El fútbol, con su poder de convocatoria y emocionalidad masiva, ha sido utilizado históricamente por regímenes autoritarios como una herramienta de propaganda y control. En Venezuela, el chavismo no ha sido la excepción. Muy lejos de la épica deportiva, hoy el balompié nacional aparece como una pieza más del engranaje de poder político, opacidad financiera y redes de corrupción. Así lo denuncia una reciente investigación de Transparencia Venezuela en el Exilio, que expone con nombres, cifras y conexiones cómo la estructura del fútbol profesional está hoy profundamente entrelazada con el poder político y económico del madurismo.
De Esquivel a Giménez: del escándalo global a la captura total
La detención en 2015 de Rafael Esquivel, entonces presidente de la Federación Venezolana de Fútbol (FVF), en el marco del escándalo de corrupción de la FIFA, marcó el inicio de una nueva era. Pero lejos de un proceso de depuración institucional, la FVF entró en una etapa aún más opaca y politizada. El cargo quedó finalmente en manos de Jorge Giménez Ochoa, un joven empresario de 37 años sin trayectoria futbolística reconocida, pero con profundos vínculos con el poder: es cercano a Delcy Rodríguez, ha estado involucrado en negocios con PDVSA, los CLAP, y ha sido parte del llamado Delcygate, aquel episodio que en 2020 lo ubicó a bordo del avión sancionado que aterrizó en Madrid.
Tal como reveló La Gran Aldea en su investigación de 2023 («Jorge Giménez, más que un bolichico: el nuevo modelo del madurismo«), Giménez encarna un nuevo perfil de operador del régimen: joven, tecnocrático, flexible, hábil para las relaciones públicas internacionales, y parte de una red que combina negocios, poder político y legitimación institucional. Un “ahijado” del chavismo con padrinos peligrosos.
Federación, partidos y petróleo: un triángulo impune
La investigación de Transparencia Venezuela subraya cómo la FVF ha perdido toda independencia frente al poder político. Su primer vicepresidente es Pedro Infante, también vicepresidente de organización del PSUV y figura clave del aparato partidista. Giménez, por su parte, ha sido señalado como deudor de más de 1.200 millones de dólares a PDVSA y aparece vinculado a tramas de corrupción que tocan incluso al exministro español José Luis Ábalos y al empresario Víctor de Aldama, hoy investigado por la Guardia Civil de España.
Lejos de desmarcarse, el propio Giménez reconoció públicamente a Delcy Rodríguez como su “jefa”, y en diciembre de 2023, en un acto con Nicolás Maduro, no solo le prometió la clasificación al Mundial 2026 sino también celebró su “reelección” y lo llamó “padrino” de la Vinotinto.
Clubes, militares y represión: el campeonato paralelo
El informe también revela cómo clubes históricos del país están hoy controlados por operadores del chavismo. El Deportivo Táchira, por ejemplo, es propiedad del Grupo JHS, encabezado por Jorge Alfredo Silva Cardona, exsargento vinculado a Diosdado Cabello, que maneja empresas mineras y petroleras con sedes en Venezuela, Panamá y Colombia.
Peor aún, el UCV Fútbol Club —que nada tiene que ver administrativamente con la Universidad Central de Venezuela— está asociado al coronel Alexander Granko Arteaga, uno de los represores más temidos de la DGCIM, sancionado por EE.UU. Su esposa figura como accionista del club y el equipo es patrocinado por el Team Espartanos, emblema de la maquinaria represiva chavista. En febrero de 2025, este equipo jugó la Copa Libertadores portando en su camiseta el casco gladiador que simboliza a ese cuerpo de seguridad. Todo, en medio de denuncias de propaganda política durante los partidos.
Elecciones amañadas y estructura clientelar
El control chavista no se limita a lo económico o institucional. La investigación denuncia que las elecciones internas de la FVF son realizadas en secreto, con reuniones nocturnas de algunos clubes, exclusión de otros y manipulación directa desde el poder central. La estructura de votación indirecta —clubes y asociaciones estatales— permite una cooptación total del sistema federativo. Así, las promesas deportivas de Giménez a Maduro no son casuales: son parte de un engranaje de fidelidad política.
La pelota como máscara
Venezuela sigue siendo el único país de Sudamérica que jamás ha clasificado a un Mundial adulto masculino. Aunque en 2025 mantiene una remota posibilidad a través del repechaje para 2026, la clasificación sería más mérito de un nuevo formato con 48 selecciones que de una transformación profunda del fútbol venezolano.
En el fondo, el deporte se ha convertido en un instrumento de legitimación de una dictadura que busca lavarse la cara dentro y fuera del país, mientras su estructura federativa sirve como plataforma para negocios, pactos de impunidad y propaganda. El juego está arreglado, y la cancha, como el país, inclinada al poder.
Este artículo fue realizado a partir de la investigación “El fútbol venezolano: entre un poderoso ahijado y varios padrinos” de Transparencia Venezuela en el Exilio, y el trabajo periodístico de La Gran Aldea publicado el 9 de junio de 2023.