Lester Toledo salió del Zulia no hace tanto y hoy es un ciudadano del mundo. Lester protagonizó una dudosa gestión en la frontera colombo-venezolana en febrero de 2019 pero salió del trance con su ambición repotenciada. Lo más que ―seguramente― enorgullece a Lester Toledo, el zuliano afín a Leopoldo López, acaso sea su perfil en la red Linkedin: Senior Consultant & Campaign Manager. Lester es parte del equipo que apoya y asesora al presidente salvadoreño Nayib Bukele, reelegido por una inmensa mayoría el pasado 3 de febrero. El único problemilla es que en El Salvador, hasta hace un par de meses, constitucionalmente estaba vedada la reelección presidencial.
«Sigamos haciendo historia», escribió Lester en su cuenta de Instagram, tras la exitosa jornada electoral en la que fue protagonista, posando en una foto junto a Bukele. Lester luce una sonrisa de piedra caliza casi tan tiesa como el traje planchadísimo que le ciñe el torso. Bukele, un poco menos acartonado, no lleva corbata pero sí le cruza el pecho la banda presidencial con los colores de su bandera. También sonríe, cómo no. Poco después, Lester agregó a su cuenta un vídeo post-producido en el que narra lo que hizo el día de la elección, desde que se levantó a las 3:00 de la madrugada. Del vídeo se colige que él, el zuliano Lester, gerenció el triunfo del salvadoreño que busca perpetuarse en el poder.
Lester Toledo es una ficha del partido Voluntad Popular, que le hace oposición en Venezuela a un régimen de índole totalitaria.
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Pues bien, como dice Lester, «sigamos haciendo historia». El pasado de Lester no es muy largo (nació el 15 de enero de 1983), seguramente cabe en una hojita. Pero esa hojita podría ilustrarse con una flecha apuntando al cielo. La trayectoria de Lester es ascendente, digan lo que digan los medios o diga lo que diga el sentido común. Lester está hecho de esa especial madera de la que están hechos algunos millennials: es de ese tipo de personas que vive en las redes sociales. Si él no fuese un exitoso Senior Consultant & Campaign Manager se conformaría con ser influencer. A estos millennials les encanta vivir una vida paralela, maquillada, donde siempre andas de fiesta o de vacaciones o siempre te ves tan escandalosamente exitoso que provocas no envidia sino piquiña.
En la ficción de la vida paralela podemos eliminar aquello que nos estorba o simplemente nos es ajeno. Los escrúpulos, por ejemplo.
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Orlando Avendaño es un periodista venezolano, editor jefe del portal PanAm Post. Le hizo una larga entrevista a Toledo en junio de 2019 en la que comenzaba preguntándole de dónde sacaba dinero para pagar sus viajes. «¿Cómo hace para estar un día en Madrid y el otro en Houston?», se preguntaba el ingenuo Avendaño. Toledo, haciendo historia como debe ser su costumbre, ni se inmutaba: «Mis vuelos, mis boletos personales, los pago yo. Si tienen que ver con trabajo, pues los paga quien me contrata para el trabajo», precisó. A continuación, el entonces funcionario del gobierno de Juan Guaidó le aclaraba al periodista que su familia vivía en Estados Unidos y que su residencia era en ese mismo país: a la sazón trabajaba, adujo, en la embajada de Venezuela en Washington, con Carlos Vecchio. «Mi familia está en Miami, yo voy a Washington y vengo de Washington».
En esa conversación, Avendaño da cuenta de la personalidad de Toledo incluso sin proponérselo. Quien desee leerla la encontrará fácilmente en internet.
A los efectos de esta nota, bastará comentar que Toledo salió al exilio desde 2016, cuando fue acusado junto a Yon Goicoechea, Carlos Melo y Daniel Ceballos por «delito de financiamiento de terrorismo». Después, en 2019, lo que ocurrió en la frontera nunca estuvo claro, sin duda el gobierno madurista envió huestes paramilitares o policiales para impedir la entrada de la ayuda humanitaria pero además, ¡ay!, algún desorden hubo por parte del enviado de Guaidó o se produjo un despiste o tal vez algo peor que un despiste. Tenía la responsabilidad de hacer llegar a buen destino el cargamento de insumos que se le había hecho llegar para que lo introdujera por la frontera con Colombia. Además de la violencia gubernamental, algo más sucedió.
Lo cierto es que en el exilio, según su propia versión, obtuvo apoyo de Freedom House. El estatus de exiliado o perseguido o víctima de un régimen oprobioso llegó para salvarlo.
Por la confusión reinante en su relativamente corta trayectoria y porque ahora ha reaparecido al lado de otros miembros de Voluntad Popular apoyando a Bukele, un presidente acusado de violar, sin ninguna clase de miramientos, los Derechos Humanos de su pueblo, decidí consultar a quien conoce este grupo desde hace tiempo, o al menos a algunos de sus miembros. Fueron sus compañeros de ruta hasta que hace tres años rompió con eso. Se llama Emilio Graterón, también es zuliano y llegó a ser alcalde del municipio Chacao de la mano de lo que fue su partido, Voluntad Popular. Emilio Graterón habla pausado y como caminando sobre huevos que teme romper. En todo caso, aunque él alega que hablar de estas cosas le incomoda mucho, la verdad es que resultó implacable.
Advierte, de entrada, que no conoce con exactitud al personaje por quien le pregunto, pero lo que sí puede decir, porque es su experiencia y su conclusión, es que los rasgos tanto de Lester como de Leopoldo [López] son de estilo autoritario. Remacha:
―Son bastante poco tolerantes al disenso, por posición política y también por personalidad y me parece que por eso son tan afines a ese tipo de gobiernos [como el de Bukele]. Muchas veces tuvimos esa discusión, yo les dije «ah, bueno, ¿entonces el dictador es bueno si la dictadura es chévere? Por discusiones como esas es que él decidió separarse de ese grupo político.
―¿Qué los mueve? ¿Figurar internacionalmente, un puesto en Washington o Naciones Unidas, el estatus de consultor internacional, el dinero?
―Lo que yo puedo interpretar es que los mueve el dinero. Poder para obtener dinero.
―¿Eso abarca la búsqueda de fondos internacionales por parte de agencias o gobiernos u ONG en nombre de la lucha por la democracia?
―Los temas de ayuda social y humanitaria se han convertido en el gran negocio para mantener unos ritmos de vida que son difíciles de explicar en personas perseguidas, cuyos principales ingresos provienes de proyectos bilaterales e iniciativas de protección social. El ser perseguido se ha convertido en un gran negocio.
―¿Y los vínculos con la derecha?
―Eso lo puedes deducir por quiénes son sus aliados o quiénes simpatizan con ellos. Si tú andas siempre con la derecha del mundo y eres apoyado por la derecha del mundo y además simpatizas con la derecha del mundo, pues es obvio. Cuando yo tuve esas discusiones con ellos, porque en el papel se supone que éramos centro-izquierda, la explicación, en honor a la verdad, era que en la lucha contra la tiranía tú te alías con quienes son adversarios del tirano. No te alías por razones ideológicas. Hay que reconocer que, actualmente, la derecha del mundo ha sido la mejor aliada contra el chavismo. Eso es una explicación relativamente lógica pero, en mi opinión, eso tiene sus límites.
―¿Qué pasó con Voluntad Popular, que el proyecto original se desvirtuó y por eso vino el rompimiento hace tres años?
―Lo que hizo nacer a Voluntad Popular fue la idea de construir una fuerza popular de abajo hacia arriba, convirtiendo el liderazgo social en liderazgo político y generando, entonces, un trabajo en red. Pero dejó de ser eso y se convirtió en una estructura de administración de poder. Mi última gran pelea fue tratar de impedir que el proyecto político Guaidó deviniera en un juego de monopolio: la idea era utilizar eso para una jugada política.
En todo caso, agregó Graterón, esa jugada debía durar poco tiempo, ¿Por qué? Porque era un movimiento político, no para ponerse a jugar a un gobierno ficticio.
―Y terminaron haciendo lo que hicieron porque eso daba dinero. Terminó todo yéndose al traste, y a final de cuentas te das cuenta de que las decisiones estaban más del lado del dinero que de los principios y los valores, o lejos de buscar de verdad la libertad.
―Desde esa perspectiva, ¿será mejor que se queden fuera del país y que no estorben, que no vengan a incidir más?
―Bueno, pero es que a final de cuentas todo esto termina siendo una especie de coreografía del mismo gobierno. En esa coreografía, ellos [los de Voluntad Popular] son el malo perfecto. En realidad, cuando estás aquí y tienes que salir todos los días a buscar comida, trabajando a ver si llegas al final de la semana, te das cuenta de que toda esta coreografía no nos ayuda en nada.
―Me gustaría tipificar este género de venezolanos prominentes que rentabilizan el victimismo porque una dictadura les persigue. Lester Toledo me parece el prototipo.
―Déjame decirte que, históricamente, en este tipo de luchas, eso ha pasado. Yo, que soy fanático de Mandela, te digo que él sufrió eso. Muchos de sus aliados originales vivieron de eso, pero otros se calaron sus dosis de sacrificio sin irse de Sudáfrica. Ojo, no cuestiono a quien se haya ido, estar aquí o no estar no es el baremo. El baremo es la lucha.
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El periodista Juan Diego Quesada hizo una semblanza del grupo de venezolanos que trabaja desde la sombra por Bukele, publicada en el diario El País de España: una buena reseña. Aunque dice que los venezolanos que trabajan por el líder salvadoreño lo hacen de forma «sigilosa». Ejem. No todos. Habla de una chica que es odontóloga cuyo nombre ocupa varias líneas pero todos la conocen por Sarah Hanna. Al parecer trabajó antes con Leopoldo López y con su esposa, Lilian Tintori. En fin. Esta serie de Netflix aún por escribirse no ha desembuchado sus lados más sabrosos y escabrosos.
Lo que le faltó a Quesada fue señalar la frase que lo resume todo. ¿Qué mueve a esta gente? Tal vez, incluso más que el dinero o el poder, ser reconocida en cualquier calle de Estados Unidos o de Europa o de América Latina como aquello a lo que (casi) se parece Toledo: un flamante, satisfecho de sí mismo, guapo y millonario en seguidores por Instagram Senior Consultant & Campaign Manager.
Esta última frase es la que lo resume todo, Quesada. Se te escapó ese detalle. No tiene verbo, la frase. Y está en inglés. ¿Qué psicólogo social podría hincarle el diente a la Generación Linkedin?