La noche del 12 de junio de 2017, el esposo de Claire Marín llamó al centro de denuncias de la ONG Foro Penal: su hijo Carlos Julio Velasco no llegaba la casa ni estaba en los centros de detención donde lo habían buscado. Sabían que salió a las manifestaciones en Chacao para ayudar en caso de que hubiese heridos. Así lo había hecho todos esos días al salir del liceo.
El Foro Penal ya tenía información sobre Carlos Julio: lo detuvieron cerca del Centro San Ignacio cuando auxiliaba a una persona mayor que inhaló gases lacrimógenos. En la mañana del 13 de junio, Claire, su esposo y Jesús Marcano “el abuelo del Foro Penal” emprendieron la búsqueda del muchacho y lo encontraron en un puesto de la Guardia Nacional Bolivariana en el municipio Libertador. Claire pudo ver a su hijo tres días después.
Ahora es ella quien atiende el número del centro de denuncias del Foro Penal y sabe muy bien cómo hacerlo, porque “aquí -afirma- estas cosas por las que yo pasé siguen pasando, más de lo que la gente cree”.
-Entonces, cuando suena el teléfono, ¿qué haces?
-La llamada es el primer paso: se toman los datos de la persona detenida, del familiar, cómo ocurrió la detención y cuál fue la causa o por qué creen que lo detuvieron. Aunque también tenemos casos que vinieron directamente. Si ya son casos con documentación, se las pido… Luego, me quedo apoyando a los familiares, así como nos apoyaron a nosotros.
-¿Quiénes llaman?
-Las mamás, las esposas, las hijas, las tías, casi siempre son mujeres y están desesperadas, alteradas. Claro, las mamás mucho más.
-Y te toca calmarlas…
-Sí. Les digo que yo pasé por esa situación, que soy mamá de un expreso político, que a mi hijo se lo llevaron en las protestas de 2017, que vamos a ir paso por paso, que respire profundo. Claro, algunos familiares quieren que uno salga a buscarlos de una vez y uno les explica que existe un procedimiento, que el caso tiene que ser analizado por los abogados. Casi siempre se calman, porque cuando estas cosas pasan, a veces, uno lo que necesita es que primero te escuchen y entiendan tu problema para que después te ayuden. Claro, hay familiares que se molestan, porque tenemos un procedimiento y hay otros que no quieren responder las preguntas. A veces me gritan: “¿Cómo me vas a estar preguntando dónde lo agarraron?” o “¡Se lo acaban de llevar y tú me estás haciendo otras preguntas!” y me trancan, pero después vuelven a llamar… Yo los entiendo a todos, uno no sabe cómo va a reaccionar en esos momentos, porque cuando mi hijo no aparecía yo pensaba de todo: si le habían hecho algo, si había comido, si lo habían matado. Es horrible… Por eso yo me dedico a hablar mucho con la persona, el tiempo de la llamada es muy largo para yo poder hacer mi trabajo también.
-Entiendes cómo son esas primeras horas de desaparición forzada de un familiar…
-Sí, claro, porque yo estaba nerviosa, desesperada, pero muy fuerte no sé cómo. Sabía que tenía que hacer esto y aquello; eso y lo otro, que tenía que encontrarlo… Medio vine a ver a mi hijo en la audiencia de presentación. Después nos fuimos hasta el comando de la Guardia Nacional en Macarao [su centro de detención] y fue cuando lo vi bien, y reventé a llorar, porque eso fue un dolor muy grande…
-¿Dolor o alivio?
-Alivio porque lo vi, pero fue dolor, porque uno quiere que a sus hijos no les pase nada, que nadie se meta con ellos… Y, bueno, así pasaron seis meses horribles, pero yo estaba decidida a que mi hijo iba a salir… A veces, todavía me da dolor, porque a él lo golpearon y sí vivió cosas feas cuando estuvo detenido pero que no me dice… Me acuerdo de esto con orgullo y tristeza: mi hijo se graduó en el comando, yo le llevé su diploma. Ese fue el día de la fotico que muchos han visto. Lloramos mucho.
-Dices “seis meses horribles”…
-Yo no trabajaba. Mí día a día era hacerle las tres comidas a Carlos Julio y llevárselas. Vivía así. Me zumbaba todos los días desde Guarenas hasta Macarao. No me dejaban verlo, pero medio lo veía y él sacaba la manita por la reja. Yo andaba para arriba y para abajo con la abogada de mi hijo,Mariana Ortega: iba para la Fiscalía, a las actividades que me llamaran, a las reuniones con los familiares, para otro sitio por otro muchacho, a buscar la paquetería de otro muchacho más, ayudé en las actividades de Navidad. Empecé a ayudar a la abogada con otros presos y así, sin querer, me fui metiendo en el Foro Penal. Me di cuenta de que no solamente estaba mi hijo preso y que son las mamás las que más ayudan, porque vivíamos lo mismo y nos apoyábamos.
-¿Sentiste, sientes miedo?
-Una vez, porque un guardia nacional me tomó fotos saliendo de la Estación de Altamira. No me dijo nada ni me persiguió, pero me puse nerviosa, bajé la cara y seguí derechito hasta el Foro Penal. De resto, el miedo fue más por mi hijo, no por yo hablar, porque yo tenía claro que tenía que hacer todo para sacarlo, porque como era un caso político, si uno se quedaba callada, si uno no se movía, por más que los abogados hicieran de todo, el caso no se iba a mover.
-¿Qué aprendiste de todo esto y qué siempre tienes presente cuando atiendes las llamadas?
-Que uno no piensa que estas cosas pasan y que, cuando pasan, es cuando uno necesita mucha ayuda más que todo de la familia. A veces pienso que ojalá esas mujeres que llaman tengan una familia que las apoye, pero no para que les estén preguntando o para que les digan que fue culpa de ellas, porque eso no es ayuda. Ayuda es que aporten que si con dos arepas como me hizo una prima, que te manejen el carro, que te acompañen como hacía mi mamá y mis otros dos hijos, porque uno está activo todos esos días para allá y para acá, y en el Twitter.
-Aprendiste a usar Twitter…
-Es que había que darle y darle, y darle a la bulla todos los días, aunque la juez gritara por los pasillos que le bajaran a las redes sociales. Como yo le escribía en el Twitter a los funcionarios, yo veía que muchas personas decían que, por favor, me escucharan. Pero también vi que la gente la empezó a insultar a la juez y eso no me gustó. Ella tuvo que cerrar esa cuenta. También le escribía [tuiteaba] al doctor Tarek William para que revisara el expediente de Carlos Julio, y me escribían que no bajara la cabeza y que yo tenía síndrome de Estocolmo. Pero yo pienso que uno tiene que respetar y que, como mamá, tenía que buscar la liberación como sea. Hasta que un día, el doctor Tarek me respondió en un tuit. Me puso “señora” y que mi hijo salió liberado. Le di las gracias, me fui a buscar a mi hijo y ya no uso tanto el Twitter.
-¿Qué sueles aconsejar a los familiares?
–Fortaleza y esperanza, que visualicen al familiar en la casa, en su cuarto, que lo llamen y que se enfoquen en todo lo que hay que hacer, así sea un pancartazo en una esquina o en una reunión en la oficina, que no sean apáticos y que entiendan que el familiar forma gran parte en la liberación, de hecho, es el primero que le echa pichón por la liberación.
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*Las fotografías fueron facilitadas por la autora, Kaoru Yonekura, al editor de La Gran Aldea.