Días atrás leí un tuit de Paulina Gamus. En él, ella citaba otro tuit de Teresa Albanes, quien fue ministra de Carlos Andrés Pérez en su segundo gobierno y quien presidiera la anterior Comisión de Primarias de la oposición. Hoy Albanes milita en el partido Vente Venezuela, de María Corina Machado.
Este partido, como es sabido, mantiene una postura muy firme con relación a las primarias: no se pueden realizar con la participación del Consejo Nacional Electoral (CNE). Su argumento es el que venía expuesto en el tuit al que hago alusión: “No puede participar el CNE, porque las primarias son un acto privado”. A lo cual, Paulina, con el sarcasmo y la fina ironía que le caracterizan, preguntaba: “¿Será por invitación?”.
¿A dónde nos lleva esto? Pues a una discusión que algunos, a la distancia, ven con algo de fastidio, porque en el seno opositor, en este momento preparándose para unas primarias con o sin CNE, pareciera que se ha olvidado el contexto en el que vive el país.
Ya no hay palabras para criticar al régimen, ya no hay palabras para cuestionar el tipo de vida que está teniendo el venezolano de a pie. Ahora todo está centrado en los candidatos opositores. Días atrás, Diosdado Cabello, el enemigo de todos, se mofaba de la señora Machado diciendo que ella se hace ver como que es nueva en política, cuando, explicaba el provocador de marras, tiene una larga trayectoria de más de veinte años en ese oficio.
La señora Machado tiene todo su derecho de manejar su carrera política como mejor lo considere. Puede permanecer en su empeño todo el tiempo que sienta necesario, total, no es la primera en hacerlo ni será la última. Recordemos, a manera de ejemplo, cómo Rafael Caldera insistió e insistió hasta que por fin, en 1968, se dio el cambio y resultó electo presidente por una diferencia mínima, una vez que el partido Acción Democrática se dividió.
Los políticos, pues, tienen todo el derecho a insistir tanto en sus aciertos como en sus errores. Así como ella, también Henrique Capriles y tantos otros nombres que hemos conocido como opositores en las últimas décadas. El asunto no es que ellos compitan, el asunto es que no hay otras personas, otros candidatos, otros líderes, sobre todo más jóvenes. Otros nombres que respondan a un auténtico liderazgo; no, por ejemplo, Antonio Ecarri, cuyo papel luce falso y genera múltiples sospechas. Pero, ¿por qué no hay otros líderes en la oposición que realmente despierten entusiasmo y esperanza? Allí puede estar el detalle.
Por lo pronto, en una entrevista reciente, el periodista Eugenio Martínez le preguntaba a los que no están dispuestos a aceptar la participación del CNE, cuál es la diferencia que hace ese punto si ya la Comisión Nacional de Primaria, que preside José María Casal, advirtió que la identidad de los votantes está plenamente protegida y no habrá captahuellas. Martínez insistía en que, si hay CNE, hay más centros electorales y, por tanto, más votaciones en zonas populares y alejadas.
Si pensamos en términos de Caracas, por ejemplo, con la participación del CNE habrá muchos centros electorales en el oeste de la ciudad, pero sin esa participación serían muy pocos. La mayoría de los centros electorales, entonces, estarían en el este de la capital y esto le daría ventaja a determinado candidato. Así, dicen, se bate el cobre. En todo caso, por ahora, el régimen respira feliz: en la oposición nadie se mete con él.