En la aldea
02 junio 2025

El escritor argentino Jorge Luis Borges fotografiado por Eduardo Comesaña (1971)

Borges, el azar y nuestra ansiedad

«Ahora no pienso en un tema y busco metódicamente soluciones en Borges; ahora caigo en el abatido letargo de un revoltillo de preguntas y entonces leo al maestro»

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Federico Vegas | 01 junio 2025

Los libros de Borges son mi enciclopedia y evangelio. No necesitan orden alfabético ni esa antipática macropedia, micropedia y propedia de la nueva Británica; constituyen un cosmos inabarcable que propicia alegrías, sorpresas y hasta sustos provechosos. Cuando quiero solucionar una duda existencial, o hurgar en su significado, abro al azar sus obras completas editadas por Emecé Editores, leo con ceño y pose de monje ilustrado, y siempre encuentro un texto que me guía, e incluso, dilemas aún más incitantes. 

Más que para corroborar certezas, Borges es un tesoro para encontrar estimulantes posibilidades. Aunque él mismo nos advierte que “el ejercicio de la literatura puede enseñarnos a eludir equivocaciones, no a merecer hallazgos», suelo caer en la trampa de sentirme más sabio al leer sus geniales analogías. ¡Dulce vanidad la de estar orgulloso por coincidir con ideas que jamás antes pensamos! 

He encontrado que mi nivel de fanatismo se presta a los hallazgos por azar. Si lees y recontra lees un mismo autor terminará formando parte de tu vida y sus desconcertantes casualidades. Ofrezco un ejemplo. Una vez estuve investigando sobre Flaubert y su búsqueda incesante de la “mot juste”, y encontré que Flaubert detestaba repetir una preposición en una misma frase. Evitaba escribir, por ejemplo: “De La Florida recuerdo una casa de Villanueva de los años cincuenta”. Inmediatamente me pregunté: “¿Repite Borges una misma preposición? ¿Le preocupa hacerlo?”.

Juro que abrí uno de sus libros como esos pecadores que dejan a la suerte y a la Biblia la solución a sus búsquedas o a sus culpas.El grueso tomo se abrió justo donde comienza El milagro secreto,uno de los cuentos de su libro Artificios, y comencé a leerlo con devoción. ¡No lo podía creer! En las primeras cuatro líneas aparece diez veces la preposición “de”: 

La noche del catorce de marzo de 1939, en un departamento de la Zeltnergasse de Praga, Jaromir Hladik, autor de la inconclusa tragedia “Los enemigos”, de “Una vindicación de la eternidad” y de un examen de las indirectas fuentes judías de Jacob Boheme, soñó con un largo ajedrez. 

Me costaba entender su insistir, apenas comenzando el cuento, con esa misma preposición (una decena), una repetición que resultaba tan pesada, tan poco natural. Más desconcertante, incluso milagroso, me resultó el final del cuento.

Jaromir Hladik va a ser fusilado. El sargento vocifera la orden final, y entonces, en ese instante, el universo físico se detuvo. Hladik no puede moverse, pero, durante un año (que transcurre en el tiempo que le toma a la bala llegar a su cuerpo) pensará y observará mil cosas. Extraigo dos párrafos de una página que me resultó de una extensión estremecedora:

De la perplejidad pasó al estupor, del estupor a la resignación, de la resignación a la súbita gratitud.

Minucioso, inmóvil, secreto, urdió en el tiempo su alto laberinto invisible.

El último de sus pensamientos, justo antes de morir, me dejó helado: 

Descubrió que las arduas cacofonías que alarmaron tanto a Flaubert son meras supersticiones visuales, debilidades y molestias de la palabra escrita, no de la palabra sonora… Dio término a su drama. La gota de agua resbaló en su mejilla. Inició un grito enloquecido, movió la cara, la cuádruple descarga lo derribó.

¿Acaso no es lícito pensar que Borges escribió este cuento maravilloso para demostrar que Flaubert estaba equivocado, o atrapado en su obsesión, y que yo escogí, por un milagro secreto, el texto justo para no olvidar jamás las libertades que nos otorga una sabia irreverencia?

Pero no pretendo obligar a mi lector a creer en las leyes de mi propio azar. Además, quizás no importa qué viene primero, si el deseo, el hallazgo, la confirmación o una duda con más aguijones. Lo cierto es que a partir de mi aceptación de Borges como base de mi liturgia he intentado azares algo más laboriosos. Por ejemplo, al tener una duda, no espero encontrar la referencia mágica para una posible solución con solo abrir el libro; ahora estoy bien dispuesto a leer durante toda una mañana, o varias mañanas y varias tardes, hasta que ocurra el encuentro entre lo que a mí me preocupa, o angustia, y a Borges le divierte, o atrae. El campo de acción se ha ido haciendo más amplio y, al mismo tiempo, mis preocupaciones van siendo cada vez más constantes y homogéneas al extenderse sobre ese trágico y estanco devenir que es Venezuela. 

Debo aclarar que ahora no pienso en un tema y busco metódicamente soluciones en Borges; ahora caigo en el abatido letargo de un revoltillo de preguntas y entonces leo al maestro, seguro de que voy a ser sorprendido por una voz que me habla sobre nuestro presente desde ese futuro que nos ofrece el pasado.

Los ejemplos que voy a compartir proceden de los llamados Textos recobrados, escritos que Borges alguna vez publicó, pero no habían sido editados en un libro.

I

Entre mis persistentes desasosiegos resalta la pregunta de por qué pierdo el tiempo escribiendo sobre nuestra interminable tragedia. 

Borges, en una entrevista realizada en 1945, responde a la pregunta, “¿Por qué escribe usted?”:

Porque no puedo no escribir, sin ese peculiar sentimiento de desventura que engendran la cobardía y la deslealtad.

Cada hombre tiene su destino, más allá de la ética; ese destino es su carácter (hace dos mil quinientos años lo dijo Heráclito en el Asia Menor); ese destino es la ética secreta del hombre; así interpreto yo el apotegma que se lee en la falsa carátula de cada uno de los cuatro volúmenes de la Historia de San Martín: «Serás lo que debes ser, y si no no serás nada».

II

¿Tiene algún sentido lo que estoy viviendo al enfrentar y digerir la incertidumbre de un disparatado y nostálgico ir y venir que no llega a ser exilio?

Borges examina en 1946 el libro de Franz Werfel titulado Juárez y Maximiliano. Hacia el final de su breve texto escribe:

En el primer volumen de “Parega und Paraliponema”,de Schopenhauer, asombrosamente se lee que todos los hechos que pueden ocurrirle a un hombre, desde el instante de su nacimiento hasta el de su muerte, han sido prefijados por él. Así, toda negligencia es deliberada, todo olvido un rechazo, todo casual encuentro una cita, toda humillación una penitencia, todo fracaso una misteriosa victoria, toda muerte un suicidio.

No hay en la tierra un hombre que secretamente no aspire a la plenitud: es decir, a la suma de experiencias de que un hombre es capaz. No hay hombre que no tema ser defraudado de alguna parte de ese patrimonio infinito. 

Candorosamente pensaron los filósofos que el hombre solo aspira al placer; también aspira a la derrota, al riesgo, a la desesperación, al martirio…

III

¿Cómo podemos comprender los cambios que sufrió Venezuela entre el siglo XX y el XXI?

…Hace veinte años, pudo sospechar mi país que las indescifrables divinidades le habían deparado un mundo benigno, y reversiblemente alejado de todos los antiguos rigores… …Tan manso, tan incorregiblemente pacífico, nos parecía el mundo, que jugábamos con feroces anécdotas y deplorábamos “el tiempo de lobos, tiempos de espadas” que habían logrado otras generaciones más venturosas. Los poemas gauchescos eran, entonces, documentos de un pasado irrecuperable y, por lo mismo, grato, ya que nadie soñaba que sus rigores pudieran regresar y alcanzarnos.

Muchas noches giraron sobre nosotros y aconteció lo que no ignoramos ahora. Entonces comprendí que no le había sido negada a mi patria la copa de amargura y de hiel. Comprendí que otra vez nos encarábamos con la sombra y con la aventura. Pensé que el trágico año veinte volvía, pensé que los varones que se midieron con su barbarie, también sintieron estupor ante el rostro de un inesperado destino que, sin embargo, no rehuyeron.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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