Como en Caracas el tamaño de los círculos en los que uno se mueve es pequeño, no resulta difícil la ubicación de sus habitantes. No se trata de censos arduos, sino apenas de vistazos debido a los cuales se puede obtener una opinión confiable sobre quienes los forman. Nada de conclusiones definitivas, pero juicios con asidero en una realidad para cuya verificación no hacen falta las estadísticas meticulosas. En un mundillo así de diminuto, y aún bajo el imperio de la subjetividad, es probable que uno no se equivoque. Lo mismo pasa con los que busquen información sobre alguien como quien escribe, confinado en un ámbito sin presencias multitudinarias.
Partiendo de esta plataforma que algunos pueden considerar endeble, me atreveré a una opinión sobre el Foro Cívico que hoy es el centro de una elocuente controversia. Una opinión aventurada, si se considera que ese Foro Cívico está formado por unas trescientas personas en todo el país, pero que se sostiene en el conocimiento de unos compañeros de viaje a quienes se identifica por la limpieza de sus procederes y por la solidez de su formación profesional. Dos de ellos, por ejemplo, sobre cuya trayectoria he tenido testimonios frecuentes y fehacientes desde mi antigüedad: Colette Capriles y Feliciano Reyna. Tal vez puedan ser más, pero me quedo ahora con los que conozco de cerca. No me parece plausible que dos ciudadanos como ellos, que han probado su lucidez profesional y la honradez de sus pasos, formen ahora parte de una facción de colaboradores encubiertos de la dictadura. Porque de esos deslices o defectos se acusa hoy al Foro Cívico del que forman parte, o en el cual han destacado como animadores.
En efecto, han circulado numerosas versiones sobre la connivencia del Foro Cívico con los intereses de la dictadura y, por si fuera poco, sobre la oscuridad del dinero que los mantiene en el candelero. El relato se sostiene en el conocimiento de reuniones que han tenido con la plana mayor de la nomenklatura, en el hecho de que desde esa nomenklatura se alardea de su acompañamiento y en ver sus giras por el extranjero, pregonadas por los medios de comunicación y realizadas sin tacañería. También en una afirmación de sus directivos sobre la existencia de una sociedad partida en dos fragmentos irreconciliables, cuando en realidad solo es plausible hablar de una opresión que quiere imponerse sobre las grandes mayorías. Estamos ante motivos susceptibles de encender con fundamento la hoguera de las críticas, por consiguiente, pero quizá también ante la posibilidad de una exageración o de un entendimiento injusto. Es el caso de mi preocupación, simplemente porque no veo a las dos personas que conozco metidas en el pantano de la complicidad con un régimen abominable. Y porque imagino que, por añadidura, escogen con cuidado sus compañías.
Bueno, esto último no tanto porque a algunos de los activistas del Foro Cívico se les ha pasado la mano en su propensión a estar cerca del oficialismo, en butaca de primera fila. ¿Cuál es, entonces, aparte de unas fotos en Miraflores, la razón que ha convertido a una oenegé famosa en objeto de duras acusaciones? Tal vez la falta de explicaciones, es decir, la preferencia por discursos inaccesibles para la mayoría de la gente, palabras y teorías que no llegan a tocar tierra. Uno siente que quieren que sepamos que tienen la única llave del camino de la salvación nacional debido a sus cualidades intelectuales y a su lejanía de las estructuras políticas y partidistas que pretenden el restablecimiento del republicanismo. Uno siente que quieren ser los dueños del exclusivo magisterio que trasmite claridad porque el resto de los líderes de la oposición son unos chambones; los miembros del club selecto que habla en lengua culta para que los medio analfabetas de la caravana de al lado solo los entiendan a medias.
Y es así como, debido a que no abundan los traductores en el territorio de la sobrevivencia, crean diferencias insalvables. O quizá el ritmo que pretenden para el itinerario, más pausado que el de los otros, alimenta las diatribas en su contra. Por allí van los tiros de quien no los quiere condenar al infierno de los cómplices porque siente que un par de ellos son ciudadanos de excelencia debido a que conoce y respeta sus pasos. Lo cual no excluye que, pese a sus cualidades personales y profesionales, no caigan en errores políticamente graves. ¿No será ese el yerro esencial del Foro Cívico? ¿No será que, para ser distintos, quieran empeñarse en una equivocación? Pero recuerden, respetados lectores, que se han paseado por una opinión como las de las camarillas.