En la aldea
05 marzo 2025

A la cultura organizacional del venezolano le sobra folklore

Exactamente, le sobra folklore y le falta realismo; eso afecta la manera en que ve y se relaciona con su liderazgo político. El ingeniero geofísico Alberto Rial ―vive actualmente en Monterrey, México― se ha reciclado en ensayista y escritor a partir, precisamente, de su aprendizaje con grupos humanos trabajando en la industria petrolera o en cualquier tipo de organización. ¿Cómo funciona culturalmente el venezolano? De la peor manera posible, sin duda. Afirma que no le ve por ninguna parte la vocación democrática que algunos historiadores dicen que tiene. Acaba de editar un libro, Amaneció temprano (Editorial Alfa, 2025) que merece la pena leerse.

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Sebastián de la Nuez | 04 marzo 2025

En la portada, aparece una gran foto de un niño de unos 7 años sentado sobre el capó de un enorme Pontiac del año 53. Ese niño es el autor de ese, Amaneció temprano, que no es solo nostalgia documentada ―aunque también― sino un ensayo fragmentado de anécdotas y pequeños relatos que van conformando el archipiélago de lo que Venezuela ha sido y de lo que ha venido siendo a partir de cierto periodo: un país fracasado. 

Hacen falta textos como este, como anteriormente han hecho falta los de Ana Teresa Torres o Tomás Straka, cada uno desde su particular universo. El universo de Alberto Rial tal vez sea más de andar por casa, pero una casa profusamente amueblada con ideas que van armando un país y vivencias que lo colorean. Rial dispone de una memoria frondosa, crítica, musicalizada.

¿Este es un libro que intenta examinar o sintetizar el «qué nos pasó»?

Sí, tiene algo de eso; en la parte titulada «Cambio de Tercio» cuento varias cosas, relacionadas todas con el país. Me dispuse a hacer algo de crónica, anecdotario, análisis político y comentarios sobre la cultura del venezolano. Ese capítulo es el qué nos pasó pero ya de una manera más explícita, más enfocada. Son las últimas treinta páginas o algo así. Es lo que yo, en realidad, quería escribir desde un principio.

Cuenta que desde hace tiempo asiste a los debates que organiza la Venezuelan American Petroleum Association (VAPA), un grupo de petroleros venezolanos que vive mayormente en Estados Unidos; todos los viernes, a partir de la pandemia, hacen un webinar. Allí se habla bastante del país pero temas como las motivaciones del venezolano o su vocación por lo autoritario no suelen tocarse. Como si no existieran. Se habla de la reconstrucción del país y sobre todo de su industria petrolera, pero no se toma en cuenta que toda reconstrucción se hace con gente, y esa gente tiene internalizada una determinada variable independiente, lo que determina su actitud, su desempeño. Así se llamó el primer libro de Rial, La Variable Independiente, que construyó en buena medida gracias a lo aprendido en Estados Unidos (un posgrado en Gerencia) y también al aporte de académicos de la Universidad de Los Andes. Todo enfocado sobre las organizaciones criollas, incluyendo partidos políticos. Después de salirse de PDVSA, estar un año trabajando en España y montar tienda propia como consultor, al regresar a Venezuela, se involucra en el naciente Factor Democrático. Todo eso fue aprendizaje.

A partir de la tesis del posgrado, nace en 1997 una primera versión de La Variable Independiente, su primer libro. Todo esto está mejor narrado, y pormenorizado de manera entretenida, en el libro. Lo cierto es que, a raíz de todo esto, dio clases o charlas en la Universidad Central (UCV) sobre esa teoría de la variable independiente (cultural) aplicada al tema organizacional del venezolano. Recuerda que la gente escuchaba y se entusiasmaba. «Pero creo que después lo pasaba al disco duro de las anécdotas y del folklore: aquello no podría ser una forma rigurosa de analizar la situación de Venezuela. De modo que quise hacer algo tipo ensayo: fíjense, de esta Venezuela que yo conté, miren lo que tenemos ahora: un desastre, una calamidad».

Esencialmente, ¿de qué hablas en el libro?

Hablo de lo que motiva al venezolano. Hablo del populismo, de la omnisciencia del caudillismo. Sí, es un qué nos pasó. También cuando hablo del revocatorio y del kino de Chávez: la gente va nariceada por el caudillo, quien dicta al ciudadano qué números pones… ¡Con cuánta ligereza se tomó eso! No, el pueblo venezolano no tiene vocación democrática alguna; como la mayoría de los pueblos latinoamericanos, hay un cierto barniz democrático, muy delgado, que se rompe en cuanto las cosas no empiezan a salir bien.

¿Hay una fatalidad en la sociedad venezolana? ¿La confianza puesta en María Corina Machado es del estilo de aquella de la cual disfrutó y se alimentó Chávez?

Sí, lamentablemente hay una especie de maldición. Lo ves en muchos países de Latinoamérica; aquí en México  hay una deriva hacia la izquierda y la gente, eventualmente, cae en la seducción, el dejarse llevar por el buenismo, el «todos somos iguales»; entonces se eligen estos personajes. Aquí en México hay una cosa parecida a la Quinta República, la llaman la Cuarta Transformación; y se ve lo de siempre: restricción de libertades, el Estado que engorda. La cosa va más lenta que en Venezuela pero va hacia allá. Cuando existe una cultura así, como la que tenemos nosotros en Venezuela, mesiánica, emocional, pues estamos condenados a caer en lo mismo.

¿Eso es históricamente comprobable?

En Venezuela, en ciento veinte años lo que hemos tenido son cuarenta años de democracia; lo demás: militarismo, golpes, guerras… Eso no habla muy bien de la sociedad. Cuestiono la vocación democrática de esa sociedad, y sí, tenemos una inclinación natural hacia gobiernos autoritarios que todo supuestamente lo resuelven. Tampoco tenemos muy claro el concepto «ciudadano». El ciudadano es un señor con muchos deberes, además de derechos. El Estado es una especie de papá. Somos dependientes del Papá Gobierno: no veo que eso haya cambiado.

¿En qué te fundamentas para decir que eso no ha cambiado?

En lo que uno vio durante los mítines de María Corina. Cómo la gente se va por el «tráeme a mi mamá, tráeme a mis hijos de regreso»; no, por ahí no va la cosa. Ella no te va a traer a tu hijo; ella lo más que puede hacer es crear unas condiciones para que el país se desarrolle y prospere de una manera razonable, pero no, la gente lo que quiere es la recompensa inmediata. «Yo quiero lo mío y lo quiero ya, no tengo paciencia».

El mexicano Enrique Krauze dijo en una entrevista: «Es que el venezolano desesperó de su democracia».

Me gusta esa frase. ¿Cómo demonios vas a vivir en una democracia, si una democracia es  ineficiente, lenta, las cosas tardan porque hay que discutirlas, hay que consensuarlas…? Debes tenerle paciencia pero, ay, ¡esperas la recompensa inmediata! Sí, la recompensa que nunca podrá cumplirse pero sí prometerse. Un iluminado, un caudillo, un Mesías, algo así, puede prometer eso para no cumplirlo jamás. Durante estos 25 años, obviamente, no se ha hecho ningún énfasis en el tema cultural, solo los estudios de pobreza, que tocan el tema de manera tangencial, pero me sospecho que no, que no hemos evolucionado a partir de aquel punto tan triste, cuando la gente optó por Chávez. Estamos ahí o tal vez un poco más abajo. No tengo mucho optimismo. Quisiera escribirlo pero tampoco uno puede ponerse pájaro de mal agüero; es decir, primero las Primarias, luego las elecciones del 28-J, después la demostración del fraude. Todo llegó hasta ahí. A partir de entonces se dejó en manos de Dios que el gobierno se cayera.

¿Cómo es eso?

Vas a las Primarias, las ganas. Después ganas las elecciones. Demuestras, además, que ganaste las elecciones. Entonces crees que el gobierno se cae solo… Pues no, no se cae solo. ¿Falta de sentido práctico y de realismo? Al gobierno hay que empujarlo, tumbarlo. Tenías que haber tenido una alternativa de fuerza, discutida, negociada, con las Fuerzas Armadas, no con mercenarios ni con Trump ni nadie más… Pero ese trabajo no se hizo. Y si se hizo, no funcionó. Ahora lo veo complicado. Esta gente tiene todas las intenciones de quedarse y, al menos en estos momentos, no hay suficiente fuerza para sacarlos.

***

La variable independiente es, simplemente, aquella que atañe a lo que las personas llevan internalizado, dependiendo de sus valores y creencias; Rial opina que la sociedad venezolana tiene una carga cultural que no ayuda. Fue la carga que hizo que votara ciegamente por el paracaidista que dio un golpe con las armas y los jóvenes que estaban bajo su responsabilidad. Utilizó contra el Estado los recursos que el Estado le había dado para salvaguardarlo. Un traidor, pues. 

―Pero la culpa de Chávez no es Chávez ―dice Rial― sino la gente que le dio su voto y apoyo por una cantidad de años, aun cuando se veía clarito quiénes eran él y los personajes que le rodeaban.

¿Tu opinión sobre el desempeño de María Corina Machado?

Creo que María Corina  ha tenido un discurso coherente, en el sentido de decir «esto no lo voy a hacer yo, esto lo vamos a hacer todos», pero la gente eso no lo oye, la gente lo que oye es «aquí viene mi líder que me va a resolver la vida»- Mi contribución a través del libro es mostrar, primero, el país que teníamos…  ahora, vean el país que tenemos. ¿Qué hicimos para tener esta desgracia de país? Solo en eso hay una contribución. Quien lea el libro, que lo motive un poco a pensar en lo que pasó y considerar lo que he dicho.

En el libro dices muchas cosas contadas, es decir, con sentido literal y literario del cuento. Eso atrapa. Pero, ¿hay algunas cosas dichas desde el resentimiento?

No hay resentimiento, sí reclamo. Ante el intento del chavismo de cambiar la Historia, uno tiene que decir lo que vivió y las verdades que uno sabe. Creo que vale la pena decir qué país había en los años cincuenta, qué país recibió a mi papá. ¡Mi papá me transmitió tanto! Hablaba de aquellos años, había dejado su familia atrás, en Canarias. Llegó tras siete años de cárcel en Tenerife, confinado por el franquismo; había perdido la guerra, huía del hambre y de la persecución. Un día estaba en Falcón, allá, en la península de Paraguaná, en un desierto, había conseguido trabajo como viajante… Me imagino esa depresión que me contó. Me imagino también lo que vivió aquella noche en un bar de Paraguaná: entras a tomarte una cerveza, estás en un país del que ni siquiera habrás escuchado hablar mucho antes de llegar; unos individuos te ven y te invitan a sentarte con ellos, que los acompañes. Resultan ser viajantes, igual que tú. Las petroleras, buenos clientes, rondan cerca.

Le dieron conversación a José Antonio Rial, el emigrante. Es decir, le dieron su amistad y el recién llegado olvidó la depresión, o la apartó, al menos. Más nunca se iría de Venezuela. José Antonio Rial fue un periodista de raigambre que trabajó y colaboró muchos años para El Universal, pero también se dedicó a la dramaturgia y mantuvo durante mucho tiempo un programa cultural en Televisora Nacional Canal 5. Entre otras novelas, que escribió y editó, hay una llamada Venezuela Imán. Hijo de gato caza ratón, aunque este libro reseñado acá no sea exactamente una novela.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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