrentar a una tiranía criminal-. La obligación moral de resistir poco o nada tiene que ver con aguantar de forma estática, a la espera de que algo pase. Tiene que ver, en realidad, con la idea de hacer todo lo que sea posible para lograr la libertad de Venezuela; o, dicho de otro modo, hacer que las cosas pasen. No hay espacio para la rendición ni para el acomodo. No hay puntos medios. No hay dudas. Es un compromiso y, sobre todo, una responsabilidad con quienes aún siguen bajo las garras del terrorismo de Estado.

Mucha gente de mi entorno todavía se pregunta por qué sigo en esto, ahora desde el destierro, como si más de 400 días de cautiverio en manos del régimen criminal no hubieran sido suficientes para renunciar a algo que parece imposible e improbable: liberar a Venezuela. ¿Cómo me rindo, si mi escape junto a mis compañeros es la evidencia explícita de que el régimen no es tan fuerte como nos hace creer? Mis ganas de continuar luchando no tienen que ver con lo que hacen ellos, sino con lo que podemos hacer nosotros, y cómo lo que hemos hecho, les ha propinado derrotas certeras en momentos claves. ¿Cómo digo que no hay nada que hacer, cuando ahora es que estamos haciendo dentro y fuera del país?

Nosotros no somos los mismos desde hace meses, pero el régimen tampoco. Jamás imaginaron que la inmensa mayoría construida por millones de héroes valientes que asumieron su libertad con determinación, sería capaz de utilizar los mecanismos convencionales de la política -como lo es una elección- para organizarse de forma no convencional y demostrarse a sí mismos, al propio régimen y al mundo entero lo que eran y son capaces de hacer, porque lo siguen haciendo. El régimen que simulaba hacer política, que aparentaba tener apoyo popular, que fingía tener el control y el reconocimiento del mundo, y que mentía con su falsa verdad, se quedó sin eso y sin mucho más. Hoy sólo tienen el miedo y el terror. Es su único pilar, pero un pilar con grietas.

En Venezuela hoy todo el mundo es terrorista, aunque se demuestre lo contrario. Por eso el régimen va contra cualquiera que les genere sospechas, esté entre ellos o entre quienes le adversan. También es un mensaje para quienes han decidido hacerle el coro a ese régimen creyendo que, por acomodarse a la tiranía, ésta no los tocará. Frente a una tiranía criminal que ya no disimula mostrarse como es, no funciona el apaciguamiento o la cohabitación; sólo funciona la verdad asumida como coraje y como fuerza.

El régimen hace todo por disimular sus grietas, a pesar de que todo lo que hacen para taparlas, las profundiza. No han podido explicar cómo nos escapamos, porque simplemente no saben cómo lo hicimos, pero lo hicimos frente a sus ojos. No se lo explican, pero, además, dudan entre sí. En su juego criminal asumen que no hay espacio para la vulnerabilidad, pero se saben más vulnerables que nunca. Y eso, para nosotros, es esperanza y oportunidad. Esperanza porque siempre hay razones para creer, pero oportunidad porque el liderazgo asume esas razones para actuar. 

Nadie duda que el mundo vive tiempos complejos, en los que cada contexto lucha por la relevancia. Cada causa que hoy se pelea en el mundo tiene una razón de ser. Venezuela no es la excepción, a pesar de los cuantiosos esfuerzos por los operadores de la normalización que buscan hacer creer que nada pasa, cuando todo está ocurriendo. Esos normalizadores, al margen de su motivación para hacer lo que hacen, pretenden decir al mundo que, frente a otros conflictos, el nuestro no es uno, como si Cuba, Rusia o Irán no tuvieran sus pies en Venezuela y como si la seguridad del hemisferio no estuviera seriamente amenazada.

Peor aún, pretenden decir que las actividades criminales y corruptas del régimen, sus vínculos con el narcotráfico y el terrorismo, son un invento, y que la población no sólo no está pasándola tan mal como se dice, sino que si eso ocurre es por culpa de quienes piden castigar a los que han sometido a la sociedad. Es un coro que a viva voz se tiñe de encuestadoras, opinadores, falsos candidatos y mucha mentira; un coro que tiene mucho dinero, dentro y fuera de Venezuela. 

Es paradójico que mientras más se hace visible la cara criminal del régimen -es decir, la real-, estos normalizadores hagan todo a su alcance para minimizarla y ponerle una careta de bondad a quien está persiguiendo, torturando y matando. Dicho de otro modo, mientras más terrorista es el Estado, más se empeñan los normalizadores en democratizarlo. Eso es moralmente inaceptable y por eso les molesta tanto que quienes hemos padecido en carne propia al régimen, no nos pleguemos a su mentira. Lejos de quebrarnos, nos han encontrado de pie, asumiendo un mandato que goza de legitimidad, que goza de apoyo y, más importante que todo eso, que es el correcto.

Los tiempos de la diplomacia convencional no son los tiempos de la premura de Venezuela. El rol del liderazgo es precisamente alinear esos tiempos y traerlos hacia la urgencia que implica concretar la transición a la democracia en nuestro país. Eso requiere de firmeza en los valores, de coordinación en los esfuerzos internos y externos, de pragmatismo en los incentivos y de claridad en lo estratégico. Dicho de otro modo, reúne la estrategia que engloba la causa, el liderazgo que la conduce y la organización que la ejecuta. Todo eso existe hoy y lo lleva a cabo María Corina Machado, acompañada del depositario de la soberanía nacional, que es el Presidente Electo Edmundo González Urrutia, junto a todo un país que ya decidió ser libre.

¿Qué implica la diplomacia no convencional? ¿Por qué la diplomacia convencional no funcionó con nosotros en la embajada y no funcionará para liberar a Venezuela? ¿Qué esperar de la comunidad internacional un año después de que los venezolanos hiciéramos todo lo que se nos pidió y seguimos luchando? Es parte de la reflexión en la próxima entrega.

Pedro Urruchurtu es politólogo y coordinador de asuntos internacionales de Vente Venezuela. Además, coordina las relaciones internacionales del Comando Con Venezuela, de María Corina Machado y Edmundo González Urrutia. Junto a cinco compañeros, fue rehén en la Embajada de Argentina en Caracas durante más de 400 días, hasta que logró escapar con ayuda de los Estados Unidos.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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