En la aldea
04 febrero 2025

García Márquez, el 23 de Enero y la democracia amenazada

Si el 4 de febrero de 1992, es un día de tristeza y vergüenza nacional porque se abrieron las puertas para el regreso del militarismo al poder, el 23 de enero de 1958 hay que recordarlo como un gran día de la alegría.

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Tulio Hernández | 23 enero 2025

Entre más tiempo pasa, y más dictatorial y militarista se torna el modelo político conocido como Socialismo del siglo XXI, más valoramos el significado del 23 de Enero. La fecha cuando, en el año 1958, los venezolanos se deshicieron de la dictadura presidida por el general Marcos Evangelista Pérez Jiménez, hecho que abrió las compuertas del primer gobierno venezolano de un civil democráticamente electo, que pudo llegar al final de su mandato sin que un golpe militar se lo impidiera.

Ese primer gobierno, el de Rómulo Betancourt, dio a su vez inicio, no lo olvidemos, al más largo período de continuidad democrática que ha logrado Venezuela —cuarenta años ininterrumpidos—, en un país azotado desde 1830 por largos y diversos gobiernos militares. Una excepción.

Aunque no tengamos memoria personal de lo que ocurrió por aquellos días, gracias a los recuerdos familiares, estudios históricos, crónicas periodísticas, a los documentales televisivos y cinematográficos y a los numerosos registros fotográficos de la gente en las calles celebrando con entusiasmo desbordante el fin de la dictadura, no nos queda duda alguna de que debe haber sido aquel uno de los momentos más felices, de mayor alegría colectiva, que la nación venezolana haya vivido en toda su historia.

No subestimamos, por supuesto, la importancia del 19 de abril de 1810, las revueltas que se formaron tras la muerte de Juan Vicente Gómez en 1935, o la celebración del triunfo en 1948 de Rómulo Gallegos, el primer presidente elegido en elecciones universales, directas y secretas, pero sin lugar a dudas la alegría contagiosa de aquel enero, el entusiasmo compartido, la unión entre activistas políticos, ciudadanos comunes, militares pro democracia, volcados a las calles con el mismo entusiasmo del legendario cuadro de Delacroix, La libertad guiando al pueblo, no tiene comparación. Por eso me gusta concluir que si el 4 de febrero de 1992, es un día de tristeza y vergüenza nacional porque se abrieron las puertas para el regreso del militarismo al poder, el 23 de enero de 1958 hay que recordarlo como un gran día de la alegría.

Entre los tantos testimonios de aquella epopeya todavía me conmueve leer, aunque ya lo haya hecho y citado muchas veces, varios de los textos que Gabriel García Márquez, para entonces un joven reportero colombiano que trabajaba en Caracas para la revista Momento, escribió de manera consecutiva en los días que siguieron a la rebelión. Son tres crónicas, “¡Buenos días, libertad!” y “Pueblo en la calle”, publicadas el 24 de enero de 1958, y “El clero en lucha” del 7 de febrero del mismo año. Los tres se encuentran recogidos en el libro Gabo Periodista publicado por la Fundación Gabo.

En “¡Buenos días, libertad!”, el joven reportero nos cuenta: “Estas líneas son escritas al amanecer de 23 de enero [de 1958]. No se oye un solo disparo en Caracas. El pueblo recupera la calle. Venezuela, la libertad. La prueba más evidente de que algo ha ocurrido esta noche es que estas líneas pueden escribirse. Este es el primer editorial que escribe la revista Momento desde su fundación”.

García Márquez, ya entrado en años, solía contar en público, tuve la suerte de escuchárselo en persona, que el momento de felicidad colectiva más grande, del que él hubiese formado parte alguna vez, fue precisamente en Caracas, aquel 23 de enero. En el mismo texto. lo explica con rigurosidad pedagógica: “Esta vez no se trata de un golpe de Estado. Se trata de una conspiración multitudinaria, en la cual, junto con un vasto sector de las fuerzas armadas, participaron los estudiantes, los trabajadores, los intelectuales, los profesionales, el clero, todas las fuerzas dinámicas de la nación: pueblo y ejército. De ahí la victoria”.

Sin embargo, es preciso recordarlo, especialmente a las generaciones más jóvenes, ahora que la conmemoración del 23 de Enero ha sido colocada en un lugar secundario, lo que vino después no fue ni fácil ni alegre. Luego de la instalación de la Junta de Gobierno presidida por el almirante Wolfgang Larrazábal, que garantizó la realización de las elecciones presidenciales ganadas en buena lid por Rómulo Betancourt, el candidato de Acción Democrática, comenzaron en Venezuela una serie de actos de violencia que trataron por todos los medios de acabar, otra vez, como lo habían hecho en 1948, fecha del derrocamiento de Rómulo Gallegos, con la democracia naciente.

Si alguien quiere entender el peso del militarismo-pretorianismo como el obstáculo mayor para la construcción de la democracia en Venezuela, puede revisar el libro Temporada de golpes. Las insurrecciones militares contra Rómulo Betancourt, donde el historiador Edgardo Mondolfi Gudat, explica cómo entre el 13 de febrero de 1959 y el 11 de marzo de 1964, fechas de comienzo y fin de su mandato, Rómulo Betancourt tuvo que enfrentar subversiones, asonadas, atentados, es decir, andanadas de plomo por ambos costados. Las que venían de la derecha extrema y las provenientes de la izquierda ultra. Pero en ambos casos, plomo disparado desde los cuarteles y con las armas que se supone, eran para defender a la nación como una unidad. No a una facción ideológica.

La saga de levantamientos militares comenzó en San Cristóbal en 1960 y llegó a su fin en 1962, cuando se produjeron los más cruentos de todos, conocidos como El Carupanazo y El Porteñazo. Para que tengamos una idea de lo que estaba en juego, es pertinente recordar que en las calles de Puerto Cabello quedaron más de 400 muertos y 700 heridos; treinta y dos guarniciones comprometidas con el levantamiento no respondieron, los insurrectos fueron sometidos, se quedaron solos en medio de una ciudad portuaria que olía a cadáver y pólvora, y así, cómo olvidarlo, la democracia nacía en medio de sangre y de odios con soldados de las mismas Fuerzas Armadas matándose entre sí.

Pero allí queda, vigilante y vigente, la frase de García Márquez sobre el espíritu del 23 de Enero, “…el pueblo recupera la calle. Venezuela, la libertad”, como una asignatura otra vez pendiente.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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