El desafío global que representa el cambio climático afecta de manera desproporcionada a comunidades rurales como Todasana, en Caruao, La Guaira. La dependencia de la agricultura para la subsistencia y el riesgo ante el aumento del nivel del mar son amenazas significativas.
Además, la escasa presencia de instituciones del Estado, la ausencia de políticas públicas locales y la falta de planificación y planes de desarrollo son factores históricos de exclusión que hacen de los pueblos rurales y afrodescendientes, poblaciones y zonas geográficamente vulnerables.
Justamente, por ese vacío en la generación de políticas y acciones de adaptación y mitigación al cambio climático estamos en la primera línea de impacto, debido a la relación que tenemos con la naturaleza como medio de subsistencia y entorno de vida. En contraste, las ciudades han tenido mejores oportunidades para el desarrollo, aunque esto no implique que éstas sean justas o equitativas.
En Caruao, una de las 11 parroquias de La Guaira, el pueblo de Todasana y otras comunidades afrodescendientes, experimentan los estragos del cambio climático. Un severo y prolongado periodo de sequía y aumento de temperatura, que comenzó en 2023, se ha extendido este año, con lluvias ocasionales que no han sido suficientes para preservar la cosecha y llenar los ríos.
A solo 100 kilómetros de Caracas los ríos se secan. La falta de políticas públicas efectivas y la ausencia de inversión social agravan la situación, limitando las capacidades de adaptación ante los desafíos del cambio climático.
Arraigado a la naturaleza
Se estima que en Todasana hay cerca de 600 habitantes. El dato, es una aproximación de la labor de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), porque, a la fecha, no es posible obtener información oficial sobre pequeños poblados.
La unidad administrativa más pequeña sobre la que se tiene datos es Caruao, la parroquia a la que pertenece Todasana. Caruao es una franja costera de la región centro-norte, caracterizada por diversos paisajes naturales como planicies costeras, valles, piedemonte, colinas y montañas, en donde la naturaleza es basta y megadiversa.
Este territorio limita al norte con el Mar Caribe, al este con el estado Miranda, al oeste con la parroquia Naiguatá y al sur con la cadena montañosa y el Parque Nacional Waraira Repano. El límite sur, además de ser una barrera natural, es una fuente crucial de recursos hídricos y biodiversidad para la región. Este parque es el pulmón verde y área de conservación del territorio.
Raíces afro
La historia afrodescendiente de Todasana se remonta al siglo XVII, cuando la diáspora africana fue esclavizada por los colonizadores españoles para trabajar en las plantaciones de cacao. Durante este periodo, la trata trasatlántica de personas africanas se instaló en Venezuela, llevando a la fundación de estos pueblos.
Hoy, territorios como Todasana son comunidades que se sostienen en una estrecha vinculación con la naturaleza, teniendo como medios de vida la agricultura, la pesca y recientemente el turismo.
“Nací con la ayuda de la señora Juanita Cristina Díaz, que ayudó a mi mamá en el alumbramiento, hace 72 años en Todasana, en un rancho con techo de gamelote y sin piso. Cultivo la tierra desde que tenía 6 o 7 años. Recuerdo que cuando cumplí 7 años, ya me habían enseñado cómo tenía que hacer el deshierbe del maíz. Mi papá, Ignacio Pantoja quien murió a los 105 años, siempre estuvo en la agricultura. Él me compró un azadón para que yo hiciera el trabajo”, cuenta José Pantoja, líder campesino de la comunidad, presidente del Consejo Comunal y también del recién creado Consejo Campesino.
Las formas de la construcción de la casa donde nació, elaborada con materiales nobles y mucha habilidad, su nacimiento con partera en casa ilustra el estilo de vida de pueblos afro como Todasana.
Este pueblo, a pesar de tener siglos de vinculación con la agricultura, tiene una escala productiva pequeña, siendo apenas una práctica de subsistencia.
“Aprendimos a trabajar la agricultura de forma dura, con el azadón y el machete. No hacemos trabajo de arado porque los terrenos a veces son inclinados y no permiten que una maquinaria funcione bien”, añade Pantoja.
El conuco es la unidad productiva familiar que asegura la subsistencia de decenas de familias en Todasana. Aunque algunos agricultores han logrado comercializar sus productos con compradores de regiones más urbanizadas, la mayoría depende de métodos tradicionales y herramientas manuales, sin el uso de maquinarias sofisticadas, riego o fertilizantes industriales.
Carmen Escobar, residente de la comunidad, afirma que el conuco les permite proveerse de lo que no pueden comprar. “Eso es importante para poder sobrevivir”.
Esta dependencia en la agricultura de subsistencia hace que la comunidad sea especialmente vulnerable a los impactos del cambio climático porque, por ejemplo, al alterarse los patrones de lluvia y verano se arriesgan las siembras que se planifican para ser regadas por lluvia.
El impacto en Todasana
El investigador venezolano Emiliano Terán explica que “el sistema dominante, de acumulación de capitales, de expansión y de crecimiento sin fin, ha generado unos impactos ambientales terribles que se suman a las emisiones de gases de efecto invernadero, lo que provoca todos estos efectos de cambio climático”.
Su posición es ratificada por instancias políticas y científicamente validadas como la Organización de Naciones Unidas (ONU): “El cambio climático se refiere a los cambios a largo plazo de las temperaturas y los patrones climáticos (…) desde el siglo XIX, las actividades humanas han sido el principal motor del cambio climático, debido principalmente a la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas (ONU)”.
Pero a pesar de la magnitud de este fenómeno y su impacto en Venezuela, la investigación en el país sobre el cambio climático es limitada. Terán sostiene que las instituciones gubernamentales y las científicas del Estado están en la obligación de generar reportes anuales. “Sin embargo, desde el año 2016, el gobierno no difunde esos datos. Se volvió a ver un reporte de este tipo publicado en el 2022, pero sin mayor fiabilidad de los datos”.
María Victoria Canino, del Instituto de Investigaciones Científicas (IVIC), coincide al señalar que la investigación climática en Venezuela es limitada y hay pocos datos oficiales.
“Trabajé con personas del ministerio (Ecosocialismo) que tienen que ver con cambio climático y ellos realmente no tienen estudios. Son gestores, hacen políticas y hacen cosas, pero investigación realmente como la hacemos nosotros, no. Y esto es algo que podemos constatar vivencialmente al tratar de ubicar publicaciones, datos o acciones climáticas en medios gubernamentales”.
Y aunque sin mayores conocimientos científicos, los habitantes de Todasana se preocupan por los cambios experimentados, y por eso se han reunido en varias ocasiones para hacer un diagnóstico ambiental comunitario que les permita adaptarse a esa nueva realidad.
Lorenza Ugueto, una de las voces más representativas de la comunidad, Patrimonio Cultural de La Guaira. Falleció en octubre de 2024, pero antes de morir advirtió en una entrevista que «los ríos se están secando, las cosechas se vinieron abajo. Las matas no cargaron con fundamento, como en otros años. Es un clima, pero súper bravo que en otros años no se había visto», dijo Ugueto.
La disminución de las lluvias y el aumento de las temperaturas han afectado la agricultura, endureciendo más las condiciones de vida y poniendo en riesgo la seguridad alimentaria de la comunidad.
Nahory Vanesa, emprendedora y ambientalista, se une a las voces que biscan mitigar los efectos del cambio climático: “Vivimos a orillas del mar y de los bordes de los ríos, eso es muy hermoso, pero también tiene sus riesgos. Como pobladores de este lugar estamos uniéndonos, buscando alternativas, para ver cómo podemos enfrentar este cambio climático, y disminuir el impacto negativo. Debemos cuidar esta región que tiene mucha cultura, una riqueza natural y, sustentablemente, podemos contribuir a que el país surja a través del turismo y la agricultura que se practica aquí”.
De igual manera, Gerónima Escobar, cultora y cantante, comenta que por la sequía no están produciendo nada. “La cosecha estuvo malísima. Ni los aguacates cargaron”.
El modelo productivo basado en “la extracción masiva de la naturaleza de manera depredadora, destruye los ciclos naturales, acelerando la destrucción por encima de las capacidades de recuperación de la naturaleza, y devolviéndole toxicidad, veneno, contaminación y despojo a las poblaciones”, señala Terán.
Y esto es ratificado desde la experiencia de Carmen Cecilia Escobar, quien relata que «el plátano, la yuca y el ocumo son los cultivos principales (…) pero las cosechas se han venido abajo debido a la falta de lluvia”. Por tanto dependen de las bolsas del CLAP, el programa oficial de distribución de alimentos, creado en 2016.
La agricultura de subsistencia depende de la lluvia para mantenerse. No suele haber inversiones para riego con mangueras u otras tecnologías, pero incluso siendo esto posible, las fuentes de agua de Todasana se están secando.
El impacto en los recursos hídricos para uso humano también es evidente. Gerónima menciona que en el pueblo hay un dique y que hay que subir constantemente para poner piedras y sacos para poder tener agua en el pueblo.
La obra para el mantenimiento del dique de Todasana, supera las capacidades comunitarias, es un proyecto de estado que hasta ahora ha sido abordado por los pobladores, con participación puntual de instituciones pero sin la envergadura requerida.
De hecho, Lorenza Ugueto narraba que debía caminar varias veces al día hacia el río para agarrar «lo poquito de agua que hay».
En el actual escenario de sequía en Todasana, el suministro de agua por tuberías se hace más y más escaso. Este es uno de los ejemplos de cómo el cambio climático aumenta las cargas en las mujeres. Gerónima lo explica: “Tenemos que venir al río a bañarnos y recoger agua temprano para poder tomar y cocinar”.
Acarrear agua es un trabajo que recae en las mujeres y niñas del pueblo, pero principalmente sobre las más adultas, quienes alzan toda clase de recipientes, aún estando enfermas.
Cargar agua desde el río, perder las siembras y poner en jaque la seguridad alimentaria son parte de las dificultades que afectan a los todasaneros. A ello se le suman oleadas de intenso calor como describía Lorenza Ugueto: “Ese calor sofocante afecta a todo el mundo”.
“Los muchachos, los hombres también la cargan”, contaba Ugueto; pero es evidente que las mujeres soportan una carga adicional: “Descargar agua es difícil y yo sufro de artritis”.
Impacto diferenciado
Los testimonios anteriores dan cuenta de cómo el cambio climático tiene un impacto diferenciado y a menudo más severo en mujeres, niños y niñas, debido a las responsabilidades y roles sociales que hemos asumido en nuestros hogares y comunidades.
Según la ONU, las mujeres realizan tres veces más trabajo de cuidados no remunerados que los hombres, y en promedio, dedican 5.5 horas diarias a estas tareas, en comparación con las 1.5 horas que ellos gastan en estas labores.
Para los hombres, los roles de género han alcanzado cierta flexibilidad, ya que ahora las mujeres también se ocupan de proveer al hogar. A esto se suma un tercer rol: el trabajo comunitario.
La distribución de alimentos CLAP, velar por el suministro gas, participar en las mesas técnicas de agua son ocupaciones que recaen con mayor frecuencia en las mujeres.
“Las mujeres son mayormente consideradas para representar a los partidos en las iniciativas comunitarias, replicando actitudes discriminatorias e involucrando a las mujeres en trabajos que consideran apropiados para ellas en atención a roles y estereotipos históricamente asignados, destacándose en roles de cuidado, lo familiar, lo doméstico y lo afectivo”, dice Canino.
Sufren por el calor
Los niños y niñas también son vulnerables al impacto del cambio climático. Sin acceso al agua potable se exponen a problemas de salud, se deshidratan y sufren de cuadros diarréicos, sin mencionar que la reducción en la producción agrícola puede incidir en su nutrición y los aleja del sistema educativo.
Yekerima Guzmán, profesora de la escuela básica de Todasana, destaca que muchos presentan erupciones en la piel debido al calor, lo que también aumenta su consumo de agua. Pero el bajo nivel del río hace la vida más complicada, pues la comunidad lo usa para recrearse, «pero ahora solo quedan pequeñas partes para bañarse”.
Según Guzmán, el impacto en los niños, niñas y adolescentes ha sido mitigado en parte gracias a la protección que les brindan sus familias. “Creo que también los niños no están muy claros con la situación actual, muchos no saben que hay una sequía como tal, quizás porque uno como adulto no le ha hecho saber la magnitud y el impacto de la sequía”.
Canino señala que en situaciones de emergencia las mujeres tienen mayores responsabilidades. “Hay cifras de la ONU que dicen que las últimas personas en ser auxiliadas cuando hay eventos climáticos son las mujeres y las niñas. Pero son las primeras que responden, que se ponen a trabajar, a hacer comida, a cuidar a los niños, a los otros, a los enfermos. Cuando las personas, el grupo familiar, va a los refugios, quienes se encargan del tema de la comida, de la limpieza, son las mujeres. Dejan los trabajos, las niñas dejan las escuelas, y esa labor adicional no es reconocida para nada”.
Así nos valida el informe de la organización Cepaz, Participación política de las mujeres en Venezuela: “En medio de una emergencia humanitaria compleja, las mujeres se han visto afectadas de manera diferenciada y se han acentuado los roles y estereotipos de género que asocian a las mujeres al trabajo de cuidado desplazándola de la política”.
Durante desastres, las mujeres y niñas tienen 14 veces más probabilidades de morir que los hombres, principalmente debido a su acceso limitado a la información, movilidad, toma de decisiones y recursos, refiere la ONU.
Además, otro riesgo vinculado a los desastres climáticos es la violencia sexual: “Cuando las mujeres van a buscar agua en sitios lejanos, son sometidas, violentadas; algunas incluso violadas. Eso no lo digo yo solamente, esto lo hemos vivido y está recogido incluso por las cifras que la ONU maneja”, señala Canino.
La resiliencia de comunidades como Todasana depende en gran medida de las capacidades para adaptarse colectivamente a los desafíos del cambio climático, con un enfoque especial en proteger a los más vulnerables. El cambio climático empieza a sentirse en el pueblo de Todasana y seguramente en muchos territorios que han tenido una situación histórica de vulnerabilidad y ausencia institucional.
La combinación de estas injusticias históricas y las nuevas amenazas climáticas son una carga muy pesada para estas comunidades. Por ello, es crucial reconocer y acompañar la situación que se transita y sumar todas las iniciativas mundiales para frenar y revertir la emergencia.
Este trabajo forma parte del ciclo de participación de un grupo de periodistas becarios dentro del proyecto que adelanta Clima 21: “Caminos hacia la resiliencia climática”