La revolución bonita y bolivariana ha tenido tres grandes poetas a su servicio, o por lo menos, dos de ellos, poetas connotados: el abogado Julián Isaías Rodríguez (nacido en Valle de La Pascua), el periodista Luis Alberto Crespo (nacido en Carora) y el abogado Tarek William Saab Halabi (nativo de El Tigre). Se anotan sus sitios de origen porque cada uno de esos sitios debe de haberlos marcado, en algún caso el terruño resulta esclarecedor. Podrían agregarse otros poetas chavistas de la periferia, tal vez algún merideño o el ebanista Antonio Trujillo, un cantamañanas que fue cronista de San Antonio de Los Altos, pero esto no es un censo sino una semblanza sobre el fiscal actual de la República.
Unos versos de Tarek William Saab aparecieron hace un par de meses en una de esas recensiones del Papel Literario: se armó una alharaca dentro de cierta elite ilustrada y Twitter fue la red testigo, ya se sabe: la crispación suele ser viral, Mr. Musk se frota las manos con ello. En todo caso, Tarek William Saab es poeta, no se le puede negar esa condición como no se le puede negar a Isaías Rodríguez, editado por la prestigiosa Biblioteca Ayacucho, ni a Luis Alberto Crespo, quien escribió esas páginas a punto de calcinarse, de versos pedregosos y crines al viento, que tituló Resolana. El problema, en el caso específico de William Saab, es que es imposible ser poeta y operador político al servicio del chavismo -o del madurismo- al mismo tiempo. ¿La familia de don Vito Corleone tenía algún poeta a mano?
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William Saab es esa clase de individuo a quien uno siempre le guardaba simpatía puesto que su nombre caminaba asociado a causas nobles, como la defensa de los Derechos Humanos. Cuando digo «uno» me refiero a los periodistas comunes y corrientes que reporteaban desde diferentes medios, atendiendo a diversas fuentes. Tarek W. Saab era una figura afable, cercana, a quien valía la pena hacerle caso si llegaba a la Redacción con una noticia o algo parecido, un domingo a la hora del cierre. Uno le buscaba un sitio a esa noticia, aunque la considerara un caliche.
Cuando Hugo Chávez sale de la prisión de Yare, el poeta comenzó a colaborar con el MBR-200, la primera formación legal chavista. Resultó elegido dentro de sus planchas como diputado al Congreso. Luego, seleccionado como miembro de la Asamblea Nacional Constituyente, dentro de la cual presidió la comisión dedicada a los Derechos Humanos. En ese tiempo se hablaba, incluso profusamente, de los avances en esta materia que se estaban poniendo en el tapete, y que denotaban preocupación del nuevo régimen por el tema. En el año 2000, William Saab fue electo diputado a la recién creada Asamblea Nacional. Luego, tras el golpe colectivo contra el régimen del 11 de abril de 2002, fue detenido. En esa ocasión pudo llamar a un periodista (debe haber hecho otras llamadas semejantes) que trabajaba con Teodoro Petkoff en el diario Tal Cual, quien no pudo atenderlo porque en ese momento, simplemente, se hallaba fuera del país; seguro que, de haberlo atendido, ese periodista habría hecho lo posible por ayudarlo en tal trance.
Chávez volvió al poder y Tarek William Saab siguió siendo una figura relacionada con el tema de los Derechos Humanos, aun cuando el régimen comenzaba a dar serios indicios de que los Derechos Humanos que le importaban eran los de la clase gobernante, no los de nadie más. En 2004 abandonó su curul en la Asamblea para lanzarse como candidato a la Gobernación de Anzoátegui, montado en la alfombra mágica del Movimiento Quinta República. A su debido momento se inscribiría, cómo no, en el recién creado Partido Socialista Unido de Venezuela, en medio de aquella gran monserga del socialismo del siglo XXI más los cinco motores o los que fueran. Todo lo refrendó o convalidó el adalid de los Derechos Humanos, aun por omisión: las agresiones contra los medios, los colectivos armados, la increíble inhumanidad frente al caso Franklin Brito, los asesinatos de la Plaza Altamira. La sujeción de los poderes públicos a la arbitrariedad centralizada. El ensañamiento contra la juez María Lourdes Afiuni. Todo.
Pasó el tiempo y vino 2017, ya sumaban más de un centenar los estudiantes y no estudiantes asesinados durante las protestas o posteriormente a las protestas; presos políticos, civiles torturados, encierros en La Tumba, el aviador que se suicidó en el Helicoide, el horror de las desapariciones forzosas. El triste papel de la DGCIM, de las FAES, del Sebin: en fin, ¿qué dijo Tarek W. Saab ante todo eso y lo demás?, ¿algo que pueda recordarse?, ¿puso, al menos, distancia entre su participación en el Gobierno y aquella entidad cuyos altos o medios mandos habían ordenado, cuando menos permitido, que fuese lanzado por una ventana el concejal Fernando Albán en 2018?, ¿se encerraba, en esos casos, a escribir poesía para aislarse del mundanal ruido el sensible Tarek W. Saab?
En el caso del concejal Albán, desde el principio salió a cacarear que se había suicidado, pero en 2020, dos años más tarde, el madurismo sacrificó a dos funcionarios de menor rango, a quienes algún juzgado condenó a cinco años por homicidio culposo, no intencional. Ya para entonces la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, así como la Corte Penal Internacional, habían fijado su atención sobre el caso Venezuela. ¿Y qué hacía Tarek W. Saab a todas estas, escribir sus propios versos, los más tristes de su noche estrellada? José Pulido, poeta y narrador que acaba de ser incorporado a la Academia Venezolana de la Lengua, desterrado hoy en Italia como tantos millones de venezolanos, dice: «Desde la adolescencia, [Tarek W. Saab] escribía poemas con mucho amor por la escritura. Pero creo que lo ideológico y lo político se volvieron prioridad para él. Eso mata toda posibilidad de poesía. Puedes seguir haciendo poemas pero no lograrás poesía. Esa música espiritual requiere de cierta pureza íntima».
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En 2017, a instancias de Diosdado Cabello, tras la huida de la fiscal Luisa Ortega Díaz y gracias a una pantomima de asamblea constituyente que se inventó el Gobierno para terminar de ignorar a la Asamblea Nacional legalmente elegida a finales de 2015, Tarek W. Saab alcanzó la Fiscalía General. Desde allí dio los detalles más nimios del asesinato de Carlos Lanz, en agosto de 2020. Nunca hubo un fiscal que se solazara con tanta fruición al regalar tal cantidad de pormenores en un caso sonado. Lanz había sido una figura importante del chavismo, ahora se sabría cómo fue que sus restos, desmembrados, fueron repartidos entre los marranos de una finca del estado Cojedes. Ahora, en 2023, no da detalles; solo cifras generales de quienes han caído tras destaparse, esta vez y al parecer gracias a los buenos oficios de los hermanos Rodríguez, una amplia trama de corrupción con epicentro en PDVSA. Al principio, el Fiscal General anduvo a la zaga de la Policía Nacional Contra la Corrupción que Nicolás Maduro se sacó de la manga, pero luego se montó en el tren. Como un asalariado más. Siempre nombra a su jefe con cierto énfasis, mencionando sus dos apellidos. Da cifras de apresados, alega que estas personas que se han colocado al margen de la ley van a ser presentados, o han sido presentados ya, «ante los fiscales que hemos asignado a esta tarea. Les va a caer la máxima pena, les digo, ¡la máxima pena! El máximo líder, Nicolás Maduro Moros, ha estado atento a todos los hallazgos (…). Esto es un acto de profilaxis social para aquel que puede ir a un cargo público: que se vea en ese espejo». Todo es máximo, todo es superlativo en este caso, ¡ay, pero aquí sí es verdad que no hay detalles! Habría que contestarle: bien pero, díganos, ¿qué relación tienen esos apresados con Tareck El Aissami y por qué Tareck El Aissami no ha sido debidamente puesto a buen resguardo y mostrado públicamente?, ¿qué secreteo se traen ustedes, los del Poder Moral o Ciudadano y los del Poder Ejecutivo, que según usted son un ejemplo de cooperación?
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Mientras tanto, la Sala de Cuestiones Preliminares de la Corte Penal Internacional emitió un comunicado rechazando la petición del gobierno madurista para dilatar todavía más el procedimiento que se le sigue por crímenes de lesa humanidad contra el pueblo venezolano. De modo que ya la Sala ha recibido todos los recaudos y papeles necesarios y sigue adelante con lo suyo, que es tramitar para que se juzgue. Entonces, un comunicado de la República Bolivariana de Venezuela (no identifica instancia alguna, podría haberse puesto «Presidencia» o «Cancillería» o algo semejante) miente con descaro y a sabiendas. No solo miente, sino que miente con errores de sintaxis. Allí se dice que la Sección de Reparación y Participación de las Víctimas de la CPI solo recoge opiniones de víctimas potenciales. O sea: según el gobierno madurista, las víctimas que han acudido con sus casos a la CPI no son tales. Pero el comunicado no aclara que «víctima potencial» es un término meramente procesal, como dice el abogado Alí Daniels. Serán víctimas no potenciales cuando cada caso se trate en la Corte y se vea en igualdad de condiciones lo que tiene que abogar el Estado venezolano a su favor o en su descargo, si es que tiene algo que abogar.
De este modo el gobierno venezolano, una vez más, manipula la información de manera artera. ¿Dijo algo Tarek al respecto, Tarek el poeta, Tarek el preocupado por los Derechos Humanos? Pues no.
Tal vez se acuerde en estos días de la carta a un joven poeta, de Rainer María Rilke. «Si su diario vivir le parece pobre, no lo culpe a él. Acúsese a sí mismo de no ser bastante poeta para lograr descubrir y atraerse sus riquezas. Pues, para un espíritu creador, no hay pobreza», le dice Rilke a su amigo. Tal vez Saab no se haya enterado, pero la riqueza siempre está en la verdad, no en el encubrimiento. No en la oscuridad. Otra cosa dijo el querido poeta José Pulido con mayor propiedad que uno: «Yo no juzgo a Tarek ni a nadie. Pero no se puede hacer poesía y al mismo tiempo representar un poder destructivo».
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@sdelanuez
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