En la aldea
18 diciembre 2024

Esperanza de Madre: el comité de madres que buscan a sus hijos desaparecidos

“La complejidad es que es un crimen que pudo haber ocurrido en dos países y eso implica la necesaria cooperación entre las autoridades policiales y judiciales de ambos países para que se puedan cumplir las obligaciones de investigar, sancionar y reparar”, Carlos Lusverti, abogado del Centro de Derechos Humanos de la UCAB, sobre el caso de los jóvenes desaparecidos en la frontera colombo-venezolana. “Mientras, las madres de los desaparecidos siguen padeciendo barreras para el acceso a la justicia”.

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Kaoru Yonekura | 30 agosto 2023

Ellas son tres de las 40 mujeres de Esperanza de Madre (Desaparecidos); el grupo de mamás en Venezuela que buscan a sus hijos desaparecidos. Son 41 muchachos, de los cuales 27 desaparecieron en la frontera colombo-venezolana, 10 en Colombia y 4 en Venezuela.

“A nuestros hijos como que se los succionó la tierra”, dice Lisbeth Zurita, coordinadora del grupo. El suyo, Enisael Job Contreras, venía de regreso a Venezuela desde las minas de Inírida (Guainita, Colombia), porque no le fue bien vendiendo víveres, cigarros, chucherías y artículos de higiene para los mineros. Desde Inírida, Enisael fue a Cúcuta y luego iría al puente internacional La Unión en Puerto Santander para entrar a Venezuela por el municipio García de Hevia. Pero desapareció en Cúcuta. La última vez que se supo de él fue el 1 de julio de 2019.

En febrero de 2021, Lisbeth logró viajar desde Ciudad Bolívar hacia el eje fronterizo Táchira-Norte de Santander. Estuvo hasta finales de marzo de 2021 preguntando por Enisael en los terminales, mercados e iglesias, también en hospitales y morgues, por si acaso. Pegó papeles en las calles, plazas y locales con la foto y la información sobre su hijo. Se metió hasta en las “ollas” más peligrosas y escuchó lo mismo de siempre: que en la frontera la gente desaparece facilito y es muy difícil que aparezca.

Enisael Contreras tenía 25 años en el momento de su desaparición. Tiene cuatro años desaparecido.
Enisael Contreras tenía 25 años en el momento de su desaparición. Tiene cuatro años desaparecido.

“Me pasó lo que les pasa a muchas mamis del grupo: aquí, en Venezuela, no me querían aceptar la denuncia, porque mi hijo desapareció en territorio colombiano y, en Colombia, no me la querían aceptar, porque mi hijo es venezolano”, recuerda Lisbeth. Pero logró poner la denuncia en el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC) y en la Seccional de Investigación Judicial y Criminal (SIJIN), la cual depende de la Dirección de Investigación Criminal e Interpol (DIJIN). Así, Enisael es un caso de desaparición forzada, de acuerdo con el artículo 165 del Código Penal de la República de Colombia.

Aclara el abogado Carlos Lusverti, del Centro de Derechos Humanos de la Universidad Católica Andrés Bello: “La desaparición forzada no solamente ocurre cuando lo realiza un cuerpo de seguridad, también puede ser si quien la perpetra es un actor no estatal como una banda criminal, un sindicato o la guerrilla, actuando con la promoción, la tolerancia o la aquiescencia del Estado. Así que sea cual sea el caso, de acuerdo con el estándar internacional, toda persona en cualquier territorio tiene derecho a la protección judicial”.

Pero a Cenaida Basto, mamá de Antonio Gabriel Colmenares Basto, no le aceptaron la denuncia en Colombia: “porque yo no era colombiana. Entonces, busqué todos los documentos de mi mamá, que es colombiana, me saqué mi cédula colombiana, fui otra vez a poner mi denuncia en Colombia y no me la aceptaron. Me dijeron que a mi hijo no se lo llevaron a territorio colombiano”.

Cenaida sabe que a su hijo sí se lo llevaron a Colombia: el CICPC averiguó qué pasó con Antonio Gabriel el 17 de julio de 2019,después de las 6:00pm, una vez que salió del terminal de San Cristóbal, estado Táchira, hacia el barrio Las Flores para hacer un servicio de taxi desde ese barrio hasta el hospital central.

Cuenta Cenaida: “Como lo estuvimos llamando y mandándole mensajes, y todo eso le llegó cuando prendieron el celular, supimos por el detective que mi hijo agarró carretera de Barinas como a las 6:30pm. Dos días después, el 19 de julio, estaba en Guasdualito  [estado Apure] y de ahí salió de Venezuela hacia el municipio Saravena [Colombia]. Según el CICPC, mi hijo estaba vivo cuando lo pasaron a territorio colombiano, me dijeron que había un video de Guasdualito en donde él sale, pero yo no lo he visto”.

De manera que Antonio Gabriel no volvió a la cola de taxis del terminal ni a su casa. El vehículo Chery-Orinoco blanco en el cual se encontraba tampoco ha sido encontrado.

Antonio Gabriel tenía 19 años cuando desapareció. La foto de la derecha corresponde con el día de su desaparición.
Antonio Gabriel tenía 19 años cuando desapareció. La foto de la derecha corresponde con el día de su desaparición.

Y como estas desapariciones, también está la de Víctor José Uzcátegui (32 años), Emerson Azael Ramírez (23 años), y Gerson Alexander Useche (36 años), trabajadores de Bono Solidario, organización que realiza la rifa anual de recaudación de fondos para la Asociación Andina de Ayuda al Niño con Cáncer (ANICAN). Los tres se comunicaron por última vez con sus familiares el 1 de marzo de 2023 desde El Nula, estado Apure. Nunca llegaron a La Victoria, también en el estado Apure, para promocionar y vender los tickets de la rifa. El vehículo Chevrolet-Aveo plateado en el cual se desplazaban también desapareció.

Víctor, Gerson y Emerson vestían camisa amarilla y gorra de ANICAN en el momento de la desaparición.
Víctor, Gerson y Emerson vestían camisa amarilla y gorra de ANICAN en el momento de la desaparición.

Hay, además, seis muchachas desaparecidas y registradas en el grupo de madres: Sandra Luvic Barrios, desaparecida el 7 de julio de 2018 en Escobal (Colombia), donde tenía su puesto de venta de frutas; Marilyn Yorley Álvarez y Daliannys Landaeta, desaparecidas en Cúcuta (Colombia) el 6 de junio de 2018 y el 10 de diciembre de 2018, respectivamente; Adali Silvestra Borgas, desaparecida en Cauca, Colombia, el 8 de junio de 2020; Yeliany Puente, desaparecida en Usme, Bogotá, Colombia, el 16 de octubre de 2021; y Dulce Fabiola Mora, desaparecida el 27 de agosto de 2016 en San Cristóbal, hace siete años.

Cuando fueron desaparecidas, Sandra Luvic tenía 31 años, Marilyn Yorleytenía 18 años, Daliannys tenía 23 años, Adali tenía 25 años, Yeliani tenía 30 años y Dulce tenía 25 años.
Cuando fueron desaparecidas, Sandra Luvic tenía 31 años, Marilyn Yorleytenía 18 años, Daliannys tenía 23 años, Adali tenía 25 años, Yeliani tenía 30 años y Dulce tenía 25 años.

“Somos cuarenta mamis que hemos publicado en las redes sociales tratando de viralizar nuestros casos, buscando periodistas de este lado y en el lado colombiano, tratando de reunirnos con autoridades para que alguien voltee a mirarnos, para que nos escuchen y nos solucionen. Queremos saber sobre nuestros hijos, qué les hicieron, si están vivos, si están muertos, alguna noticia buena o mala, porque no sabemos nada… Queremos que, por lo menos, nos tomen las denuncias”, dice Lisbeth.

Porque sin denuncia no hay investigación en ningún lado y sin investigación no se sabe si estas desapariciones son del paramilitarismo, de la guerrilla, de cualquier banda delictiva o, peor aún, si son desapariciones por funcionarios de cualquiera de los dos Estados. Sin investigación, además, los motivos podrían ser cualquiera: narcotráfico, contrabando de mercancía, disputa territorial, robo, ajuste cuentas, accidente, trata de personas con propósito de prostitución, trabajo forzoso o esclavitud laboral… Sin investigación tampoco hay una cifra que refleje cuántas veces se repite la tragedia ni búsquedas eficientes de los desaparecidos.

Los 41 jóvenes desaparecieron, en su mayoría, en la zona fronteriza de Colombia y Venezuela.
Los 41 jóvenes desaparecieron, en su mayoría, en la zona fronteriza de Colombia y Venezuela.

Explica el abogado Lusverti: “La complejidad es que es un crimen que pudo haber ocurrido en dos países y eso implica la necesaria cooperación entre las autoridades policiales y judiciales de ambos países para que se puedan cumplir las obligaciones de investigar, sancionar y reparar. Aunque esto sea una traba formal, porque los funcionarios de un Estado no pueden investigar en el otro, se resuelve si existe interés de analizar todas las líneas lógicas de investigación”.

De manera que el interés debe manifestarse en algo más que firmar la reciente Declaración sobre cooperación en la búsqueda de personas dadas por desaparecidas, pues la cooperación binacional implica, entre tantos aspectos, superar los prejuicios por la condición y las razones migratorias de los desaparecidos, así como cesar la tolerancia o la complicidad de las autoridades ante el crimen de desaparición transfronteriza que afecta a ambos países.

Porque hasta ahora, este crimen sigue impune. De acuerdo con la Fundación Progresar, ubicada en Norte de Santander, Colombia, entre 2015 y 2021, desaparecieron 391 venezolanos. En septiembre de 2022, la ONG Fundaredes informó sobre 246 desapariciones de venezolanos en las zonas fronterizas del país, de las cuales 118 ocurrieron en Táchira, 29 en Zulia y 22 en Apure.

Mientras tanto, las madres de los desaparecidos siguen padeciendo barreras para el acceso a la justicia. Por eso, insiste Lisbeth: “Estamos tocando puertas en la Comisión de Política Exterior y en la de Política Interior de la Asamblea Nacional. También queremos reunirnos con el embajador de Colombia en Venezuela, a ver quién nos ayuda, porque no somos ni diez mamis las que hemos podido denunciar en Colombia. Apenas tres mamás hemos podido denunciar en ambos países y hay mucho que investigar, porque cómo es que nuestros hijos desaparecen y no hay ni una pista de ellos después de tantos años”.

Nota final: Para cualquier información sobre los desaparecidos, por favor, comunícate: +58 424 949 92 67. Ayúdanos a difundir: Facebook, X (antiguo Twitter) y TikTok: Esperanza de Madre (Desaparecidos)


*Las fotografías y las leyendas asociadas a c/u de las imágenes fueron facilitadas por la autora, Kaoru Yonekura, al editor de La Gran Aldea.

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