En la aldea
26 diciembre 2024

María Corina Machado y las Horcas Caudinas

“Apareció en la política cuando la democracia sucumbía ante la intolerancia de un régimen militar y populista. No obstante, María Corina Machado no arrugó ante la cobarde y permanente violencia del chavismo; y goza de una alta credibilidad dentro de una élite política en la que muy pocos creen”.

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Francisco Suniaga | 12 abril 2023

Si María Corina Machado -dado su incansable trabajo político y el evidente respaldo que recibe en todo el país- resultara electa candidata del sector mayoritario de la oposición votaría por ella, con absoluta seguridad, en las elecciones de 2024. Haría campaña donde pudiera y me batiría por defenderla en el mundo de los escribidores de notas de opinión. Es lo que voy a hacer por quienquiera que resulte ser el abanderado opositor, porque mi aspiración, como la de la mayoría de los venezolanos, es derrotar a Nicolás Maduro y su régimen.

Dadas sus condiciones, formación y estilo frontal, María Corina merecía un escenario más democrático para competir, los años ‘90, por ejemplo. Se me ocurre especular que aquel habría sido un ambiente mejor para “su estilo de juego”, como se diría en el mundo del deporte. Quién sabe, a lo mejor con su determinación y fuerza nos habría salvado de Caldera II y de Hugo Chávez. Apareció en la política cuando la democracia sucumbía ante la intolerancia de un régimen militar y populista, con un discurso tomado de la cultura comunista venezolana y la protección comprada de la izquierda internacional.

No obstante, María Corina no arrugó ante la cobarde y permanente violencia del chavismo que se cebó en ella. Por el contrario, demostró que, más que valiente, ha sido bizarra y se ganó la admiración unánime de los opositores. Ante una agresión física montada para quebrarla en pleno Hemiciclo del Parlamento -usando el odio de clases de una diputada chavista con entrenamiento de boxeo- reaccionó con una dignidad que elevó el gentilicio. Los venezolanos recuerdan bien esa muestra de gran valor, pero recuerdan con mayor nitidez el momento en el que en cadena nacional y en su cara, María Corina interrumpió un discurso de Hugo Chávez para llamarlo ladrón. Ese acto, en sí mismo, es histórico.

“Ahora le toca decidir si se sienta o no en la mesa a jugar un juego inventado por el diablo. Si decide no hacerlo y mantenerse distante de los otros jugadores, aún es posible que se imponga y gane las elecciones primarias”

La valentía y dignidad no son sus únicas cualidades. Es además inteligente, articulada, educada en buenas universidades, venezolanas y extranjeras, una líder fuerte. Más aún goza de una alta credibilidad dentro de una élite política en la que muy pocos creen. Ella misma lo denuncia y pregona con su discurso y su conducta. Desde hace rato se niega a interactuar con un sector grande de la dirigencia opositora, quizás ni siquiera se habla con ellos, mucho menos pensar en que se siente a negociar algo. Rechaza eso que los gringos llaman compromise con sus compañeros de causa. Ni qué decir con el chavismo. Se salta así de situaciones que resultan dilemáticas para cualquier político. Esa conducta de no tramarse con la urdimbre política opositora le concede ventajas en una sociedad donde la palabra “negociación” connota chanchullo. Mucho más en política, donde siempre hay una sombra de sospecha sobre cualquier arreglo.

Ese irse por el medio de la calle contra el chavismo, no lidiar con sus colegas más veteranos o no ser parte del “pulling and hauling” de la política opositora, junto a sus demás cualidades, la convirtió en la favorita de vastos sectores opositores y la ubica de puntera en muchas encuestas.

El dilema, sin embargo, de sentarse o no a negociar con sus pares no podrá ignorarlo siempre. La transacción política existe, es real y necesaria. Solo una gran transacción política permite la coexistencia en Francia o los gobiernos de coalición de partidos, incluso de izquierda y de derecha, en cualquier país de Europa. En regímenes autoritarios, el caudal es menor, pero siempre hay transacciones y son aún más necesarias cuando eres el más débil. Quienes no lo crean así, relean, por favor, el episodio histórico de las Horcas Caudinas y concluirán que la decisión tomada por los romanos, aunque humillante, fue acertada. Las distintas tandas de negociaciones con el régimen han sido intentos, fallidos lamentablemente, de una transacción que ponga término a una crisis política que ya tiene décadas. Crisis que, cualquiera que sea la solución, pasa por la salida de Maduro y su régimen.

Por eso cabe la pregunta: ¿Puede María Corina Machado como líder de la oposición llevarnos a esa salida? Su mensaje de “Maduro, voy por ti”, publicitado en las redes no conduce, si se evalúa racionalmente, a una respuesta afirmativa. A menos que se piense que Nicolás es tonto, que está lejos de serlo. María Corina tampoco lo es y, desde hace unas semanas para acá ha moderado su discurso, por lo menos el que usaba para atacar a otros opositores. Buen indicio, ahora le toca decidir si se sienta o no en la mesa a jugar un juego inventado por el diablo. Si decide no hacerlo y mantenerse distante de los otros jugadores, aún es posible que se imponga y gane las elecciones primarias. Lo verdaderamente difícil será convocarlos después para derrotar a Maduro, que es lo que Venezuela necesita.

Y para eso, ella o cualquier otro candidato, requiere de una amplísima coalición de fuerzas opositoras, vale decir, movilizar al no-chavismo. Es obvio que para hacerlo tiene que conversar con ellos y hacer concesiones. En otras palabras, hacer política con gente que no comparte sus criterios. Lo peor, necesitará también hacer lo mismo con los chavistas. Cualquiera asume que -parafraseando a Mario Moreno- para comportarse como caballeros y no como lo que son, alguna garantía de sobrevivencia exigirían. Debe convencerlos de que la transición a la democracia los incluye. Caso contrario, pobre Venezuela.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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