En Venezuela existe una unidad real, tangible y poderosa: la unidad ciudadana. No es un concepto vacío ni una herramienta de manipulación, como algunos han querido imponer durante años. La UNIDAD de hoy es la fuerza del 90% de los venezolanos que, dentro y fuera del país, votamos el 28 de julio por Edmundo González Urrutia y María Corina Machado, ratificando lo que el 22 de octubre ya había quedado claro: la ciudadanía desplazó las viejas formas de ejercer la política, legitimó en las urnas un liderazgo y redefinió lo que significa estar unidos.
Siento la necesidad de abordar este concepto en la política de nuestro país y cómo ha sido utilizado como chantaje, especialmente en este momento en que el statu quo y los alacranes, al verse solos ante la farsa del 25 de mayo, comienzan a invocarlo.
Recientemente hemos visto aparecer «movimientos» y «coaliciones» en el espacio público, intentando proyectar una imagen de unión entre sectores y liderazgos. Alinean sus discursos, coordinan acciones y se presentan como varios grupos, pero utilizan una narrativa común con el fin de dar la impresión de que, más allá de sus diferencias, coinciden en querer y trabajar por el bienestar de la gente. Su táctica gastada la conocemos; lo que vendrá luego en la escena es que anunciarán una unión por el país, pero la metodología del chantaje que por años han aplicado no prosperará, y no lo hará porque la ciudadanía es consciente de que todo está planificado para polarizar, romper y quebrar al 90% con la intención de sostener al régimen.
Operan los mismos que han presionado para que la cohesión de un país entero gire alrededor de sus decisiones. Aunque por años impusieron esa realidad, ésta ha cambiado. Ellos no lo han entendido, o más bien lo comprenden perfectamente, pero persisten en la mentira al estilo del aparato propagandístico del régimen. Quizás piensan que, al repetirlo, el país entrará en su carril.
El 28 de julio marcó la reivindicación de una unidad genuina, no basada en la sumisión de un país a un grupo, sino en el liderazgo como reflejo de una ciudadanía consciente. Ese 90% que somos, unidos en la verdad, en la resistencia y en la lucha, comprendemos la magnitud de lo que está en juego y no claudicaremos ante la violencia, la propaganda polarizante, la posverdad o la normalización de las violaciones de derechos humanos.
Es falso que Venezuela esté atrapada en dilemas estériles. Los venezolanos no somos ingenuos ni manipulables. La realidad es que estamos unidos, conscientes y en resistencia. Y esa unidad no estamos dispuestos a negociarla ni a permitir que se diluya con las maniobras de un 10% que, junto al régimen, pretende perpetuar el colapso.
La gente observa cómo el statu quo habla de «unidad» mientras fracturan sus propias líneas partidistas y dividen sus organizaciones políticas. Adoptan la narrativa del régimen y se presentan como un supuesto término medio conciliador, desesperados por calar que en Venezuela hay un enfrentamiento de radicales, obviando mencionar los porcentajes: el 90% que resiste y el 10% que ellos representan. Sus discursos se contradicen y sus acciones los delatan.
La unidad hoy en Venezuela no es un lema para encubrir pactos ni un pretexto para ceder al régimen, es una realidad viva, forjada en una nueva conciencia individual y colectiva —como expuse en mi artículo «Conciencia y Resistencia»— que no se rinde y que no tolerará que el destino de Venezuela sea comprometido por unos pocos. Porque la verdadera unidad ya existe: es la del 90% que lucha y persevera.