En febrero de 2010 fuimos el padre Francisco José Virtuoso, Luis Carlos Díaz y yo a entrevistar a Ramón Guillermo Aveledo, por entonces secretario ejecutivo de la Mesa de la Unidad Democrática, para la revista SIC del Centro Gumilla. Esa entrevista para mí fue inolvidable, sobre todo, porque salí preguntándome cuántos esfuerzos de hombres probos y resueltos, como el mismo que acabábamos de entrevistar, se estarían perdiendo en Venezuela. Todo se veía cuesta arriba, más o menos como se sigue viendo ahora. Por entonces se hablaba mucho de la manipulación de las circunscripciones electorales.
Tiempo atrás, mucho antes de entrar a medio tiempo en el Centro Gumilla, había asistido a una reunión en un salón del Hotel Caracas Hilton con funcionarios de algún ministerio: algún proyecto para el que necesitaban el aporte de organizaciones de la sociedad civil y allí estábamos tres representantes de tres organizaciones, para escuchar los puntos de vista de aquel pedazo de gobierno que nos tocó. No recuerdo el proyecto. Recuerdo solo a un funcionario ministerial (creo que de Educación) que hablaba en la misma jerga del líder máximo y sacó a relucir la consigna Hombre Nuevo. Lo que íbamos a hacer juntos era por él, por el Hombre Nuevo. Ante eso no cabía pataleo. Pensé en contestarle pero conté hasta diez. En estos casos, solo sé contar hasta cinco y a la altura del seis ya todo se vuelve un desorden. Pero en este caso tuve paciencia y no dije nada. Aguanté hasta el final y me largué para siempre.
Hoy se sabe que el hombre nuevo era el esposado Tareck El Aissami, ¿quién más si no? Lo que quiero decir es que estas dos circunstancias, una reunión con chavistas recién estrenados en el poder y un político que ha hecho de la discreción su forma de ser útil, pueden ser vistas hoy en conjunto desde la perspectiva de la historia acaecida. Hay que tener mucha paciencia, una convicción democrática de acero y fe sin límites en las reservas del pueblo para llamarse Ramón Guillermo Aveledo y seguir siendo el mismo de 2010. Representa la racionalidad y la serenidad ante un régimen como el chavista. No solo el régimen de la cháchara hueca del hombre nuevo; el del Mar de la Felicidad y el de los colectivos armados; el de las milicias, las razias del OLP, las cajas de leche contaminada de Alex Saab. El régimen que ha llevado al país a la Emergencia Humanitaria Compleja.
En aquella entrevista, el secretario ejecutivo de la Mesa de la Unidad Democrática o MUD habló de la «unidad más allá de la soberbia». Así titulamos la entrevista en SIC. Así han debido titular los medios, este sábado 20 de abril, catorce años después. Aveledo nos advirtió de que tenía «una innata e incurable alergia a la arrogancia del poder. El poder arrogante es, más temprano que tarde, el poder abusivo». También nos dijo que la unidad no es un rompecabezas armado, sino un proceso en permanente construcción; que en muchas partes del país, la Mesa se concretaba en organizaciones sociales que realizaban su trabajo según cada realidad local; pero que el grupo de partidos políticos fundador mantenía la dirección, mediante diálogo constante con otros actores.
La Mesa, decía Aveledo, no apuntaba a un evento en particular sino a una política compartida; por lo tanto, a un programa en común. Es el antecedente directo de la Plataforma Unitaria, donde se cobija lo que queda del G-4 más seis partidos: Encuentro Ciudadano, de Delsa Solórzano; una de las fracciones de Copei, la de Roberto Enríquez; Convergencia, esencialmente con unos activos muy localizados en el estado Yaracuy; Proyecto Venezuela, que alguna vez tuvo fuerza en Carabobo de la mano de Salas Römer; el MPV (Movimiento por Venezuela), que postuló a Andrés Caleca en la Primaria; y La Causa R. En el G-4 queda un pedazo de Acción Democrática, una Voluntad Popular diezmada por la represión, con casi todos sus líderes fuera del país; Primero Justicia con severas divergencias internas; lo más sólido que ahí se ve es precisamente Un Nuevo Tiempo. Eso es la Plataforma.
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Si la MUD se vino abajo fue por culpa de una oposición en la Asamblea Nacional o fuera de ella que no supo manejar el triunfo de diciembre de 2015, el más importante que haya tenido la Venezuela democrática en 25 años de soledad.
La MUD fue un instrumento muy valioso al permitirle al campo democrático recuperarse del desastre que significó La Salida del año 2014 (desastre protagonizado por Leopoldo López aunque también se involucró MCM) y, en el periodo de poco más de un año, obtener aquella victoria en las parlamentarias de 2015. Esa victoria se debió, según Jesús Chúo Torrealba, hombre de radio y de la política que fue testigo cercano, a tres cosas; en primer lugar, hubo una estrategia común; en segundo lugar, una dirección colectiva; en tercer lugar, una vocería consensuada. Sin embargo, ocurre que las direcciones políticas de los partidos no supieron metabolizar el tamaño de la victoria, creyeron que había llegado la hora de salir a competir entre ellos por ver quién capitalizaba el triunfo:
«Metieron todos los huevos en una sola canasta, la del referendo revocatorio, en vez de continuar el tránsito que prescribía el calendario electoral en la Constitución: elecciones regionales en 2016, municipales en 2017 y presidenciales en 2018. Este procesamiento indebido del éxito de 2015 hizo pensar en una vía más rápida, el referendo revocatorio, pero era previsible que el gobierno lo interceptara y saboteara. Como en efecto ocurrió a través de una argucia jurídica y utilizando unos tribunales de provincia.»
La MUD se acaba cuando su dirección política queda paralizada. «Ese año 2016 terminó en desconcierto», cuenta Torrealba. «Luego, en 2017, los partidos del G-4 decidieron que no tenía sentido que siguiera existiendo la Mesa, se dijeron que ellos mismos podían trabajar sin intermediarios y disolvieron ese instrumento.»
Vino una asamblea constituyente espuria, un pretexto para llevar el ascoso al límite. Vino un llamado a elecciones regionales: la oposición perdía en la calle y perdía en las urnas. Siguió la abstención en las elecciones de 2018 con la intervención supuestamente opositora del oblicuo Henri Falcón; en 2019, el interinato y la ascensión a un estatus presidencial pero con fecha de caducidad de Juan Guaidó, aquel muchacho que hoy ha quedado en el sitio que probablemente merecía desde el principio (con todo y su valentía y resolución); en fin, el interinato provocó una euforia durante algún tiempo, acarreó también gastos nunca explicados con los haberes del Estado venezolano en el exterior y finalmente unos costos bastante desastrosos.
Hasta que María Corina Machado, fiel a su cabezonería sempiterna, consecuente consigo misma, logró más de 90% en una Primaria. Ahí cambió la historia de Venezuela gracias, en buena medida, a un profesor de Derecho en la UCAB.
Ahora vuelve a cambiar la historia, gracias a un caballero que podría decir lo mismo hoy que hace 14 años. Uno que fue secretario del presidente Luis Herrera Campíns. Y gracias, también, a un diplomático de carrera casi permanentemente (hasta ahora) en la penumbra de una embajada más o menos lejana.
Lo que Aveledo dijo en aquella entrevista hace 14 años lo podría suscribir hoy, de principio a fin. Él, uno de los operadores políticos que ha permitido esta posibilidad, la de la unidad bajo el paraguas de Edmundo González Urrutia con vistas a julio 28. Es probable que siga guardando para sí, o para quien tenga la oportunidad de escucharle en lo íntimo, la misma clave sacada de su experiencia durante seis años como presidente de la Liga Profesional de Béisbol. Cardenalero como es (es decir, del equipo Los Cardenales del estado Lara), aprendió que no hay manera de hacer un calendario de manera que favorezca a algún equipo, porque el riesgo es que el equipo a ser favorecido resulte más bien perjudicado.
No hay extraños en la ruta del Señor, si nos ponemos bíblicos. Solo debemos entender a esa gente ocupada haciendo su trabajo en la trastienda; gente que, aun teniendo la oportunidad del aplauso público y la lisonja mediática, más bien rehúye las luces, evita micrófonos y cámaras. No es tan difícil imaginárselos en su quehacer diario.
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Jesús Chúo Torrealba estuvo como secretario ejecutivo de la MUD en su última etapa. Ahora ve los toros desde la barrera y advierte algo:
―Ahora le toca mover a ellos [refiriéndose al régimen madurista]; recuerda que cuando lo de Corina Yoris pasamos más tiempo recogiendo los vidrios que celebrando. Hay que ser cautos.
―Usted trabajó con el hoy candidato Edmundo González Urrutia en la MUD, ¿qué opinión tiene de él?
―Es un demócrata a toda prueba, comprometido con la construcción del cambio. Es un diplomático de carrera que incluso obtuvo designaciones en el exterior estando ya Chávez en el poder… Se les va a hacer difícil decir algo malo de él. Dos cosas me parecen importantes destacar de su perfil como servidor público: en primer lugar, lo que dice el poeta Alfredo Chacón en un verso: la palabra poderosa no es enfática: eso aplica para Edmundo. Edmundo no es un hombre de poses estentóreas ni voz altisonante pero de una gran firmeza y solidez en sus convicciones. Su perfil es discreto pero su firmeza es muy grande: eso es importante en una hora de tanta gente vocinglera.
Fue su asesor en materia internacional cuando Torrealba estuvo al frente de la MUD y lo acompañó en la única gira internacional que en ese tiempo hicieron al parlamento europeo y varios Estados del continente. Ambos, recuerda, insistían ante esas instancias en que debían ponerle atención a lo que sucedía en Venezuela porque la situación iba a terminar impactando en toda la región y posiblemente en el hemisferio. Eso, opina Torrealba, no fue entendido. O hubo frivolidad o hubo negligencia.