Hace apenas tres meses, la periodista Mary Pili Hernández rechazó en una entrevista que en Venezuela no hubiera libertad de expresión. Eso ocurrió en el programa Píldoras Digitales, que moderan Víctor Rodríguez y José Mendoza y se puede ver en YouTube desde el pasado 25 de noviembre.
-Eso no es verdad – dijo tajante cuando fue requerida sobre la situación de los medios y de los periodistas en el país, a propósito de informes de organismos nacionales e internacionales que se ocupan del tema de la censura de prensa y colocan a Venezuela en los últimos lugares de la tabla. Al Índice de Chapultepec, que le fue mencionado, le restó crédito porque su metodología “es del siglo pasado”.
Como una prueba de su afirmación -o de su negación, depende de cómo se aborde- se puso a sí misma como ejemplo: “Si no hubiera libertad de expresión, yo no podría haber hecho denuncias, ni críticas ni entrevistas a personalidades sobre asuntos que tienen que ver con errores del gobierno”.
Precisó que desde 2017, a través de su programa de radio –Sin Duda-, que es de señal abierta y tiene alcance nacional, ha reclamado por la falta de transparencia en el manejo de los dineros públicos y por la poca información sobre la elaboración del presupuesto. Y dijo que no ha tenido problemas por tocar esos temas.
Al razonar sobre la ausencia de datos sobre esos asuntos de interés público, no tuvo duda en señalar que las medidas coercitivas unilaterales -no le gusta llamarlas sanciones-, impuestas por países que incluso están en situaciones peores, son causales de la opacidad. “Desgraciadamente, esas medidas han dado una excusa para que el gobierno no actúe con transparencia”, argumentó.
La justificación de una cosa con la otra luce como rebuscada. Pero si se toman al pie de la letra esas declaraciones recientes sobre la libertad que disfrutaba en sus programas y se compaginan con el temor -palabra que usó en el post que publicó en X- que ahora, de un día para otro, confiesa tener para expresarse, se asoma una contradicción que parece más bien dialéctica.
De allí que las elucubraciones ventiladas en la red social vayan desde poner en entredicho la sinceridad de su miedo, hasta aventurar que las amenazas la han alcanzado también a ella, sin que se deje de reconocer que, por fin, cayó en la cuenta de que la represión, durante el régimen chavista, no ha sido un invento escuálido.
En la zona oscura
El post -es evidente- da para las más variadas interpretaciones. Aparte de las conjeturas por el temor que revela de manera directa, contiene mensajes velados, encubiertos, que dan pie a interrogantes. Admite que está indignada. ¿Por qué? Que tiene vergüenza. ¿Qué se la causa? Que hay hechos. ¿Cuáles son? No lo dice. No se sabe. Sí dice, “para que quede claro”, que su silencio es por miedo, pero todo queda turbio.
Viéndolo bien, no puede ser de otra manera. Porque, pese a lo críptico del post, resulta escandaloso que un mensaje de esta naturaleza sea expuesto por una comunicadora que durante tanto tiempo fue testigo imperturbable -en el mejor de los casos- de las amenazas, coerciones, despidos, atropellos, agresiones, persecuciones, exilios forzados y encarcelamientos que sufrieron numerosos colegas; y de las sanciones, procesos administrativos y cierres que ahogaron a los medios, al punto que, como reconoció en la entrevista citada, ya casi no existen.
Basta un breve recorrido por la web para corroborar que, en más de una oportunidad, en su calidad de presidenta de Venezolana de Televisión o de ministra de la juventud -dos entre muchos cargos que ha tenido- hizo enérgicos llamados de atención para que los periodistas opositores se quitaran las máscaras. Curiosamente, no se encuentran exhortaciones similares a los comunicadores de la otra parcialidad.
Una reprimenda vistosa la hizo en 2012 en Venezolana de Televisión, entrevistada por Vanessa Davies. Vestida de Chapulina (recurso propagandístico usado en la época para asociar la Ch de Chávez con la imagen de superhéroe), consideró inaceptable el afán de los reporteros por conocer detalles sobre la salud del presidente de la República, que acababa de ser operado en Cuba. Ese día, tras indicar que el gobierno estaba informando sin ocultar nada y asegurar que el jefe de Estado se encontraba bien, acusó a “los señores comunicadores de hacer la tarea a los partidos de la derecha”.
Con el pasar de los años, y en la medida que el chavismo fue consolidando su control del país, a la prensa venezolana se le fueron cerrando los espacios y a los periodistas los accesos a las fuentes y las opciones de ejercer con libertad. Unos, con el campo laboral disminuido, se sumaron a la inmensa lista de compatriotas que tuvieron que emigrar; otros, estigmatizados, amenazados, asediados, perseguidos, se vieron obligados a exilio; y no pocos han estado encarcelados por años, sin proceso y bajo acusaciones inventadas, inverosímiles.
De esto, del miedo de otros, poco se ocupó la periodista Mary Pili, comprometida y concentrada al máximo en la defensa de la revolución. Nada de esto está sugerido en el post que publicó en X. ¿O sí?
Efecto telúrico
La roncha que levantó en las redes sociales no la debe haber sorprendido. Ella, en varias ocasiones, ha hablado del efecto telúrico que tienen, porque cualquier persona puede lograr un alcance mayor que un periodista reconocido, y de cómo cambiaron el concepto de libertad de expresión y han dado cabida a la libertad de desinformación.
Pero tal vez no esperaba que, al confesar que por primera vez en 40 años tiene temor de expresarse, se despertarían los sentimientos de solidaridad que subsisten por tantos de sus colegas -incluidos varios excompañeros de trabajo- que durante estos insufribles largos años de chavismo han tenido que exponerse para poder cumplir con el mandamiento de informar.
La intolerancia contra la prensa no es cosa de los últimos meses, de una inesperada deriva autoritaria, como parece insinuarlo en su post. Mary Pili, como periodista avezada que es, sabe que ya en los tiempos en que era presidenta de VTV o ministra de la juventud, la restricción del acceso a la información pública era una práctica común, tiene claro que las leyes de desacato fueron ampliadas para castigar las expresiones consideradas irrespetuosas contra funcionarios y aumentar las penas por injurias o calumnias, y es indudable que conoce bastante del control estatal sobre las frecuencias de radio y televisión.
Por eso, y no porque no se entienda la necesidad que tiene de revelar sus nervios, es que ha resultado chocante para muchos que a estas alturas se presente como una profesional preocupada por lo que está pasando, cuando durante sus tiempos de gloria pecó de indiferencia ante situaciones tan sentidas por la opinión pública venezolana.
La lista, lamentablemente, es larga. Ningún caso se puede olvidar. Aunque hay algunos emblemáticos, como el de César Miguel Rondón, escritor, productor y uno de los periodistas más respetados del país. “O Rondón o la licencia para emitir”. Así, en términos de ultimátum, planteó la Comisión Nacional de Telecomunicaciones de Venezuela (Conatel) a la cadena Unión Radio la exigencia para que sacara de la parrilla de Éxitos 99.9 su programa, próximo a cumplir 30 años. Ni qué hablar de la manera como fue maltratado junto con su familia en el aeropuerto, cuando se disponían a viajar.
Atropellos y acosos parecidos sufrieron Nelson Bocaranda, a quien le anularon el pasaporte para impedirle la salida del país; Marta Colomina, perseguida, amedrentada y sin programa en Unión Radio desde 2011; Luis Carlos Díaz, detenido por el Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin) el 11 de marzo de 2019, después de haber sido criminalizado por Diosdado Cabello, quien en su programa lo acusó de conspirador; y también, entre muchos más, Roland Carreño, detenido en octubre de 2020 bajo cargos de terrorismo y liberado el 19 de octubre de 2023. “Gracias a Dios”, escribió en X Mary Pili cuando lo supo.
Valga decir que unos años antes, en 2007, se produjo el cierre de RCTV y de 2009 data un artículo que escribió enAporreasolicitando sanciones contra Globovisión.
Sin miedo desde las alturas
Entonces, volviendo al post, lo que queda clarísimo es que la reacción contraria que generó está centrada en un cuestionamiento elemental: ¿Por qué Mary Pili nunca se sensibilizó por el miedo que podían sentir sus colegas y es ahora, después de tanta calamidad, cuando ella lo siente?
Si de conjeturar se trata y como algún motivo tendrá, podría asomarse como primera causa de su distracción la entrega sin límites y desinteresada a la causa de la revolución, y tal vez también el poco tiempo que tenía para encargarse de asuntos menores debido a las altas responsabilidades asumidas.
Porque, desde casi siempre, ha estado en las alturas. Tras comenzar su trajinar en el periodismo como presentadora de VTV, por allá a fines de los 80, la comunicadora ingresó a la gestión pública como concejala. Eso fue entre 1996 y 1999, cuando formaba parte de la Causa R. Luego integró las filas del PPT y figuró en el grupo fundador del Movimiento Quinta República.
Y desde la victoria de Chávez en 1998, por supuesto, los buenos cargos no le faltaron. El primero fue la presidencia de Venezolana de Televisión, el canal donde hizo sus pininos. Su gestión duró de 1999 a enero de 2001. Y de ese lapso se recuerda que no le tembló el pulso al firmar la orden de salida del aire del programa Contesta con Tío Simón, del inolvidable Simón Díaz.
En 2004, según recuento de Poderopedia, fue inhabilitada por la Contraloría General de la República bajo la acusación de hacer transferencias de manera irregular de dinero municipal cuando fue edil.
En 2005 fue nombrada vicecanciller para América del Norte, uno de los cinco viceministerios de la Cancillería. En 2007 ocupó el cargo de ministra de información y comunicación.
En 2008 volvió a la gerencia de un medio, esta vez de Canal I, del empresario Wilmer Ruperti, estrechamente vinculado al régimen. Posicionado como un canal neutral bajo la consigna de Por la calle del medio, Mary Pili no supo navegar entre dos aguas y se dice que apuró la salida del aire del programa Contrapeso, que tenía como moderadores a Idania Chirinos (jalando para la oposición) y a Vladimir Villegas (aupando al oficialismo).
Se retiró de ahí en 2010 y se enfocó en su programa en Unión Radio, de donde han salido tantos de sus colegas. En 2011 regresó a la administración pública como la primera titular del recién creado ministerio de la juventud. Como solía hacer, el mandatario hizo el anuncio en cadena nacional y María Pilar Hernández Domínguez -así la mencionó, con su nombre completo- sonrió sin poder disimular la emoción.
Mary Pili, además de comunicadora y psicóloga, es maestra de canto lírico. Y no fueron pocas las veces en que hizo gala de sus facultades, para deleite del mandatario. Era común que cantara composiciones de Alí Primera, Un Solo Pueblo y hasta de Silvio Rodríguez. En las redes una de las interpretaciones más difundidas es la que hizo de la canción Venezuela, de los españoles Pablo Herrero Ibarz y José Luis Armenteros Sánchez, en ocasión de una despedida a Chávez en el aeropuerto.
Hoy, Mary Pili no ocupa ningún cargo público. Varios de sus más recientes publicaciones son amables con el régimen y duras con la oposición. Por ejemplo, el día del referendo sobre el Esequibo aseguró: “Yo sí creo que votó mucha gente”. Contó que fue a votar a las 2:30, hizo una cola de 15 minutos y de 20 personas anotadas en la página ya habían ejercido su derecho 12, el 60%. De ahí extrapoló esa tendencia a todo el país y concluyó que la participación superó el 60%, equivalente a más de 10 millones de personas. Sencillito.
En otro de sus posts se ocupó de María Corina, de quien dijo que pasó de ser dama de hierro a dama de gelatina, porque decidió ir al Tribunal Supremo de Justicia obedeciendo órdenes de la embajada de Estados Unidos.
Pero bueno, ahora resulta que tiene miedo, y lo expresa con franqueza, aunque sin decir por qué teme ni a quién le teme.