Ya transcurrieron los días suficientes para una primera evaluación sobre esta nueva etapa post elecciones. Es decir, el inicio de una nueva fase luego de la aplastante e histórica victoria electoral de Edmundo González Urrutia y la demostración de valentía de un pueblo decidido a ser libre. Sobre ello, quisiera desarrollar algunos puntos:
Se actuó democráticamente y el resultado fui violado por la tiranía
Lo que ocurrió antes, durante y después del 28 de julio en Venezuela, fue una demostración absoluta de democracia en tiranía. Se hizo una campaña sin recursos, sin apoyo de los medios de comunicación (censurados y autocensurados) y en medio de un sistema represor que persiguió, amenazó y obstaculizó pero que se encontró con una base social organizada y decidida. Fue una campaña con un liderazgo claro (el de María Corina Machado) y una candidatura unitaria (la de Edmundo González Urrutia), pero fue una campaña de la gente. Los mensajes centrales fueron los carteles escritos a mano de la ciudadanía y las convocatorias fueron hechas por WhatsApp y redes sociales. Así, por tanto, en Venezuela se actuó democráticamente pero se violentó obscenamente el resultado.
El tirano está desnudo
El sistema electoral, a pesar de estar en manos de un régimen que controla la totalidad de los poderes públicos, no pudo ocultar el triunfo gracias al esfuerzo por transparencia hecho por las fuerzas democráticas. Esa organización y determinación vista durante la campaña, ocurrió también en la defensa del voto. Se logró obtener más del 80% de las actas (con ayuda de muchos militares y testigos chavistas, dato no menor), y en una movida estratégica y sumamente elogiable, en no más de 24 horas ya los datos estaban disponibles en resultadosconvzla.com.
No solo se desnudó al tirano y a sus cómplices del CNE, sino también se llenó el vacío de la falta de datos del ente encargado de mostrarlo expeditamente. La diferencia fue enorme: González Urrutia, con 67% de los votos, dobló y más a Maduro, que obtuvo apenas el 30%. Los demócratas ganaron en absolutamente todos los estados del país. La victoria fue un grito desesperado de las familias que quieren volver a unirse. Y la victoria fue transversal: jóvenes y viejos, civiles y militares (sí, lo confirmaron periodistas), mujeres y hombres. Si sumáramos a los cinco millones de venezolanos que no pudieron votar en el exterior, estamos hablando de más del 80% de la sociedad que desea, necesita y trabaja por ser libre. Por un cambio.
El chavismo como movimiento político está completamente acabado. No pudieron colonizar las mentes de los venezolanos y, fundamentalmente, no pudieron moldear a la juventud que nació sin democracia pero trabaja por ella, sin libertad pero desea ser libre, en censura pero aprendió a informarse y comunicar. Es por ello que la gran mayoría de los hoy secuestrados y desaparecidos son jóvenes: es la venganza por no haber podido controlar a quienes optaron por la civilidad a pesar de solo haber visto la barbarie. Misma venganza que han recibido cientos de militares también detenidos y humillados.
El avance soviético
Todo esto ha concluido en una escalada estalinista en el sentido amplio del término. Estamos hablando de un avance (o el intento de) hacia un modelo totalitario (del cual hemos resistido gallardamente durante dos décadas). Por eso aumentaron los secuestros, las desapariciones forzadas, las amenazas y las torturas. Por eso Maduro habló de «campos de reeducación». No «se le salió», fue premeditado. Está anunciando los campos de concentración no fascistas (por raza) sino comunistas (por ideología).
Esta es una fase más dentro del control social y biopolítico. Es la búsqueda de atemorizar a la ciudadanía toda. Es el nuevo intento, ahora más salvaje, de arrodillar a los venezolanos, de quebrarles la moral y silenciarlos, de marcarlos por el solo hecho de no apoyar al poder. Y para esto último se valen de una App, del aparato de propaganda, de sus sistema de inteligencia y hasta de los «sapos» en las comunidades que, son muy pocos, pero decidieron entregar a su vecino e incluso a su familiar a cambio de una bolsa de comida de extra. Solo les queda la fuerza bruta, por eso Diosdado Cabello se volvió a poner el uniforme y por eso Maduro, que es civil (pero militarista), también se vistió de verde: porque tienen que enviar constantes mensajes a los únicos que les asegura el mantenimiento del poder, que son aquellos que tienen los fusiles.
Punto de quiebre
Estamos en un punto de quiebre. Nosotros, que somos la inmensa mayoría del país y quienes ganamos una elección de manera contundente, seguimos intentando lograr una transición a la democracia entendiendo que ello será posible en tanto y cuanto se dé una negociación donde la contraparte no salga totalmente vencida. No hay mensajes de venganzas o algo parecido; nos domina el deseo de cambio para ser libres y sabemos que eso no se logra sin concesiones. Pero, por el otro lado, hay una nomenklatura que se robó una elección (con números fácilmente desmontables) y que, frente a una sociedad que exige que se respete lo que dijeron en las urnas, optaron por violar masivamente derechos humanos.
Estamos ante un régimen que, frente al deseo de libertad, actúa con la lógica del terrorismo (tomar rehenes y amenazar con desestabilizar la región con sus herramientas de guerra híbrida). Y eso, al final, no le conviene realmente a nadie en este continente; ni a los venezolanos que padecemos la barbarie chavista, ni a los países de la región que son la primera contención de la migración (la más grande del mundo) y que sufren las alianzas con el narcotráfico que se deciden en Miraflores. Espero que esto sea lo que mueva a Luiz Inácio Lula da Silva y a Gustavo Petro en sus aparentes intenciones de lograr una negociación. Ellos, aunque digan lo contrario, saben que no existe una polarización en Venezuela, sino una élite corrupta que mata y tortura y un pueblo entero que preferiría no tener que seguir huyendo masivamente de su país sino comenzar a vivir en democracia, como la hay en Brasil o Colombia a pesar de los problemas.
Confío en la sociedad venezolana, confío en el liderazgo de Machado y confío en el sosiego de González Urrutia. Pero hay que actuar siempre sabiendo lo que enfrentamos: A Stalin y sus gallinas.