La caída en desgracia de la facción del chavismo encabezada por el otrora poderosísimo Tareck El Aissami, con la renuncia de este al Ministerio de Petróleo y el arresto de varios miembros de dicho grupo, es la mayor sacudida endógena de la elite gobernante desde que la misma desechó a Rafael Ramírez y a sus secuaces. No puede ser casual que en ambos casos la purga se dé por mañas e intrigas en el seno de PDVSA. Follow the money, como dicen los anglosajones. Aunque años de incompetencia y corrupción la redujeron a una sombra de lo que fue bajo la conducción de personas como Rafael Alfonzo Ravard, la industria petrolera sigue siendo la principal fuente de ingresos para la cúpula roja rojita. La generadora de riquezas para distribuir entre los que mantienen el statu quo en contra de la voluntad ciudadana. De manera que cualquier perturbación en el equilibrio distributivo puede fácilmente producir animosidad y hasta hostilidad entre camaradas de la jerarquía que hasta hace nada se estaban abrazando en público.
A mi juicio, esa es la clave para entender por qué está pasando esto justamente ahora. Es lo que explica cómo dirigentes chavistas, que por años contaron con todo el honor y deferencia que la elite concede a sus integrantes, de la noche a la mañana son reconocidos por sus compañeros como villanos merecedores del noveno círculo en la maqueta infernal de Dante. Verbigracia, Hugbel Roa, a quien se le asignó un escaño fácil de ganar por el estado Trujillo en los comicios parlamentarios de 2015, en momentos cuando esas curules aseguradas para el Gran Polo Patriótico eran pocas. El mismo Hugbel Roa a quien luego Nicolás Maduro le confió el Ministerio de Educación Universitaria. El mismo Hugbel Roa que desfiló sonriente en agosto pasado por el Parque Los Caobos con Carmen Teresa Meléndez, alcaldesa de Caracas, para la presentación de un libro de su autoría en una feria literaria organizada por el gobierno municipal.
Lo interesante de este incidente es que concatena diversos elementos del siempre opaco manejo de recursos públicos por el gobierno venezolano, con repercusiones igualmente diversas. Vamos a ver. En palabras de los propios denunciantes, desaparecieron miles de millones de dólares por tramas corruptas. Esto coincide con un cúmulo de información, recogida por la prensa independiente (que el propio chavismo censura en no pocos casos), de una red de intermediarios oscuros diseñada para evadir las sanciones de Estados Unidos contra la exportación de crudo venezolano. Intermediarios que resultaron ser pagadores pésimos y que adeudan a PDVSA montos millonarios. Por supuesto, quienes coordinen esta logística complicada desde Venezuela son los que tienen más capacidad para verificar los movimientos de dinero. Así que es posible que esos individuos hayan sacado provecho de la situación para su peculio privado (de ahí el desfalco a la petrolera estatal). Y si una facción se beneficia en la distribución de recursos a costa de las demás, pues naturalmente eso no puede agradar a las perjudicadas cuando se enteran.
Creo que no podemos disociar todo esto de fenómenos más palpables para el venezolano de a pie. Una PDVSA a la que no le pagan significa menos dólares para satisfacer la demanda en el mercado oficial. Justamente lo que vimos en la segunda mitad del año pasado, cuando se contrajo con severidad la oferta en las mesas de cambio de la banca. El resultado fue una nueva subida vertiginosa del dólar paralelo y un golpe duro al plan gubernamental para contener la inflación. La recuperación económica, tan cacareada por Nicolás Maduro pero en sí misma muy limitada, se estancó y hasta corría peligro de ser revertida. Su futuro hoy es incierto, aunque febrero y marzo representaron un alivio significativo en cuanto a la inestabilidad cambiaria y el aumento de precios. He aquí otra cosa que ha de haber generado molestias en Miraflores sobre la conducción del negocio petrolero.
Hay más. Aunque las motivaciones para estas purgas que cada cierto tiempo emprende la elite gobernante tengan más que ver con la referida distribución de recursos públicos, también es cierto que brindan oportunidades de propaganda. El mensaje es que, al contrario de lo que dicen la prensa y las ONG como Transparencia Internacional, la corrupción en Venezuela se castiga con rigor. No importa el poder del corrupto, ni sus contactos. El tan manido “caiga quien caiga”. Pero esta vez, creo que los pretendidos inquisidores y aprendices de Robespierre (“el Incorruptible”, llamaban al líder jacobino) hubieran preferido proceder con suma discreción. De no ser por el hecho de que un detenido prominente siempre tendrá allegados que se pregunten ruidosamente por su paradero, quizá los arrestos en este caso se hubieran dado de forma silenciosa. Porque el reconocimiento de un robo inmenso a las arcas públicas supone la refutación de que las sanciones internacionales son las únicas culpables de la falta de recursos para tener un Estado que cumpla sus funciones decentemente y remunere con suficiencia a sus empleados. Los aguerridos docentes que desde el año pasado exigen sueldos dignos, gritaron en sus manifestaciones más recientes: “¡No es bloqueo! ¡Es saqueo!”.
Y si los hechos no dejan bien parada a la narrativa del Gobierno, pues otro tanto puede decirse de cierta amalgama de ciudadanos que se identifica como opositora pero tiene una llamativa tendencia a repudiar ferozmente mucho de lo que molesta al chavismo, sino es que todo. Incluyendo las sanciones. Se les debe admitir su audacia en la defensa de esta conducta, incluso en la presente oportunidad. Según ellos, las sanciones son responsables del desfalco a PDVSA porque obligaron al Gobierno a recurrir a los intermediarios turbios y maulas. Hallo este argumento débil. Implica que antes de las sanciones no había una corrupción monstruosa en PDVSA. La rebatiña es de mucha más vieja data. La diferencia es que ahora tuvieron que hacer parte de ella a unos bucaneros de hidrocarburos en el extranjero, sobre los que a menudo no tienen control. Ahora, como antes, en el reparto de lo que ingrese es prioridad de la elite gobernante. Las migajas remanentes son lo que sí tiene uso público.
Recapitulando, las revelaciones de la purga son de índole distinta, pero se puede rastrear el origen de todas a una misma caja oscura. Son como el nombre de la suite para piano de Modest Mussorgsky: cuadros en una exhibición, que representan distintas etapas en la trayectoria del mismo artista. O como dijera Gustave Flaubert: “El autor, en su obra, debe ser como Dios en el universo: presente en todas partes y visible en ninguna”. Lástima que en este caso la obra no sea precisamente bella.