En la aldea
26 diciembre 2024

Lo que podemos esperar de Barbados

“El regreso de las sanciones al cabo de un semestre es el único incentivo que tendría el chavismo para cumplir con el Acuerdo de Barbados. Es bastante probable que no todo el mundo quiera volver a hacer negocios de inmediato con PDVSA. Qué podemos esperar, razonablemente, en dos grandes aristas: la política y la economía”.

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Alejandro Armas | 26 octubre 2023

Finalmente, luego de un letargo larguísimo, parece que empieza a haber movimientos importantes en la política venezolana. Si es para bien o para mal, o si es más bien un movimiento gatopardiano (“cambiar todo para que no cambie nada”), está por verse. Lo innegable es que tenemos unos días genuinamente interesantes para la política venezolana en el corto plazo… Y, francamente, no puedo recordar cuándo fue la última vez que dije eso. El acuerdo suscrito entre el chavismo y la oposición en Barbados, así como los arreglos a los que Miraflores y la Casa Blanca llegaron para que el encuentro en la isla caribeña se dé en primer lugar, han creado unas expectativas inmensas. Vamos a ver a continuación qué podemos esperar, razonablemente, en dos grandes aristas: la política y la economía.

Sin duda, la noticia que dejó a todo el mundo atónito fue la amplitud del levantamiento de sanciones sobre la elite gobernante venezolana ordenada por el Departamento del Tesoro norteamericano. Se sabía que habría algún tipo de concesión por Washington. Distintos medios nacionales e internacionales como Efecto Cocuyo, El País y The Washington Post, así como este mismo portal, así lo adelantaron. Pero nadie esperaba que fueran retiradas casi por completo las medidas punitivas sobre las industrias públicas venezolanas del petróleo, el gas y el oro, que constituyen, sobre todo en cuanto al crudo, la principal fuente de ingresos del chavismo

“Los detractores de las sanciones a menudo las culpan por el agravamiento de la crisis económica venezolana, a pesar de que lo peor de la crisis en términos de escasez e inflación ocurrió antes de su imposición”

A primera vista, la medida luce como una ruptura con los ofrecimientos de alivio gradual de sanciones que Estados Unidos ha ofrecido por años, a cambio de reformas democratizadoras en Venezuela. Por lo tanto, parece excesivamente beneficiosa para el chavismo como para obtener concesiones relevantes de su parte. Es darle a Nicolás Maduro y compañía casi todo lo que quieren a cambio de una mera promesa de acatamiento de lo decidido en Barbados. Por cierto que para los que están muy emocionados con ese acuerdo (entre los cuales no me cuento, pues lo veo con escepticismo pero sin descartar que funcione), no queda más remedio que admitir que no hubiera sido posible sin las sanciones, lo cual es llamativo, porque el grupo incluye a destacados detractores de esas mismas sanciones, que por años han dicho que no sirven para nada y que se debía eliminarlas sin esperar nada a cambio por el Gobierno. Pero ahora, esa misma herramienta de presión que quedó reivindicada en su papel de llevar al chavismo a la mesa de diálogo, paradójicamente desaparece… Al menos por un tiempo.

Ay, el tiempo. Ahí pudiera estar la clave de este enigma. Tal como el Dasein, concepto nuclear del pensamiento ontológico de Heidegger, lo que más marca, al menos en teoría, la remoción de sanciones es su temporalidad. Las licencias del Departamento del Tesoro norteamericano tienen una duración de seis meses. Aparte de cualquier presión interna en forma de movilización ciudadana, con la cual no podemos contar, el regreso de las sanciones al cabo de un semestre es el único incentivo que tendría el chavismo para cumplir con el Acuerdo de Barbados. Y eso asumiendo que Washington mantiene un interés sincero en apoyar la causa democrática venezolana, en vez de estar solo ávido de petróleo barato en un contexto de embargo al crudo ruso por una guerra en Ucrania que va para largo y unos países árabes molestos con Occidente por su apoyo a Israel en un nuevo conflicto con los palestinos de Hamás (justo en el cincuentenario de la Guerra de Yom Kippur y el consiguiente boicot petrolero). Más temprano que tarde lo sabremos.

Aun así, el levantamiento de sanciones es demasiado generoso. De acuerdo con las licencias, el gobierno de Maduro tendrá al menos medio año para ingresar a sus arcas petrodólares producto de ventas de crudo sin los descuentos que las sanciones forzaron en los últimos años, con todo lo que ello implica en términos del manejo característicamente discrecional y opaco de recursos públicos por el chavismo. Pero, ¿son realmente seis meses? En paralelo a las licencias, el Departamento de Estado emitió un comunicado aclarando que manifestaron al régimen venezolano su expectativa de ver, antes de que termine noviembre, dos cambios importantes: una garantía de que todo aquel que quiera ser candidato a la presidencia en las elecciones de 2024 pueda efectivamente serlo, y la liberación de ciudadanos estadounidenses detenidos arbitrariamente en Venezuela y de los presos políticos venezolanos. De lo contrario, advierte el texto, la suspensión de sanciones sería revertida. Al día siguiente, Juan González, asesor del presidente Joe Biden para Asuntos Latinoamericanos, reafirmó esa advertencia, en entrevista para el medio Voz de América, cuyo periodista preguntó específicamente por la inhabilitación de María Corina Machado, hoy consagrada como ganadora de la primaria opositora por paliza.

De más está decir que un límite de tiempo, para introducir cambios decisivos, de tan solo un mes, supone una presión mucho mayor para el chavismo que seis meses. Naturalmente, la reacción del aludido no fue alegre. Jorge Rodríguez, jefe de la delegación oficialista en la mesa de diálogo, rechazó el comunicado del Departamento de Estado, que tildó de “chantaje” y desvinculó del pacto de Barbados. En fin, ¿quién cederá?, ¿el límite de tiempo es de un mes o seis? De nuevo, más temprano que tarde lo sabremos. Si el gobierno venezolano cumple los deseos expresos de Washington, podremos hablar entonces del cambio político real más importante en Venezuela en muchos años. Si, por el contrario, todo sigue igual aquí pero las sanciones no regresan, habrá que agregar un elemento a la lista de regímenes autoritarios con los que EE.UU. mantiene trato cordial porque conviene a sus intereses.

Veamos ahora los posibles efectos económicos. Ya varios economistas han hecho sus proyecciones en términos de posible aumento de la producción de petróleo y consiguiente ingreso de divisas al país. Desde luego, no tengo intención alguna de discutir aquellos planteamientos, por ser ajenos a mi especialidad. Sin embargo, sí quiero exponer algunas consideraciones de economía política. Porque los detractores de las sanciones a menudo las culpan por el agravamiento de la crisis económica venezolana, a pesar de que lo peor de la crisis en términos de escasez e inflación ocurrió antes de su imposición y de que, con ellas vigentes, ambos indicadores mejoraron. Estoy convencido de que una de las razones es que las medidas punitivas fueron el catalizador para el retiro de los controles radicales de cambio y precio que asfixiaron el aparato productivo. No porque produjeron un giro ideológico en el chavismo, sino por mera supervivencia. Al restringir aun más las fuentes públicas de riqueza que la elite gobernante se apropiaba para sí y reparte entre los factores que la mantienen en el poder en contra de la voluntad ciudadana (léase: sobre todo el elemento militar), surgió la necesidad de buscar una alternativa. La encontraron en la tan denunciada voracidad fiscal. Pero para gravar riqueza, primero hay que generarla. Voilà: respiro al sector privado.

Entonces, algo que siempre me ha aterrado de un levantamiento abrupto de las sanciones es que ponga fin a esta liberalización parcial de la economía y el regreso del cuasi estalinismo. Pero, y ruego no estar equivocado, no creo que el Gobierno decida tal cosa de la noche a la mañana. Porque el panorama sigue siendo muy incierto. El Gobierno pudiera preferir abstenerse de arrasar con el statu quo económico actual, que lo ayuda a mantenerse en pie, si cabe la posibilidad de que las sanciones vuelvan en seis meses. Y ni hablar de un mes. Sencillamente, es muy poco tiempo para que cualquier beneficio derivado para Maduro y asociados se consolide para el largo plazo. Es además bastante probable que no todo el mundo quiera volver a hacer negocios de inmediato con PDVSA. ¿Vale la pena, si en poco tiempo eso pudiera estar prohibido de nuevo? De manera que el ingreso de la elite gobernante pudiera mantenerse restringido, lo que evitaría a su vez el regreso de la mentalidad “que se pudran todos los demás, porque yo tengo mi mina de oro”.

Supongo que es imposible, en esta Venezuela gobernada por el chavismo, que los días interesantes, como estos, estén exentos de al menos una dosis de preocupación. Habrá que estar muy pendientes de las señales para saber lo que vendrá.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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