El tema de esta semana es uno en el que muchos hemos pensado, no siempre de manera ordenada, pero sí como parte de nuestra visión del futuro, o simplemente como retazos de nuestros anhelos de ciudadanos de este particular país. Después de tanto andar, de tanto sufrimiento, es un ejercicio que puede darnos miedo, sin embargo, es hoy uno vigente y quizás hasta obligatorio.
Las siguientes líneas pueden lucir desordenadas, ya que las escribiré tal y como vayan saliendo de este baúl de deseos:
Quiero un país con niños sanos, alegres, llenos de vida. Niños con sueños, con propósitos, y además con un ambiente propicio para que tanto los primeros como los segundos se puedan hacer realidad.
Quiero un país de jóvenes con inmensas ganas de quedarse en Venezuela porque lo encuentran como uno en el que puedan desarrollarse plenamente como seres humanos, un país que los acoge, los protege y los apoya para que logren sus objetivos. Unos jóvenes que sienten que pertenecen a esta tierra, que la ven como un país de posibilidades, por el que vale la pena esforzarse, no sin recibir nada a cambio, sino con una retribución acorde a la preparación y al esfuerzo que realicen.
Un país en el que sus trabajadores puedan vivir dignamente con su salario, que no tengan que mendigar nada al Estado o a cualquier instancia de la sociedad. Unos trabajadores que son felices con su labor diaria, con un ingreso con el que pueden pagar tanto por sus servicios básicos como para entretenerse en sus ratos libres. Unos trabajadores que viven sin la angustia de no poder tener la comida para su hogar. Ciudadanos que con su esfuerzo pueden seguir avanzando en su carrera profesional.
Quiero un país con empresas e industrias pujantes, al tope de su capacidad, con mejoras en su productividad y con planes de expansión de producción. Uno en el que abunden emprendedores y emprendimientos, uno en el que la competencia sea el impulso de la actividad económica.
Un país en el que se respire tanto aire de prosperidad y seguridad de nuestros derechos, que la creatividad y la innovación sean parte de nuestra vida cotidiana. Uno que agrega valor en sus diferentes cadenas de producción. Un país que no solo crece, sino que también se desarrolla.
Quiero un país en el que sus ciudadanos puedan envejecer y disfrutar plenamente de sus últimos años de vida. Un país que sea agradecido con los que tanto aportaron en sus vidas productivas. Uno que premie carreras ejemplares, uno que reconozca la valiosa labor de la constancia y las ganas de trabajar por toda una vida.
Quiero un país en el que el Estado esté al servicio del ciudadano, no uno que se dedique a intentar producir, no uno al que le interese ser propietario, no uno que busca controlar a la ciudadanía, no uno que busca entorpecer la actividad productiva, todo por el simple hecho de que ve al empresario, y al mismo ciudadano como una amenaza a su hegemonía.
Un país que tenga servicios públicos de calidad para todos. Que la existencia de esos servicios les permita a sus ciudadanos insertarse como individuos productivos, que esos servicios igualen las oportunidades entre las personas para que estas puedan ampliar al máximo sus capacidades.
Quiero un país con Estado de Derecho, en el que las leyes sean para todos y no solo para favorecer a determinados grupos privilegiados. Que ese país tome con seriedad la importancia de la propiedad privada y la honorabilidad de los contratos acordados entre las instancias de la sociedad.
Un país con seguridad para su ciudadanía.
Estoy seguro que después de enviar este artículo para su publicación aparecerán en mi mente otros puntos que lamentaré no haber incluido. Me tranquiliza que este ejercicio se puede y se debe hacer de manera continua. Los invito a que Uds. se animen a hacerlo.
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@HenkelGarcia