En la aldea
16 julio 2025

El enigma del Metrobusero

Su ascenso comenzó cuando el sindicalista Reinaldo García —vinculado a Cuba— lo reclutó para un curso de adoctrinamiento en La Habana. Al volver, lideró el sindicato del Metro. Lo demás es historia... y tragedia nacional.

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Zair Mundaray | 07 julio 2025

A los 28 años, la mayoría de las personas ya han logrado alguna trazabilidad que permita establecer de dónde vienen, cuáles son sus preferencias o inclinaciones laborales o académicas, ya tienen un pasado, breve pero constatable. No estamos hablando acá de prodigios como Alejandro Magno que antes de los 28 ya había conquistado militarmente amplios territorios o Mozart que ya había compuesto la mayoría de sus asombrosas melodías, o de Rimbaud o Pascal que prematuramente habían aportado al mundo gran parte de su obra. Estamos refiriéndonos a una actividad más modesta, al inicio o culminación de alguna carrera, curso, o actividad del saber, al desarrollo de un arte u oficio, la inclinación por algún deporte, postura política, ética, filosófica, en fin, algún camino andado que ayude a definir hacia donde va ese individuo. 

Antes de los 28 años, Rómulo Betancourt ya había fundado la Alianza Revolucionaria de Izquierdas y escrito el Plan de Barranquilla como una suerte de plan país, desde los 19 ya había estado preso por órdenes de Juan Vicente Gómez, es decir, su vida estaba enrumbada hacia la política de forma incuestionable. 

Luis Herrera Campins es otro ejemplo de trazabilidad de juventud. Antes de los 28 ya había estudiado derecho, había trabajado en El Impulso y la revista Surcos, se había involucrado a tiempo completo en el movimiento estudiantil y había estado preso en la cárcel Modelo por sus opiniones políticas. 

Ni hablar de Rafael Caldera, quien se graduó de abogado a los 22 años y esa temprana edad ya había escrito un proyecto de ley del trabajo, había sido funcionario ante la OIT y profesor universitario. Por supuesto ya estaba participando activamente en política. 

Carlos Andrés Pérez no se queda atrás, antes de los 28 años ya era militante de Acción Democrática, había trabajado al lado de Rómulo Betancourt, estudiado derecho en Venezuela y Colombia fue diputado de la Asamblea Legislativa del Estado Táchira y al Congreso de la República. Ya había sido perseguido político, preso y expulsado del país. 

Conste que no hay ninguna visión clasista o excluyente en estos ejemplos, algunos de los mencionados venían de los estratos menos favorecidos de la población, con mucho esfuerzo y sacrificio familiar, se abrieron paso para forjar su futuro. Incluso, el gran destructor de Venezuela, Hugo Chávez Frías antes de sus 28, a pesar de las diversas versiones o matices de su accionar, es constatable que hacía parte de la fuerza armada nacional, a la que luego implosionó, pero ese es otro tema. 

A estas alturas se preguntará quien me lee, porqué he tomado los 28 años como hito de este relato, pues es muy sencillo, fue a los 28 años cuando es verificable que Nicolás Maduro pertenece a “algo”, de ahí hacia atrás todo es opaco, no constatable, no se sabe siquiera donde nació, la poca información disponible es producto de relatos inconexos o de sus propios cuentos, sin que haya posibilidad de conocer a ciencia cierta a que se dedicaba. Fue el 21 de febrero de 1991, a sus 28 años, cuando recibió su certificación como Operador de Transporte Superficial (OTS) del Metro de Caracas, es decir chofer del Metrobús. Sin embargo, es precisamente en el Metro, en el que el destino tuerce los caminos y lo lleva desde el pésimo funcionario hacia el oportunismo chavista, lo demás es historia.

“Préstame mil”.

Desde hace algún tiempo, cada vez que me encuentro con personas vinculadas al Metro de Caracas me he tomado la tarea de preguntar por Maduro, así he venido recopilando alguna información que permite comprender algo sobre el oscuro personaje. 

Quienes disfrutamos de la maravilla que fue el Metro de Caracas en sus inicios y hasta bien avanzados los años 90, podemos dar fe de la amabilidad y preparación de su personal. Funcionarios impecablemente trajeados siempre dispuestos a orientar y a apoyar a quien lo requiriera en un ambiente con envolvente música clásica, obras de arte en las paredes y pasillos, limpieza y eficiencia. El Metro, fue un espacio de primer mundo en medio de una caótica pero fascinante ciudad como Caracas. Dos requerimientos distintos se tenían para ingresar al Metro en esos años, para ser operador, es decir, los que están en el sistema subterráneo en diferentes posiciones, el mínimo exigido era bachiller, aunque muchísimos tenían estudios superiores y hasta postgrados. Sin embargo, para ser operador de transporte superficial (conducir el Metrobús), la exigencia era de tener tercer año de bachillerato aprobado y hacer un curso de conducción en la empresa. 

De ahí surge la interrogante de si Maduro es realmente bachiller, pues los bachilleres siempre optaban por ser operadores, ya que tenían mejores sueldos y posibilidades de ascenso a supervisores, subintendentes, intendentes, etc. Por ello, varios de entrada dudan que Nicolás tuviera título de bachiller, pues no era usual que los bachilleres empezaran carrera como “OTS”. 

Pero hay una constante entre quienes le conocieron en esa época de chofer, a diferencia de la mayoría de los trabajadores del área, llegaba tarde, vestido de forma incorrecta, era incumplido con sus obligaciones laborales y constantemente tomaba reposos y licencias que incluso lo llevaron al borde la destitución en varias oportunidades, salvándose a partir de “contactos”. La irresponsabilidad de Maduro no es nueva, me dicen, siempre fue irresponsable e informal con sus deberes, despreocupado y convertía cualquier situación en una broma. 

Pero si algo lo distinguió en su paso por el Metro, fue su hábito de pedir prestado pequeñas cantidades de dinero al resto de sus compañeros, por eso algunos le bautizaron como “préstame mil”. Con ese dinero, se le veía frecuentemente acudiendo a las tradicionales vendedoras ambulantes de los alrededores del metro para comprar empanadas, jugos o maltas para desayunar antes de tomar el autobús que le correspondía conducir en Propátria, Los Cortijos o Bellas Artes. Nadie informó que Maduro fuera un eficiente y responsable trabajador, pero ¿cómo llegó un reposero frecuente a la política?, bueno es ahí donde aparece un sujeto de nombre Reinaldo García, quien tuerce el destino de Nicolás, y probablemente de la República. 

Reinaldo García es el típico sujeto de izquierda radical que se encontraba dentro de las instituciones democráticas. Militante de todas las formas antisistema, cuestionador amante de la revolución cubana y su modelo, quien en los años 90 lideraba el sindicato del Metro. En un artículo de 2018 que publicó en Aporrea, cuestiona él mismo: 

La ética y la mística de trabajo en el Metro de Caracas fue un factor de primera línea en los años 80. La abnegación y la disciplina eran fundamentales para cada uno de sus trabajadores (as). En las distintas áreas como eran operaciones y Metrobús la prioridad era seguridad, confort y atención al público, estaciones impecables, equipos en pleno funcionamiento; usuarios y personal respetuoso a las normas. Coexistía dentro de las instalaciones un movimiento sindical controlado por los propios trabajadores, allí confluían diferentes corrientes del pensamiento de izquierda revolucionaria que para la época la turbulencia política de la 4ta República en decadencia hacía el llamado histórico para la participación en los futuros cambios que se avecinaban.

(…) Hoy observamos con indignación como se violan los derechos laborales y se persiguen a los trabajadores y a las trabajadoras. La corrupción galopante, la negligencia, la incapacidad, la impericia y el abandono es el día a día del que fue ejemplo del país de manera nacional e internacional. Hoy nos arropa el mugre mental, que es el peor pues a quien no le duele el país no puede ostentar a altos cargos y menos el que conduce a diario a centenares de familias a sus hogares, trabajos y centros de estudios.

García es el responsable de haber reclutado al movimiento sindical a un reposero insigne e irresponsable como Maduro En esos años, ya estaba en contacto con Cuba, y logró enviar a un contingente de sindicalistas a cursos de formación castrista en ese país. Algunos me dicen que Maduro, al hablarle de viaje gratis, no tener que trabajar durante un tiempo y aprovechar el fuero sindical, se alistó a participar, con poco o nulo conocimiento ideológico sobre el tema. Nadie sabe que vio Reinaldo García en el personaje, pero ese es justo el momento en que un ineficiente chofer del metrobús, empieza a ser adoctrinado por el poderoso aparato ideológico cubano. La democracia no lo vio venir, y permitió que dentro de las instituciones, se gestara un movimiento que buscaba acabar con la democracia. 

Maduro llegó de Cuba a liderar el sindicato luego de enfrentar incluso a una facción interna que pretendía su destitución, alegando las constantes faltas, reposos y comportamiento irresponsable. Una vez más García lo salvó. Dentro de esa camada sindical del Metro también estaba Francisco Torrealba, sempiterno ministro del trabajo y parlamentario del PSUV, quien en aquellos años vivía alquilado en una habitación al llegar desde el interior a Caracas, era operador del sistema y desde ahí saltó a presidente del Instituto Nacional de Ferrocarriles y luego a ministro, y hoy ostenta una mansión digna de un magnate según los que han estado ahí.

De no haber sido reclutado desde el Metro para ir a Cuba, Maduro probablemente estaría hoy jubilado cobrando una mísera pensión, aún pidiendo prestado a sus compañeros y excompañeros para desayunar empanadas, no sería rico ni poderoso, tampoco hubiese hecho tanto daño a los venezolanos y a la humanidad.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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