En la aldea
11 diciembre 2024

Las tres piedras que le quedan a la tiranía

Con la observación electoral independiente en entredicho, a la oposición le queda robustecer a sus testigos y voluntarios para proteger y documentar irregularidades de cara al 28 de julio

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Demóstenes Quijada | 18 junio 2024

El proceso del 28 de julio no puede ser llamado “elección”, pues este concepto no solo implica la participación de electores, sino la existencia de garantías técnicas y políticas que permitan transformar la selección de la mayoría en una decisión implementada, un principio de transitividad que está plenamente obstaculizado por el autoritarismo.

Ante esa premisa, reviste particular importancia el ejercicio proyectivo frente a una coyuntura que, aunque distante de un sufragio en condiciones, representa una oportunidad factible de canalización de la expectativa de cambio.

Dados los tiempos y sucesos que configuran el actual sistema relacional político en Venezuela, los lapsos se hacen paulatinamente estrechos para un autoritarismo cuya salida es su mayor costo en la matriz de juego. La dictadura se ve entonces obligada a reaccionar tal como los modelos predictivos han sugerido antes, con un restringido margen de maniobra reducido a tres posibles tácticas a continuación observadas, todas ellas dirigidas a instrumentar su estrategia de anular en la posibilidad de cambio político por vía del voto.

Las alternativas del régimen

Táctica #1: El blanco único

Esperar que la candidatura unitaria ejerza su atracción gravitatoria sobre las iniciativas opositoras, agrupándolas de forma natural según la lógica aritmética de suma de esfuerzos ante el enemigo común, consolidando a la amplia mayoría de los factores democráticos en un blanco único. 

Una vez completada la unificación de la amenaza sobre la continuidad dictatorial en las figuras del candidato y las tarjetas que lo respaldan, estos factores estructurales de la opción factible de cambio pasarían a ser el punto de concentración de esfuerzos sobre el que serían aplicadas las diversas deformaciones procesales históricamente practicadas por el régimen, consumándose en este caso, poco antes del proceso del 28 de julio.

Táctica #2: La excepción artificial

El régimen se ha dedicado recientemente a implantar una serie de variables artificiales de perturbación del sistema, con la finalidad de justificar por anticipado su acostumbrado; y obligado por las circunstancias de riesgo que atraviesa; proceder autoritario. Ante la necesidad de un andamiaje que sirva de coartada discursiva a sus maniobras en el futuro inmediato, la dictadura ha reactivado la factoría de enemigos internos y externos, con el objeto de recomponer su catálogo de espejismos útiles.

Primero echaron mano del comodín del chovinismo, confeccionando la “amenaza” de un enemigo territorial externo, método históricamente trillado por muchos autoritarismos, buscando recomponer su aprobación mediante el axioma moral de “defender a la patria”, lo que no es funcional en contextos de amplio y público rechazo como el que hoy experimenta el régimen que secuestra el poder.

Paralelamente el aparato comunicacional autoritario rescató en repetidas oportunidades su fantasma predilecto, constituido en inminentes ataques sobre el dictador que; como la historia ha comprobado; terminan siendo siempre delirios conspirativos al servicio de la distorsión de la realidad.

Ambos esfuerzos, así como los que vendrán, tienen por objeto inducir el enrarecimiento del escenario, al punto de argumentar condiciones de excepción que sustenten un traslado del proceso de su actual fecha programada a una indeterminada en el futuro.

Táctica #3: La ficción electoral

La dictadura finge una aparente inacción dejando discurrir el tiempo hasta la fecha del evento, exhibiendo algunos espasmos totalitarios que hagan verosímil el pasivo acecho en el trayecto y desactivando progresivamente las ya casi inexistentes condiciones electorales, para finalmente intervenir de forma directa sobre los comicios en un caos que le permite compensar su evidente déficit de votos con un ventajismo procedimental conocido por el mundo, teniendo ello tres propósitos tácticos:

   – Recomponer parcialmente su máscara demócrata ante la comunidad internacional, implementando el discurso normalizador apoyado en el agotamiento de una comunidad internacional sometida a múltiples tensiones globales, que la predisponen a la búsqueda de “estabilidad” regional.

– Desestimar de forma definitiva los incumplidos acuerdos del pasado y la inexistencia de sus consecuencias políticas, comerciales y personales.

   – Desactivar por vía de hecho la amenaza real que hoy representa para el régimen la candidatura unitaria, al ser un factor inoperante si es desplazado a un marco distinto al electoral.

Nuestra jugada

Una vez descrita la terna de alternativas de la dictadura, es menester su examen y valoración con la intención de sugerir abordajes razonables sobre las precitadas proyecciones situacionales.

En el caso del blanco único, la exposición del ejercicio autoritario sería directa y explícita, por cuanto, se dará solo si la dictadura considera el costo asociado a esta maniobra más bajo que el de asumir el riesgo de llegar al evento del 28 de julio en las actuales condiciones, las cuales ya viene manipulando a su favor desde el incumplimiento del extinto “Acuerdo de Barbados”.

Ante lo descrito, la alternativa democrática permanecería condicionada por el inevitable nudo gordiano de la mayor unidad posible, debiendo explorar una nueva transferencia de capital político a un eventual “candidato de respaldo”. Este tercer ciclo de reconducción del voto, con poco tiempo disponible y una ya difusa identificación de la candidatura por parte de la población votante, sumaría una variante al modelo demandando esfuerzos intensivos en términos comunicacionales y pedagógicos sobre el voto, que aún estarían amenazados por una repetición de la inhabilitación como arma del régimen.

El segundo movimiento proyectado de excepción artificial plantea una medida de carácter estrictamente perentoria para la dictadura, que solo permite un traslado temporal del desenlace de la crisis política y social.

Revistiendo un alto riesgo de afectación sobre las ya debilitadas alianzas continentales del régimen y siendo una maniobra contraria a los intereses corporativos de un autoritarismo global, ya ocupado por la agitación geopolítica del enfrentamiento entre bloques de gran escala; esta alternativa no se constituye como una acción que mitigue de forma suficiente la crisis de legitimidad regional del autoritarismo, cuya minimización es imperativa para lograr el reinicio del escenario que persigue, siguiendo la doctrina soviética que orienta el accionar del sistema opresivo que secuestra a Venezuela.

En el tercer contexto denominado ficción electoral, el aparentemente más probable por su rentabilidad a los fines del régimen; varios factores se identifican como claves de éxito para enfrentar en principio esa táctica:

-La detallada observación internacional (tanto de naciones y multilaterales, como de prensa), factor ya atacado oprobiosamente por la dictadura.

-La participación masiva, incluyendo a parte de las bases del PSUV que pudiera no manifestarse en las encuestas, pero sí en los votos, como respuesta silenciosa a la búsqueda de soluciones para una crisis que también afecta a esos disidentes incógnitos.

-La auditoría ciudadana de todos los pasos del proceso donde sea posible, en función del actual estado de construcción y reclutamiento de las estructuras partidistas e independientes.

-La inacción de los cuerpos represivos en la contención del reclamo popular ante un proyectado fraude, ofertada como pieza de intercambio por su incorporación en procesos de amnistía transicional, que brinden garantías mínimas a los cuadros medios y bajos en el corto y mediano plazo.

La gran solución de fondo, se compone de la articulación entre observación internacional y específicas acciones internas. Estando el primero de estos requerimientos ya bloqueado por el régimen, solo resta desarrollar lo segundo, ergo la dirigencia política debe, con la colaboración activa de las estructuras partidistas y voluntarias, canalizar la expectativa de cambio expresada por una abrumadora mayoría que rechaza a la dictadura, hacia la consecución de tres objetivos específicos:

  1. Constituir el rescate de la democracia en Venezuela como un elemento atractivo en términos utilitarios para los actuales gobiernos de la región y el hemisferio.
  1. Atraer a las filas de oposición, mediante oferta directa de garantías a las menguadas bases y niveles intermedios de las estructuras políticas, técnicas y represivas que hoy sirven al autoritarismo.
  1. Alcanzar una masa crítica de testigos y voluntarios, robusta en formación, estructura y cantidad, capaz de ejercer una vigilancia suficiente en alcance y exhaustiva en detalle sobre el proceso, antes, durante y después de la fecha, documentando los actos para hacer insostenible ante la comunidad internacional omitir una evidente manipulación del evento.

En manos de los disidentes del régimen en todos sus niveles, circunstanciales o no, así como de quienes integran activa o pasivamente la coalición opositora, está la responsabilidad de hacer de esta circunstancia, que no es una elección, una oportunidad factible de rescate institucional de Venezuela.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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