¿Por qué tú? Es una pregunta que al verbalizarse, automáticamente, hace aparecer un espejo que exige le respondas. Supongo que, al exponer nuestro abanico de redes sociales, pensamos que sí, que estamos en lo cierto, porque de lo nuestro sabemos, y cuando estamos en línea, solo buscamos practicar el necesario y sano ejercicio de compartir ideas. Luego, entre argumentos y pataletas, nos ganan el ego y la soberbia, y en vez de criticar lo nuestro, pasamos a criticarlo todo, así, a mansalva, todo el tiempo, todos los días. Entonces la ira, «tan común entre críticos menores», como dijo Ray Loriga, nos gana la jugada.
¿Cambia el sentido del párrafo si estuviese escrito en tercera persona?
Hablas de cine, música y literatura, con la misma soltura que de geopolítica, feminismo y depresión; das tips para evitar el suicidio y publicas fotos incendiarias, que borras enseguida; filtras mensajes por el simple hecho de hacer bulla; disfrazas injurias con nombre y apellido y te retratas frente al mundo con cara de pontificador*, arropándote en la bandera de la crítica para exponer tus sorpresas, tus prejuicios, tus complejos y tus alegrías.
—¿Por qué tú?
—¿Yo?
—Sí.
—Porque tengo un número aceptable de seguidores en Instagram.
Mientras tú das lecciones de política en X, los demás suben selfies y viajes en Instagram.
Mientras tú explotas las capacidades de la consciencia con las herramientas de comunicación a nuestro alcance, los demás se aplican filtros en de los pies a la cabeza.
Haciendo scroll termina la Caracas de Maduro y empieza el Washington de Trump, o el México de Sheinbaum, la heredera de López Obrador. Ahora las pantallas no hablan de la guerra de Rusia contra Ucrania, sino del conflicto entre Israel e Irán. Entonces depende de tu dedo limitar las fronteras e hiervincular tragedias, en miras de construir un mundo más ordenado.
Adiós a la crítica, y que no se diga que no lo intentaste. Porque vaya que es ardua la tarea de amarrar la bilis al ego (o viceversa), sobre todo cuando cada red te obliga a un formato distinto.
En tu última publicación, subiste una foto mirando el horizonte, y en la leyenda, escribiste que le preguntaste a la nada qué nos depararía el futuro, y la nada te replicí que, por ahora, años muy grises. Linda historia, pero falsa, porque el horizonte no sabía, ni sabe nada. Y tú tampoco.
Del futuro nadie sabe. Y de nosotros, apenas el reflejo, siempre expuesto a esa nada que somos todos, los que compartimos tus inquietudes, y los que no.
*Pontificador: m y f. Persona que se levanta todos los días con la certeza de tener la razón y se envalentona en las teclas para dictar cátedras misceláneas sobre lo que está bien y lo que no. Luego se besa los deditos porque el post le quedó lindo.