En la aldea
12 abril 2025

No es votar, es elegir

Edmundo González Urrutia, María Corina Machado y la Plataforma Unitaria eligieron el único camino digno: no convalidar la trampa del 25 de mayo.

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Juan Miguel Matheus | 08 abril 2025

Algunos auxiliares de dictadores, esos que se han dedicado a justificar lo injustificable y a buscarle formas a lo informe, han decidido descalificar con insultos a los dirigentes opositores que han rechazado la farsa del 25 de mayo. Es curioso cómo intentan descalificar a quienes han asumido la única postura digna y coherente: negarse a participar en una pantomima diseñada por la dictadura para perpetuarse en el poder.

Entre esos “descalificables, poco pragmáticos” -piensan- se encuentran Edmundo González Urrutia, María Corina Machado y la Plataforma Unitaria Democrática, que han entendido que el voto es para elegir, no para avalar un régimen autocrático. Quienes los critican pretenden imponer la idea de que cualquier elección, por el mero hecho de celebrarse, es un acto democrático o un medio eficaz de lucha. Pero la realidad es otra. No puede llamarse elección a un proceso donde el resultado ya está decidido, donde los verdaderos contendientes son inhabilitados, perseguidos y excluidos, y donde el árbitro no es más que una extensión del régimen. Y menos aun poniéndose de espaldas al 28 de julio de 2024.

El voto y su significado constitucional: no es votar, es elegir

El derecho al voto es una de las expresiones más claras de la soberanía popular. En Venezuela, la Constitución establece que el sufragio debe ser libre, universal, directo y secreto. Pero, sobre todo, debe ser efectivo. Es decir, debe servir para que los ciudadanos decidan su destino y no para legitimar a quienes les han arrebatado su libertad.

Muchos de quienes hoy promueven la participación para el 25 de mayo no lo hacen con la convicción de que se trata de un proceso legítimo. Lo hacen con resignación, con la esperanza de que al jugar bajo las reglas del régimen puedan, quizás, obtener algún tipo de concesión futura. Pero esa postura es un error. Participar en elecciones fraudulentas no fortalece la democracia, la debilita. La reduce a una simple maniobra que solo beneficia a quien ya detenta el poder.

Por eso, quienes creen que la oposición debe participar a toda costa caen en una trampa. Se niegan a ver que el voto no es un fin en sí mismo, sino un medio para ejercer el derecho a elegir. Y cuando ese derecho es arrebatado, cuando las condiciones no existen y cuando la elección se convierte en una mera apariencia, el acto de votar pierde su significado político y constitucional. Más aún si la unidad ya ha decidido no participar.

La unidad y la traición a la causa democrática

Es cierto que la unidad es un valor fundamental en la lucha por la democracia. Pero unidad no significa sumisión ni aceptación de cualquier estrategia. La verdadera unidad está en torno a un propósito claro: el cambio político en Venezuela. Y ese cambio no vendrá de la mano de farsas electorales.

Quienes han decidido romper la unidad no son Edmundo González Urrutia ni María Corina Machado. Son aquellos que, de manera abierta o encubierta, han decidido hacer proselitismo por el simulacro del 25 de mayo. Son quienes han abandonado la causa democrática para prestarse al juego del régimen. Son quienes, bajo el disfraz de una supuesta estrategia realista, terminan sirviendo a los intereses de Maduro.

Causa pena ver a aquellos que han reducido el voto a un acto hueco y vacío, a una simple formalidad sin consecuencias de libertad. Da lástima verlos aferrarse a un espejismo, negándose a reconocer que solo un proceso verdaderamente libre puede reflejar la voluntad de cambio del pueblo venezolano.

El dilema es claro: el pueblo o la dictadura

La lucha en Venezuela no es una lucha entre facciones de la oposición. Es una lucha entre dos extremos, uno mayoritario y otro minoritario: el pueblo venezolano, que clama por libertad y cambio, y la dictadura de Nicolás Maduro, que pretende aferrarse al poder a cualquier costo.

Los que acusan a quienes se niegan a participar de la farsa electoral se equivocan de adversario. Al despreciar la posición de la verdadera oposición, terminan cayendo en las manos de Maduro como frutos maduros listos para ser recogidos. Se convierten en piezas útiles del régimen, en cómplices involuntarios –o quizás no tan involuntarios– de la perpetuación de la dictadura. La historia juzgará.

El camino sigue siendo claro: la unidad de la oposición debe construirse en torno a principios y objetivos firmes. Venezuela ya eligió. Edmundo González Urrutia es el presidente electo en el corazón del pueblo.

El país no quiere a Maduro ni a sus auxiliares. Quiere cambio. Quiere democracia. Y esa lucha no se libra participando en farsas. Se libra manteniendo la dignidad, la coherencia y la firmeza ante la dictadura.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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