Los jefes chavistas autores del fraude el pasado domingo no tuvieron la decencia de respetar la voluntad del pueblo al que aún aseguran defender. La estafa electoral que intentaron materializar es el pecado más grande que se puede cometer en una República: desconocer la voluntad popular. Baste saber que en la antigua Roma republicana se condenaba a muerte infamante a quienes cometían ese delito. No mostraron los conspiradores ningún respeto por los millones de venezolanos que confiaron en el “mejor sistema electoral del mundo” que ellos administran. Por el contrario, se afincaron en el irrespeto a sus conciudadanos, a los pendejos pues, a aquellos que no importan, a los que no han participado en el saqueo rojo rojito a lo largo de un cuarto de siglo.
Fue un fraude donde los principales implicados actuaron con premeditación (tal vez el plan se inició hace años, desde el olvidado incendio de las máquinas anteriores), alevosía, nocturnidad, ventaja y hasta ensañamiento. El tongo estaba montado desde hace unas semanas, desde que comenzaron que iban a respetar los resultados que anunciara el CNE. El propio Nicolasito (desde ya candidato a ser “el querido dirigente del chavismo”) lo declaró a la prensa. Ya eso era suficiente indicio porque esa coletilla nunca había hecho falta. Los resultados, así ha sido siempre, quien los informa es el CNE, sin más.
Por eso los jefes no reaccionaban ni reclamaban a los dirigentes medios de Psuv por las concurrencias verdaderamente escuálidas a sus actos. No les importaba, ya el fraude estaba listo, “sabían” que iban a ganar, para qué preocuparse.
Desde hace tiempo, la oposición ha sabido que hacen trampa, que por lo menos les tumbaban unos cientos miles de votos. Se tenía como un axioma que el gobierno siempre salía adelante con por lo menos trescientos mil votos. La razón principal eran los centros a los que la oposición no podía atender porque las huestes chavistas se lo impedían. Gente sabida y curtida en este asunto, Gumersindo Rodríguez era uno, sostenía que desde el primer referéndum estaban haciendo trampa, pero nunca habían dado con la pistola humeante. Ahora el argumento muerde la verdad.
«¿Qué liderazgo puede ejercer un Presidente que a la vista de todos se robó las elecciones y se burló del soberano? ¿Qué poder puede tener vis a vis otros factores políticos, los militares, por ejemplo?»
La chapuza de fraude del 28-J es responsabilidad directa de Amoroso, aunque bajo la supervisión de Jorge Rodríguez y con la participación de los cubanos, que de todo saben mucho, pero de elecciones no saben un carajo. ¿De verdad creyeron que ese timo era posible en unas elecciones donde su candidato perdió en una proporción de 3 a 1? El resultado no pudo ser peor, fue más que un fraude en grado de frustración, fue una estupidez de la que se derivan males infinitos. Ahora se puede decir, sin parecer exagerado ni fanático, que Capriles sí ganó, y que todos los procesos realizados por el CNE a lo largo de veinte años son por lo menos dudosos. De hecho, como en esta conspiración participaron todos los poderes del Estado, hay un desmoronamiento general de las instituciones. No hay razones para creer en ninguna de ellas. ¿Se puede gobernar así? Al parecer ellos sí.
Las consecuencias serían catastróficas para los venezolanos en general (a menos que opere un milagro y en una negociación para la que no hay ningún ambiente, acepten revisar los resultados acta por acta. O, aun más difícil, que los militares venezolanos se dividan y obliguen a Padrino a cambiar de rumbo). La respuesta de la comunidad internacional provocaría un mayor aislamiento y la economía se hundiría mucho más. Las penurias que se han padecido por décadas se prolongarían en el tiempo y serían más intensas. La crisis en los servicios se agudizarían y las oleadas de inmigrantes aumentarían su volumen.
Puertas adentro, la inestabilidad política sería la norma. ¿Qué liderazgo puede ejercer un Presidente que a la vista de todos se robó las elecciones y se burló del soberano? ¿Qué poder puede tener vis a vis otros factores políticos, los militares, por ejemplo? Ni dentro ni fuera de Venezuela tendría autoridad alguna, la quiebra moral del régimen sería inevitable. La unión cívico-militar se tornaría militar en términos absolutos (como predijo Aristóbulo), con Vladimir Padrino haciendo de Barzini (“El verdadero jefe es Barzini”, Vito Corleone). La represión escalaría a niveles de récord.
El fraude chapucero para mantenerse en el poder prolongaría la agonía de un régimen chavista que ya murió cerebralmente. El chavismo ha terminado. Quien lo dude solo tiene que mirar en las redes el júbilo que animaba al pueblo, ese mismo que decían representar, que derribó las estatuas que se suponía iban a ser eternas. El Psuv será un partido político de muertos-vivos, sin patria, sin fe, sin principios que esgrimir y defender. Producto de una chapuza nada amorosa vagarán por el mundo.
Es una necesidad de todos hacer lo que haga falta, sin saltarse las leyes, para que se respete la voluntad del pueblo soberano y Edmundo González, Presidente Electo, pueda llegar a gobernar. Ese sería el resultado justo, la tierra prometida que los venezolanos buscan desde hace un cuarto de siglo. Algo que se dificulta con cada hora que pasa porque, al momento de terminar esta nota, Jorge Rodríguez, desde la Asamblea General, solicitaba su detención.