En la aldea
05 febrero 2025

La forma de enfrentar una autocracia es con la unidad de los demócratas

Estos regímenes han modernizado los mecanismos de control político empleando una variedad de instrumentos que van, desde el uso de las redes sociales para propagar noticias falsas, hasta influir en elecciones.

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José Guerra | 05 febrero 2025

La autocracia es una forma de gobierno mediante la cual el poder lo mantiene una persona de manera absoluta, sea éste un monarca o un dictador, cualquiera sea la modalidad que se adopte. Esta es la definición clásica. No obstante, en el libro de reciente publicación-mediados de 2024- la afamada escritora estadounidense-polaca, Ana Applebaum, trata el tema desde una perspectiva más completa y comprensiva.

En el texto “Autocracy, INC, The Dictators Who Want to Run The World “ (La Autocracia SA, Los dictadores que quieren dirigir al mundo), Applebaum expone que las autocracias modernas no las maneja un hombre, sino que son más bien una especie de corporacion con un jefe, quien la dirige en todos sus ámbitos. Así, se trata de una organización especializada en el control político, con ideas anti liberales, usualmente cleptocrática, con unos servicios policiales potentes, redes de propaganda y usos de las tecnología de la información muy sofisticados.

Las autocracias modernas no tienen idolología definida. Un autócrata puede ser comunista, libertario o teócrata. Tal vez, el elemento común a todas ellas es el desprecio a los principios del liberalismo político, plasmados en la separación de poderes, elecciones libres, libertad de pensamiento, prensa y de asociación. Las autocracias de estos tiempos conforman una especie de internacional cuyo líder indiscutido es Xi Jinping, Presidente de China y Secretario General del Partido Comunista, secundado por Vladimir Putin. Alrededor de ellos orbitan un conjunto de presidentes y jefes de Estado de países como Irán, Venezuela, Cuba, Nicaragua, Corea del Norte, Bielorrusia, Sudan, Mali, Azerbaiyán, entre otros  y varios otros electos popularmente, pero a quienes incomoda, las formas democráticas de gobernar.

Esa internacional de las autocracias se socorre y apoya unos a otros, no solamente en aspectos tangibles como el los préstamos, evasión de sanciones, uso de sus tecnologías  para la represión, sino también para obtener impunidad global. Es de hacer notar que en las votaciones de la ONU, todos ellos lo hacen siguiendo una sola línea que traza Beijing o Moscú. 

De acuerdo con Applebaum, el maridaje entre dictadura y cleptocracia es un invento ruso desde que Putin tomó el poder y fue, primero eliminando uno a uno a sus enemigos, y luego consolidando un formidable poder económico, tras liquidar a Mikhail Khodorkoosky, el presidente de Yukos, la entonces compañía petrolera más grande de Rusia,  quien fue enviado a prisión por diez años y luego a campos de trabajo forzoso en Siberia. Yukos fue comprada por capitales desconocidos y luego vendida a Rosneft, propiedad del gobierno ruso.

Durante mucho tiempo, occidente se aproximó a China y luego a Rusia con la política de cambio a través del comercio, especialmente los alemanes, traumatizados por la Segunda Guerra Mundial y por la dependencia del gas y el petróleo ruso. Fue la misma política que comenzó con Nixon y Kissinger en su relación con China. Al final, Rusia y China se hicieron más autocráticas, mientras que varios países occidentales fueron copiando los modales rusos y chinos.

Las autocracias han modernizado los mecanismos de control político empleando una variedad de instrumentos que van desde el uso de las redes sociales para propagar noticias falsas e influir en elecciones como fueron los casos de la elección presidencial en  EEUU en 2018 y el referendo del Brexit, la prohibición de ONG que velan por los derechos humanos, las acusaciones de espías a cualquier ente o persona que coopere con organizaciones democráticas y en una política exterior tan cautivante como peligrosa: el respeto mutuo, la autodeterminación y la no interferencia. Con ello buscan aislarse para contar con impunidad y silencio ante su política interna de dominación.

Sobre este aspecto conviene citar al profesor y político uruguayo Dardo Rugeles cuando por 1960 afirmó que «la no intervención, que empezó con la defensa de las soberanías de los débiles, frente a la expansión violenta de la personalidad yanqui, se ha transformado en la garantía perfecta de las dictaduras miliares,  con un desenlace político tan decepcionante  que puede convertir la protección internacional de los derechos humanos, en protección internacional de los derechos del déspota».

La forma de enfrentar eficazmente una autocracia es con la unidad de los demócratas, no dejarse paralizar por el miedo y usar métodos de lucha no violentos, principalmente el voto, el enemigo más temible de los gobiernos autoritarios.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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