En la aldea
26 diciembre 2024

Edmundo González durante un encuentro con jóvenes en Caracas

El símil argentino y sus límites

«Para empezar, los militares argentinos no estuvieron cohesionados durante la dictadura. No hubo, ni dos, sino tres presidentes, todos de charreteras»

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Alejandro Armas | 09 mayo 2024

En unas pocas semanas tras la sorpresiva admisión de la candidatura de Edmundo González Urrutia en nombre de la Plataforma Unitaria, se han ido definiendo los roles de esta muy peculiar campaña presidencial opositora. El candidato formal ha permanecido en Caracas, concediendo entrevistas a medios de comunicación y sosteniendo encuentros con organizaciones políticas y sociales. Mientras tanto, es María Corina Machado, junto con otros dirigentes opositores, quien se dedica a recorrer el país llamando a votar por González Urrutia.

Esta dualidad forzosa entre el candidato y la líder de la oposición ha hecho inevitable que se compare la situación con unas elecciones presidenciales acaecidas hace casi 50 años en Argentina. Aquellas en las que, durante una de las sucesivas dictaduras militares que tuvo la nación sureña, la oposición se vio obligada a presentar a un candidato sustituto, y aun así ganó.

En realidad, la comparación no es cosa de estos días apenas. Comenzó a figurar tan pronto como Machado ganó la primaria opositora de octubre pasado y ya se especulaba que la inhabilitación arbitraria sobre ella no sería removida. Por supuesto, cogió impulso al ser designada la profesora Corina Yoris como candidata unitaria, en representación de Machado. Ahora se mantiene, con González Urrutia en la posición que Yoris originalmente iba a desempeñar. ¿Es entonces la historia rioplatense una buena guía para la oposición venezolana? Veamos.

En 1973, Argentina estaba una vez más gobernada por uniformados. Esta es una dictadura mucho menos recordada que su abominable sucesora, la de Jorge Rafael Videla y demás, por no tener un número tan atroz de víctimas. Sin embargo, sí tiene en su haber atrocidades como la Masacre de Trelew de 1972 (16 muertos). Para 1973, además, ya acumulaba siete años.

Hubo entonces elecciones presidenciales, en las que no se permitió la participación del político más popular del país, el ya anciano teniente general Juan Domingo Perón, ícono del populismo latinoamericano, que llevaba casi veinte años en el exilio luego del derrocamiento de su propio gobierno autoritario. En cambio, su partido, junto con otras organizaciones opositoras, sí pudo nominar a un militante peronista de amplia trayectoria política, pero que distaba mucho de ser un líder nacional: Héctor José Cámpora. No era ningún secreto que Cámpora se estaba lanzando como representante del verdadero líder. Pasó a la historia la consigna de campaña “¡Cámpora al gobierno! ¡Perón al poder!”. De manera que era imposible que los militares que gobernaban no supieran lo que la oposición tenía en mente. De todas formas, Cámpora arrasó, sacando casi treinta puntos porcentuales de ventaja a su contrincante más cercano. Solo estuvo en el gobierno por menos de dos meses, período durante el cual Perón volvió a Argentina. Antes de que terminara el año hubo otras elecciones, que Perón ganó con facilidad.

Hasta ahora, el símil austral luce bastante prometedor para Venezuela. Pero resulta que uno le encuentra límites cuando examina el contexto más de cerca. Para empezar, los militares argentinos no estuvieron cohesionados durante la dictadura. No hubo, ni dos, sino tres presidentes, todos de charreteras.

«¿Hay un Lanusse criollo? ¿Hay algo parecido al Gran Acuerdo Nacional argentino? No, evidentemente»

Los dos primeros fueron depuestos por sus compañeros debido a descontento con sus respectivas gestiones. El último, Alejandro Agustín Lanusse, se dio cuenta de que el statu quo era inviable. Así que antes de las elecciones del 73, organizó un “Gran Acuerdo Nacional” que estableció las reglas para un futuro democrático del país. Los partidos políticos, proscritos por sus predecesores castrenses, pudieron volver a operar. En otras palabras, había una disposición clara por parte del gobierno a emprender una transición. El último vestigio autoritario fue no permitirle a Perón medirse en los comicios pero, como ya se dijo, ni eso fue realmente un escollo importante porque sí se autorizó la participación de quien era inequívocamente un representante del líder desterrado.

Si comparamos todo esto con Venezuela, lo primero que toca preguntar es: ¿Hay un Lanusse criollo? ¿Hay algo parecido al Gran Acuerdo Nacional argentino? No, evidentemente. Los atropellos y arbitrariedades van mucho más allá del veto a Machado, quien viniera siendo, mutatis mutandis y aunque tal vez ella encuentre el paralelismo chocante, el equivalente a Perón en esta… No, ecuación no. Inecuación, si acaso. A la inmensa mayoría de los partidos opositores (opositores de verdad; no la oposición impostada que encarnan partidos intervenidos por el Tribunal Supremo de Justicia, o entes como Fuerza Vecinal o la Alianza del Lápiz) no se les permite postular candidatos con sus propias tarjetas. De forma sistemática son tildados de “delincuentes y terroristas” por voceros del gobierno, sobre todo en el caso de Vente Venezuela, partido de Machado. Varios de sus militantes han sido puestos bajo arresto en los últimos meses. Incluso ha habido la detención de un ciudadano común, sin militancia partidista, luego de que se volviera viral un video en el que manifiesta a Machado su apoyo. Hoteles donde ella pernocta son “casualmente” sancionados por el Seniat justo después.

Estos problemas no se limitan a Machado, sus allegados y actividades. La Asamblea Nacional afín a Miraflores cocina proyectos de ley con claros objetivos de aumentar el control social y castigar la disidencia. Sigue la degollina de emisoras de radio independientes por orden de Conatel. Desde el Ministerio Público se involucra a periodistas en tramas de corrupción. Etcétera.

Por otro lado, debo admitir que la situación política actual venezolana no es tan negativa como yo esperaba que lo fuera hace tan solo un mes, por una sola razón: la candidatura de González Urrutia no ha sido proscrita todavía, como sí sucedió primero con Machado y después con Yoris. Eso a pesar de que todos los indicios apuntan a que él está recibiendo la intención de voto, inmensa según varios estudios de opinión, que originalmente pertenece a Machado, lo que lo haría un candidato competitivo in extremis. No solo eso. Se permitió a las tarjetas electorales de Un Nuevo Tiempo y el Movimiento por Venezuela cambiar a Manuel Rosales por González Urrutia. El candidato unitario de la oposición pudo hablar en una entrevista en televisión abierta, específicamente en Venevisión. Algo impensable hasta hace nada.

Desde luego, esto no significa que la nominación de González Urrutia no pueda ser anulada en cualquier momento. Sí puede suceder, y el pretexto desde el poder sería lo de menos. No lo hubo siquiera cuando se impidió a Yoris inscribirse al Consejo Nacional Electoral. Incluso si González Urrutia se mantiene como candidato hasta el 28 de julio, no quiere decir (al menos con los indicios hoy visibles para el público) que la elite gobernante aceptará un resultado desfavorable, razón por la cual me permito volver con mi monserga de que la oposición necesita un plan para defender el voto.

Volviendo a nuestro símil, ya vemos que no somos un doble de Argentina en 1973. En todo caso, quizá haya un vago parentesco. Las señales en nuestro caso siguen siendo mucho más negativas. Pudiera decirse que son mixtas pero con bastante más yin que yang. Pueden mejorar, sí, pero es importante que entendamos dónde estamos parados ahora.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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