En Venezuela, ya no se juega solo en la cancha. También se juega —y mucho— en las sombras del poder. Una reciente investigación de Transparencia Venezuela (en el exilio) revela que el baloncesto profesional se ha convertido en otra pieza dentro del engranaje autoritario que domina el país. La Superliga Profesional de Baloncesto (SPB), lejos de ser solo un torneo deportivo, es hoy un espacio ocupado por diputados oficialistas, altos mandos militares, magistrados y empresarios vinculados a tramas de corrupción y represión.
El informe, titulado «Una canasta llena de nombres influyentes (e incluso temibles)«, traza con rigurosidad el mapa de poder que se ha adueñado de la dirigencia del básquet venezolano, una disciplina que alguna vez despertó orgullo nacional.
La cancha y los sótanos: el horror del Helicoide
Uno de los hallazgos más escalofriantes es la utilización del gimnasio Elio Estrada Paredes, ubicado en el Helicoide, como sede de partidos oficiales de dos clubes de la SPB: Pioneros del Ávila y Spartans del Distrito Capital.
El Helicoide no es un estadio cualquiera. Es uno de los centros de detención más temidos del país, sede del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin), y donde, según múltiples informes de organismos internacionales, se han cometido torturas sistemáticas contra presos políticos. Mientras se juegan partidos en su gimnasio, en los pisos inferiores se interroga, se humilla y se reprime.
“Esto es un absoluto y completo horror. Mientras los jugadores encestan… en los pisos inferiores encienden la electricidad y llenan los tobos de agua para los interrogatorios”, declaró Rafael Uzcátegui, defensor de derechos humanos.
Red de poder: nombres, cargos y silencios
La SPB está hoy controlada por una élite político-militar que mezcla intereses partidistas, ambiciones económicas y, en algunos casos, historial represivo.
Entre los nombres más destacados figuran:
- Hanthony Coello, presidente de la Federación Venezolana de Baloncesto y diputado del PSUV. Antes dirigió el club Guaiqueríes de Margarita, dejando deudas salariales y cuestionamientos.
- Alexander Granko Arteaga, coronel de la Guardia Nacional Bolivariana y figura clave de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM). Dirige, a través de su entorno, a Gladiadores de Anzoátegui.
- Leonel García Rivas, jefe de Inteligencia Estratégica de la Policía Nacional Bolivariana, vinculado a los Spartans del Distrito Capital por medio de su esposa.
- Juan Carlos Cuencas Vivas, magistrado suplente del Tribunal Supremo de Justicia, representante legal de Centauros de Portuguesa y relacionado con causas judiciales por corrupción transnacional.
- “Mimou” Vargas, diputado del PSUV y presidente de Frontinos del Táchira, vinculado a programas oficiales que han sido denunciados por colaborar con bandas armadas.
Detrás de las camisetas, los tableros y los balones, hay operadores políticos, represores, jueces y empresarios que usan el deporte como fachada de legitimidad, plataforma de negocios y espacio de propaganda.
El deporte como extensión del poder
Lejos de ser un caso aislado, esta cooptación del baloncesto forma parte de una estrategia más amplia: utilizar el deporte como herramienta de control social, lavado de imagen y mecanismo de distribución de favores.
Lo mismo ocurre con otras disciplinas. Como muestra, el reportaje «El otro juego sucio: fútbol venezolano, poder político y negocios oscuros«, publicado por La Gran Aldea con base en la invesigación de Transparencia Electoral, documenta un fenómeno similar dentro de la Federación Venezolana de Fútbol: elecciones bajo presión estatal, opacidad absoluta, y un presidente con vínculos contractuales con PDVSA.
Una política sistemática: de la cancha a la cultura
El patrón se repite: en la música, en la academia, en los sindicatos, en las universidades. La lógica de control se ha trasladado a todos los rincones de la vida pública. No se trata solo de corrupción. Se trata de construir poder, eliminar disidencia, ocupar espacios simbólicos y generar redes de fidelidad.
Como advierte el informe de Transparencia Venezuela, el deporte ha dejado de ser un terreno de encuentro y superación colectiva para transformarse en un tablero más donde se juega el proyecto autoritario.
No es solo deporte
La pelota sigue botando. Pero quienes la impulsan no siempre visten uniforme deportivo. Muchos llevan trajes militares, bandas partidistas o togas judiciales. Y lo que está en juego no es un campeonato, sino el modelo de país.
Cuando la represión se esconde detrás de un triple, y el lavado de imagen se ejecuta con una tabla de posiciones, lo que ocurre en la cancha ya no puede ser entendido solo como un juego.
Es hora de mirar el marcador completo.