A la Iglesia católica cada vez le cuesta más conseguir recursos para obras sociales, señala el Padre Alejandro Keri, ecónomo de la Vicaría de Asuntos Económicos de la Arquidiócesis de Caracas. Aclara que no reciben apoyo financiero del Estado venezolano y que los fondos con los que cuentan provienen de donaciones que aún hacen la feligresía, la empresa privada o familias particulares.
Asimismo, descarta que en Venezuela puedan producirse acciones contra la Iglesia, como las que ha impulsado Daniel Ortega en Nicaragua, y destacó que la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) siempre ha apostado por la materialización de un diálogo que vaya en beneficio de la democracia del país y de los ciudadanos.
Alejandro Keri es un sacerdote de cuarenta y tres años que, antes de consagrar su vida a Dios, estudió Administración de Empresas en la Universidad Metropolitana, hecho que le he permitido empezar a cambiar paradigmas en la forma de gerenciar dentro de la Arquidiócesis.
-¿De qué se ocupa la Vicaría de Asuntos Económicos de la Arquidiócesis de Caracas?
-Es la entidad encargada de gestionar, administrar y dar el mejor uso a los recursos de la Arquidiócesis, que tiene a su cargo 100 parroquias a lo largo de la ciudad de Caracas. Tenemos dos años y medio en funcionamiento y contamos con seis gerencias que nos ayudan a organizar todo el trabajo que nos corresponde. Esto es novedoso, no existía antes; y ha permitido dar mayor formalidad, profesionalismo, eficiencia e institucionalidad a nuestras funciones.
-¿Cómo escogen las obras sociales que ejecuta la Arquidiócesis de Caracas?
-La gerencia de sostenibilidad es la que lleva los proyectos sociales y la recaudación de fondos, tanto para esas obras, como para toda la Arquidiócesis. Nosotros, a principios de año, hacemos una planificación estratégica y definimos hacia dónde nos vamos a encaminar, siempre bajo criterios de administración y sostenibilidad muy estrictos, porque la idea es que lo que hagamos pueda mantenerse en el tiempo. Luego de la implementación, acompañamos a las parroquias, las vicarías religiosas y demás instituciones a dar continuidad a la acción social en nuestras comunidades.
-¿Cuáles son los proyectos principales que están trabajando ahora?
-Nosotros hemos dividido los proyectos en tres grupos prioritarios: alimentación y salud, educación e infraestructura. En el primer grupo nos ocupamos, sobre todo, de la desnutrición infantil y de la alimentación de nuestros adultos mayores. Tenemos comedores parroquiales, comedores para las comunidades más vulnerables e iniciativas como “la olla solidaria”, entre otras. Luego, en cuanto a salud, tenemos dispensarios en las parroquias más desasistidas, entregamos medicamentos y nos apoyamos con la organización Cáritas Caracas. El segundo grupo es el que se ocupa de la educación: 32 colegios parroquiales, incluido el emblemático San José del Ávila, que está ubicado frente a La Pastora y fue fundado por el Padre Machado hace cien años. Este colegio estaba en muy mal estado. Recaudamos los fondos para poder remodelarlo y evitar que se nos cayera. Fue un trabajo importante y un esfuerzo económico grande que quiero poner como ejemplo, porque para nosotros el futuro del país está en la educación. En el área de infraestructura, nos ocupamos de la preservación y el funcionamiento de nuestras 100 parroquias, que son el pulmón espiritual de los caraqueños. También hacemos un trabajo similar con las quince vicarías que están a cargo de las monjas y funcionan como parroquias, haciendo un trabajo espectacular en las zonas más vulnerables de nuestra capital.
-¿Cuán difícil es para la Iglesia católica conseguir dinero en este momento en Venezuela?
-Es muy difícil y cada vez se hace más cuesta arriba, por las condiciones socioeconómicas del país. No recibimos el mismo apoyo que antes, pero seguimos recibiendo ayudas y se hace lo mejor posible con lo que tenemos. Pienso que diariamente hacemos el milagro de la multiplicación de los panes y los pescados.
-¿Y qué es lo que más se compromete al no tener los recursos de años atrás?
-Bueno, dice el refrán que uno se arropa hasta donde le llega la cobija. Entonces, nosotros hacemos hasta donde nos permiten los recursos que tenemos y la contribución de nuestros feligreses. Pero aquí aprovecho para destacar la importancia que, en estos momentos de crisis, tiene la gerencia de sostenibilidad, porque lograr que nuestros proyectos sean autosustentables en el tiempo es vital; y no es una cultura que se logra de la noche a la mañana. Es parte de un cambio de mentalidad que estamos dando dentro de la Arquidiócesis. Consideramos que no tiene sentido realizar obras que, con el pasar de los meses o años, mueran o desaparezcan. Con lo anterior no quiero menospreciar una de las cosas bonitas de este trabajo, y es que uno, con frecuencia, ve la providencia y la mano de Dios. Cada vez que pensamos que no va a alcanzar, Dios siempre nos manda la ayuda. Pero sí, para poder llevar a cabo los proyectos, cada vez necesitamos más recursos.
-¿Y el Estado venezolano hace algún aporte para impulsar el trabajo social de la Iglesia?
-No recibimos ayudas del Estado. Hay una falsa creencia de que la Iglesia recibe apoyo del Gobierno, pero no es así. No recibimos nada, lamentablemente. Los donativos con los que contamos son de nuestra feligresía, de la empresa privada y de las familias católicas que quieren ayudarnos, porque conocen la importancia y el alcance del trabajo nuestro. La Asociación Venezolana de Escuelas Católicas (AVEC), sí recibe un aporte del Ministerio de Educación, pero eso es sólo para los colegios que están afiliados a esta entidad.
-La construcción de la torre en la Urbanización El Rosal, para el funcionamiento administrativo de la Arquidiócesis, ha generado cierta polémica, ¿por qué?
-Yo creo que esta construcción es un milagro. Nosotros empezamos el proyecto en el año 2020, en medio de una pandemia, pero con la ayuda de la empresa privada y los amigos la hemos podido sacar adelante. Caracas es la única capital en Latinoamérica que no tiene una sede moderna, actualizada, y equipada como debe ser; por eso hoy la mayoría de las oficinas de la Arquidiócesis están regadas por toda la ciudad. La construcción del complejo nos va a permitir traerlos a todos a un mismo lugar, trabajar en equipo y de una manera más eficiente. Es la estructura que necesita cualquier institución sólida para el trabajo y logro de sus objetivos. Queremos dar ejemplo y la mejor forma es empezando por nosotros mismos.
-Hay un plan que tiene el Gobierno que se llama “Mi iglesia bien equipada”, que pareciera estar más enfocada en los templos evangélicos. ¿Les han llamado para coordinar algún proyecto?
-Creo que hemos recibido alguna ayuda con pintura, en una que otra parroquia, quizás algo más de embellecimiento para la parte exterior. Hasta ahí llega mi conocimiento del tema.
-¿Han tenido que incluir en sus programas a gente que antes era clase media y no necesitaban apoyar?
-Sí, sin duda ha aumentado el número de personas que debemos ayudar, porque esa clase media que mencionas ha desaparecido. Hoy nuestra labor social no solo está en las zonas tradicionalmente más vulnerables, también atendemos a hermanos en sectores donde anteriormente no había tanta necesidad. Esto es una realidad. Me viene a la mente el inmenso éxodo de venezolanos en los últimos años, son millones de hermanos que han salido buscando mejorar sus condiciones de vida; y desde afuera intentan apoyar a sus familias aquí.
-Se habla mucho del escenario Nicaragua y de si ya estamos o no en esa misma condición. Daniel Ortega ha sido muy duro con la Iglesia, ¿es posible que el régimen venezolano ejerza medidas similares contra ustedes?
-Aunque hay muchas dificultades, no creo que estemos como Nicaragua. No lo veo aún y no creo que lleguemos a ese punto. Yo siento que en los últimos tiempos existe una mejoría en las relaciones del Estado con la Iglesia. Por lo menos hay una comunicación y un intento de acercamiento para poder seguir adelante. Pero sí preocupa la situación de Nicaragua, porque es inédita: expulsan al Nuncio, que es el embajador de El Vaticano, también han echado a los obispos y sacerdotes; es una agresión permanente. Todavía en Venezuela no hemos llegado a eso y esperamos que nunca ocurra. Juega a nuestro favor que este es un pueblo en su mayoría católico, que respeta a la Iglesia y las tradiciones.
-La Iglesia ha llamado, a través de distintos exhortos y documentos de la Conferencia Episcopal, a que se haga un esfuerzo por destrancar la crisis generalizada que hay, ¿sienten que están siendo escuchados por los actores políticos de lado y lado?
-Yo solo soy un sacerdote que lleva la administración de la Arquidiócesis de Caracas. Nada más eso, pero la Iglesia siempre ha alzado su voz para buscar un diálogo. Queremos ser siempre un puente, no una muralla. Eso ha sido el propósito que todo este tiempo ha buscado la Conferencia Episcopal, tratando de favorecer a la democracia y al país.
-La Iglesia hoy es una de las pocas instituciones que es bien vista y apreciada por la gran mayoría de los venezolanos, ¿a qué lo atribuye?
-Somos una institución que tiene dos mil años de vida y nuestro fundador nos dio la misión de ir por todo el mundo a predicar el Evangelio, y a ayudar sin esperar nada a cambio. Entonces, el interés nuestro no es lograr algún beneficio económico propio o algún cargo político, sino apoyar al prójimo. Creo que eso hace una gran diferencia. También pienso que nuestra misión más trascendental, que es espiritual, nos permite tener fortaleza y lograr los objetivos que nos proponemos.
-¿Se ha deshumanizado la sociedad venezolana producto de estos tiempos de precariedad y supervivencia que padecemos?
-Los sectores más vulnerables han sido muy afectados por la crisis social y económica que padece nuestro país; sin embargo, yo veo que el venezolano no se rinde. Si vas a un sector popular y le preguntas a la gente si cree que va a estar mejor en el futuro, ellos te van a decir que sí, que tienen esperanza de mejorar. Por eso salen todos los días a ganarse la vida, a luchar; a pesar de las condiciones adversas que les rodean. La posición de la Iglesia es ayudar a nuestros hermanos y creo que la parte más importante es la educación, dar herramientas a la gente para que puedan salir adelante. Como indica el refrán: ‘si le das un pescado a la persona, comerá un día; pero si le enseñas a pescar, comerá toda la vida’. Yo creo que esa es nuestra tarea.
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*Las fotografías, autoría de Adriana Núñez Rabascall, fueron facilitadas al editor de La Gran Aldea para documentar este escrito.