En la aldea
18 diciembre 2024

Javier Conde es el autor de Vidas Exiliadas

Vidas Exiliadas: el libro de un reportero de todos los días

El recién publicado libro del periodista Javier Conde reúne veintiún relatos de migrantes, tejidos con los hilos de la política y el fútbol. «Ese anhelo de vivir en democracia y en libertad también se expresa en casi todos los personajes que están en el libro»

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Redacción LGA | 18 diciembre 2024

Veintiún historias de «desarraigo y luchas políticas» forman parte de Vidas Exiliadas, el nuevo libro del periodista Javier Conde, colaborador de La Gran Aldea y reportero de larga trayectoria. Los relatos son fruto de su periplo migratorio por Bogotá, Montevideo y Galicia.

La primera nota publicada por Conde en La Gran Aldea fue a finales del año 2022, en ocasión del centenario del natalicio de Carlos Andrés Pérez, la primera de decenas a lo largo de ese par de años; algunas de las cuales están contenidas en Vidas Exiliadas, un libro que habla de exilios, de política, de fútbol y utiliza para ello los géneros del oficio periodístico: crónica, reportaje, semblanza, entrevista, artículos de opinión y el suelto, que definen, por su brevedad, como una suerte de llamada de atención, con tono editorial. Conde invita a leer Vidas Exiliadas – disponible en Amazon – con un sucinto texto inicial intimista, «suelto» quizás entre el despliegue de las otras piezas, que habla de su propio desarraigo.

El autor de Vidas Exiliadas comenzó su travesía inmigrante siendo un niño de 8 años. De una apacible aldea gallega al bullicio de Chacao, y desde hace una década es un migrante venezolano que ha podido seguir ejerciendo el periodismo -el reporterismo, dice él- en medios de Colombia, Uruguay y España.

En su libro están artículos publicados en El Espectador de Bogotá, El Observador de Montevideo, la revista Panenka de Barcelona, el diario Deia de Bilbao, El Progreso de Lugo, Papel Literario, la desaparecida revista Veintiuno, editada por Bigott, también en la revista Túnel de Montevideo y El Ucabista, además de varias piezas insertadas en La Gran Aldea.

Conde se inició como periodista en el diario El Nacional, a mediados de los años setenta, mientras cursaba sus estudios en la Universidad Católica Andrés Bello. Entró con el programa de becas del periódico fundado por Henrique Otero Vizcarrondo y su hijo Miguel Otero Silva que promocionó por años a jóvenes que incursionaban en el oficio. Después, al graduarse, se integró a El Diario de Caracas, rotativo que remozó el periodismo escrito en Venezuela. Su trayectoria profesional incluye varias vueltas a El Nacional, la jefatura de redacción del diario TalCual en su fundación y la dirección del diario 2001. Compaginó su actividad profesional con la dirigencia sindical al frente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa y – por años- fue docente de géneros periodísticos en su alma mater, la UCAB.

-“Me fui de Venezuela sin querer irme del todo”, se lee en la presentación del libro ¿Cómo se siente a una década de esa decisión?

– Fue una buena decisión. El recorrido por Bogotá, Montevideo y ahora en Galicia ha sido provechoso. He seguido haciendo periodismo, escribiendo quizás más que nunca y me he mantenido atento a lo que ocurre en Venezuela, como creo que evidencia Vidas Exiliadas, que recoge una selección de trabajos publicados durante esta última época, en diarios y revistas de Bogotá, Montevideo, Barcelona, Bilbao y Lugo (Galicia); además de portales venezolanos.

Es raro hablar de exilio cuando regresa al país donde nació, aunque salió de España muy pequeño ¿Cómo se siente ese regreso a donde todo comenzó? ¿Se siente extranjero? 

– Me siento venezolano, pero tengo también nacionalidad española, en ese sentido no he tenido que someterme a trámites burocráticos excesivos. La vida de los inmigrantes, que en mi caso comenzó en la niñez, te hace congeniar ambas perspectivas. Eres de aquí y de allá, y no me desagrada. Por el contrario, creo que el sentimiento nacional primario ha sido mal consejero en muchas ocasiones a lo largo de la historia. La mayor parte de mi vida ha transcurrido en Venezuela, donde estudié, me casé, me divorcié, tuve hijos y hablo el castellano con su acento, que es claramente mi acento.

– ¿Piensa en el regreso o siente que ya su vida está en otro lugar?

– Pienso en el regreso, no como algo obsesivo. Mi vida estará en el lugar donde me sienta bien y donde pueda hacer mi trabajo. Y en Venezuela, si ocurre el cambio político, que deseo, habrá mucho trabajo y, en particular, en el campo periodístico, donde los que mandan se han ensañado año a año. Volver a una redacción, aunque ahora se llevan menos, es ciertamente un sueño. Porque una redacción es un lugar creativo, donde de alguna manera todos somos iguales, más allá de los cargos que cada quien ocupe en una determinada circunstancia. La noticia no respeta jerarquías.

– ¿Piensa en Caracas ? ¿Qué extraña o recuerda cuando entra la nostalgia?

– Lo primero que extraño es el clima, que no era, como en otros países, una preocupación adicional. Me emociona pensar en volver a recorrer sus calles y ver amistades, aunque muchas de ellas también están fuera del país. El recuerdo más terco es el del aire liviano en que durante muchos años nos entendimos o parecía que nos entendíamos. Uno siente, o quiere sentir, que en verdad, a pesar del acecho de la inseguridad y la sensación de que las cosas no iban bien, nos salvaría esa ligereza benéfica del Caribe. Quizás aún nos pueda salvar. 

– Dice que en estos 10 años de exilio ha escrito como nunca ¿Es una forma de terapia, de desahogo o simplemente parte del oficio?

– La necesidad de ganarse la vida sin disponer de un quince y último o una alcancía suficiente. De manera que hay que producir y cobrar, aunque no pague todo el esfuerzo. Siento que con las horas de vuelo acumuladas puedo ser competitivo, nunca le tuve miedo a cualquier fuente o a los distintos géneros. Me gusta una barbaridad el oficio, aún con sus días malos y sin chispa.

¿Qué significa para usted este libro?

– Varias cosas, diría. Una forma de presentación aún a mi edad o a pesar de mi edad. Este soy yo y esto es lo que puedo hacer. Contar historias que puedan conmover a sus potenciales lectores, arrancar una sonrisa o despertar interés por algo, por alguien. A la vez creo que Vidas Exiliadas muestra a un periodista, es decir a mí, más maduro en lo que escribe y en lo que piensa y, además, comprometido con la lucha democrática y la libertad, sin que ello impida analizar los procesos con sentido crítico.

¿Qué ha tenido que aprender y desaprender en el exilio?

– Hay que aprender siempre a adaptarse a costumbres distintas, a otra gente que vivió otras experiencias sociales y políticas diferentes, más duras en el pasado de lo que vivimos en Venezuela. También se constata que las relaciones son clave para conseguir oportunidades profesionales y que el talento se aprecia un poco después, si cabe. Que hay que salir a la calle y ver qué pasa porque nadie te vendrá  a buscar, porque -y es lo difícil de asimilar en una edad mayor- nadie te conoce. La experiencia ayuda también a identificar con mayor rapidez a las personas que pueden echarte una mano y con las cuales puedes llegar a ser amigo. En mi recorrido por Bogotá, Montevideo y ahora España he cosechado unas cuantas amistades de verdad, también quizás porque las otras, las de antes, están en Buenos Aires, Santiago, Miami o Ciudad de México.

¿Cuál cree que es el común denominador de las historias más allá del exilio? En el libro habla de “unos hilos que se pueden percibir con nitidez”

– El exilio recorre el libro, también el periodismo como un oficio que te permite contar las historias que están allí. La política es otro hilo, porque me interesa como práctica, fui delegado estudiantil, dirigente sindical de los periodistas, y como interés profesional, porque esa fue la fuente de la que más me ocupé, entre muchas otras. Y, por último, el fútbol. Hay varias historias de personajes de ese mundo: Lázaro Candal, Damián Gaubeka, el mundial de los mil y un cuentos, el de Catar, que es un largo reportaje que publiqué en la revista Túnel de Montevideo.

Y, repito, creo que ese anhelo de vivir en democracia y en libertad también se expresa en casi todos los personajes que están en el libro: Carlos Alberto Montaner, Teodoro Petkoff, Carlos Blanco, Rómulo Gallegos, Jacobo Arbenz. Algunas de estas historias fueron publicadas inicialmente en La Gran Aldea, cuyo espacio y disposición agradezco muy de veras.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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