En la aldea
21 diciembre 2024

Cazar corruptos: el nuevo emprendimiento revolucionario

“Todos los venezolanos sabemos que los procesados robaron, pero también estamos convencidos de que los perseguidores también, y es ahí donde el tema de la traición cobra fuerza. Perseguir corruptos es el gran negocio del momento, la creatividad revolucionaria no tiene límites, a nadie se le hubiese ocurrido que podría ser rentable lo que en cualquier sociedad civilizada es un deber. En este caso el test de Allport se quedó sin escala”.

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Zair Mundaray | 30 abril 2023

El test de Allport es una prueba psicométrica que intenta medir los principios y valores morales que conducen la conducta de los individuos. Fue publicado en 1970 por el psicólogo Gordon Allport y sus colaboradores, quienes, a través de un test en el que se plantean curiosas interrogantes, trata de establecer cómo inciden en la persona al menos seis valores básicos: Teóricos, económicos, estéticos, sociales, políticos y religiosos. Allport, obviamente, no llegó a conocer la perversidad de la revolución bolivariana y los personajes que la integran; de haber sido así, se habría percatado que no hay forma científica capaz de medir los niveles de degradación humana alcanzada por estos individuos.

Hace un tiempo, un experto en planificación me enseñó que no es posible construir ninguna política pública para la búsqueda de soluciones si no se mide la intensidad y magnitud del problema que se pretenden solucionar. Ciertamente, la mayoría de los fenómenos sociales o naturales de alguna forma son medibles, pero en nuestro país hay situaciones de tal magnitud que no hay escala capaz de dimensionar ni el tamaño ni las consecuencias de los problemas. La corrupción chavista es uno de esos temas que no admite fórmula de medición, se lo han llevado todo desde el primer día en el poder, no importa si lo que roban es el medicamento que un niño requiere para vivir, o el dinero de una columna a sabiendas que todo un edificio va a caer sobre la gente. No importa, el pecado capital de la codicia mora en ellos.

En días recientes hemos visto una puesta en escena con mucha cobertura mediática, en la que el régimen venezolano, a propósito de un proceso de ajuste de cuentas interno, pues así funciona la criminalidad organizada, intenta marcar un hito histórico en la lucha contra la corrupción. No hace falta mayor pericia, para darse cuenta que los que se quedan en la banda hablan al unísono de los excluidos, a quienes más allá del comportamiento contrario a la moral pública, que es un factor común entre unos y otros, tildan de traidores. El manejo del discurso no deja de ser interesante, todos los venezolanos sabemos que los procesados robaron, pero también estamos convencidos de que los perseguidores también, y es ahí donde el tema de la traición cobra fuerza. Sólo pueden tildar de traidores a otros quienes permanecen asidos al poder; la dictadura ha establecido que son traidores quienes están fuera de la jugada, los que ya dejan de tener el poder de antes, o usando una frase muy venezolana, aquellos que no están en la “pomada”.

“La corrupción chavista es uno de esos temas que no admite fórmula de medición, se lo han llevado todo desde el primer día en el poder, no importa si lo que roban es el medicamento que un niño requiere para vivir. No importa, el pecado capital de la codicia mora en ellos”

Siempre he sostenido, y este episodio lo corrobora, que la comprensión integral del chavismo en ejercicio del poder, trasciende al relato clásico de periodistas, historiadores, sociólogos o politólogos. Estos tiempos requieren sin duda un enfoque criminológico, pues son actores que han transformado íntegramente la realidad nacional y el relacionamiento de las personas y el poder, en torno a la perpetración de diversas formas delictivas, a tal punto que cada nueva realidad va de la mano de una respuesta criminal novedosa y actualizada.

Era previsible que quienes fueron llamados a perseguir a los corruptos rojos sacaran provecho de esta novedad, está en su ADN, no conocen ninguna fórmula de comportamiento distinta. En días recientes, Nicolás Maduro decía al país que los detenidos por corrupción llevaban vida de mafiosos, hacían orgías terribles en el Country Club, que vivían de la comisión y la corrupción y pedía a la Fiscalía y a los organismos de investigación que recuperaran lo robado. Ahora bien, no explicó Nicolás, quien sería el beneficiario de la recuperación de lo robado, y es ahí donde se ha desatado una verdadera rebatiña entre quienes están cumpliendo sus órdenes.

Desde el funcionario de menor rango, hasta algunos altamente posicionados, están disfrutando de uno de los periodos de mayor abundancia de formulas para enriquecerse rápidamente. Quienes han practicado allanamientos, por ejemplo, se han apropiado de computadoras, televisores, relojes, joyas y han asaltado licoreras en los que el buen whisky y vinos de todo origen han ido a parar a sus celebraciones familiares, o a la venta clandestina. Ladrón que roba a ladrón dirían algunos, pero esto está adquiriendo otras dimensiones.

En el SEBIN todo tiene un precio, los procesados que desean visitas, televisor, celular, comida a la carta, agua caliente o cualquier comodidad por básica que sea debe pagar. Ya hay varios emprendimientos en pie para ello, desde los encargados de hacer compras, hasta los de mensajería y traslados, total la mayoría tiene bastantes recursos mal habidos. El tema de que en el lavado de los activos se hayan utilizado mecanismos digitales, como criptomonedas, ha sido de mucho provecho a los perseguidores, con un clic desde el teléfono se han apropiado de grandes sumas que dejan poco rastro y de inmediato pueden ser canjeadas por dinero o bienes.

A los detenidos no se les ha permitido tener abogados privados, pero ya hay unos que con la venia del SEBIN, ejercen a través de la defensa pública y por una importante suma de dólares ofrecen que los fiscales encargados de los casos practicarán las diligencias de investigación en su defensa. La persecución penal se ha extendido, no con un criterio técnico relacionado con el delito y el daño que esto ha causado a la sociedad, sino en función del provecho económico que se puede obtener. Si alguien guarda relación con los detenidos y se verifica que está bien posicionado económicamente, de inmediato se le manda su comisión policial para ver qué se le saca. El dinero mal habido se está trasladando de un grupo criminal a otro, estos últimos actuando en nombre de la justicia revolucionaria. En el chavismo los emprendimientos ilegales abundan y mucho mejor si se está ungido con la orden del máximo líder, quien, en nombre del proceso de depuración política, da rienda suelta a los instintos de codicia que mueven ahora a los justicieros.

Perseguir corruptos es el gran negocio del momento, la creatividad revolucionaria no tiene límites, a nadie se le hubiese ocurrido que podría ser rentable lo que en cualquier sociedad civilizada es un deber. En este caso el test de Allport se quedó sin escala.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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