En mi rancho está la razón de mi existencia
Una historia, una vivencia, un ejemplo familiar
Que llora cuando hay que llorar y ríe con evidencia
“Mi Ranchito”, Ricardo Cepeda, Cardenales del Éxito.
Hemos hablado ya sobre la casa como adjetivo para el ser, como un elemento significante y significador en la vida (Tapia, 2022). Pero ahora queremos poner sobre la tierra esos pensamientos y hacer una revisión sobre la casa popular, la casa de barrio desde una mirada antropológica. Emprendemos, así, un repaso a la significación de la vivienda popular la cual tiene una presencia constante en el imaginario de la ciudad.
La experiencia del barrio y por consiguiente de la vivienda popular es particular a la ciudad e incluso particular entre barrio y barrio, por lo que nos centraremos principalmente y de manera general en la vivienda del barrio caraqueño. La casa, sin importar cual, representa un elemento neurálgico en toda cultura, por lo que su comprensión es esencial para entender las formas de vida de un grupo, y viceversa, observar las formas de vida de un grupo permite entender algunos aspectos de la morfología de la casa y sus implicaciones en el imaginario del habitante. Teresa Ontiveros (2015) nos dice que:
La vivienda puede dar cuenta de los ritmos temporales de la familia, de su memoria larga, de elementos del pasado que se mantienen, así como los cambios y transformaciones de los elementos de la cultura. Justamente, las relaciones, conflictos, identidad, alteridad, que se manifiestan en torno al hábitat popular, nos permiten aseverar que es más que un techo (Pp. 521-522).
La casa de barrio caraqueña suele llegar a ser como la familia que la habita, y es que la casa es expresión y la casa de barrio que tiene como característica el proceso de autoconstrucción es un reflejo incluso más íntimo del imaginario de sus habitantes-constructores.
La casa popular es proceso, acompaña al desarrollo mismo de la vida de sus propietarios construyéndose mutuamente. “Es así como esta valoración de la casa por parte de las familias, fruto materializado de sus historias, hace tangible la herencia del construir; es decir, la casa representa el saber hacer, saber decir de los sectores populares” (Ontiveros, 2015, p. 527). Por tal motivo, en la casa popular podemos encontrar lecturas de identidad, grupal y familiar, entendiendo aquí a la identidad como un elemento unificador y diferenciador a la vez, da un sentido de colectividad a los habitantes del barrio, pero a la vez funciona como elemento de otredad con los habitantes de zonas urbanizadas “tradicionales”.
La vivienda autoconstruida tiene una significación muy profunda para sus habitantes-constructores, esta se convierte en patrimonio, no solo material, sino también moral, “La vivienda como patrimonio tiene una fuerte carga simbólica, tiene un valor más allá de su precio, es el precio del hacer, del sacrificio, es la conquista de la seguridad, de la transmisión del esfuerzo a los hijos” (Ontiveros, 2015, p. 529). De esta manera la familia atesora su hogar construido con esfuerzo y mucho trabajo durante décadas, esa casa que tendrá la forma de la familia pues se construyeron a la par, representa mucho más que un techo, es un elemento mucho más complejo, esa casa una vez terminada representa la consolidación de un proceso, y de un grupo familiar.
Este patrimonio tiene un valor que trasciende el monetario, por ello Iván Amaya (2015) comenta que “el hombre constructor al usar la vivienda crea un vínculo natural de apropiación simbólica, donde esa casa es el resultado de mucho esfuerzo en función a la familia, es el patrimonio, la herencia que se les deja a los descendientes” (p. 476). Y este patrimonio representa la conquista de una condición, pues la casa no solo es un refugio para dormir, pues, como afirma Rosa Tello (2000) “Se puede considerar que la vivienda es la base material del derecho a la ciudadanía” (p. 18), de este modo esa conquista no es solo de un refugio, es de algo mucho más profundo, es del derecho a ser ciudadano, a ser parte de la ciudad, y más allá de esto, es la conquista de poder heredar eso a sus hijos.
Esta vivienda popular caraqueña es resultado de los distintos procesos de desplazamientos de personas desde el interior del país hacia Caracas durante el siglo XX, si bien, no consideramos que la autoconstrucción de viviendas sea una actividad propiamente reciente, las características particulares de las viviendas populares que caracterizan a los barrios de Caracas sí podemos considerarlas como resultado de los procesos antes mencionados. Según Iris Rosas (2015), concretamente, “a partir del año 1958 la migración precipitada de un alto contingente de población hacia Caracas buscó resolver su necesidad de vivienda construyendo más barrios (también llamados asentamientos urbanos informales) cuyo impacto se fue percibiendo notoriamente en la morfología urbana” (p. 496).
Este proceso siguió desarrollándose durante los años subsecuentes y para la década de los setenta “… la ciudad cambió apreciablemente: numerosos ranchitos aparecían en el territorio y muchos de los que ya existían se convirtieron en casas de bloques. A medida que estos se iban consolidando, se configuraban áreas cada vez más extensas y continuas” (Rosas, 2015, p. 496), perfilando un mapa urbano diferente, pues se insertaron de lleno en la trama urbana metropolitana, bordeando los superbloques y las quintas de los nuevos desarrollos urbanísticos tanto del Estado como de los entes privados (Rosas, 2015).
Como resultado de estos procesos de migración interna y de auto-urbanización tenemos la actual imagen de la ciudad, donde el barrio se muestra como un elemento mucho más presente de cómo puede verse en otras ciudades como Maracaibo, Puerto Ordaz o Barquisimeto; esto por la particular característica de Caracas: ser un valle rodeado de montañas, las cuales muchas de ellas albergan los múltiples barrios de la ciudad, por lo que solo basta con alzar la vista para apreciarlos.
Esta característica genera un sinfín de imaginarios sobre el barrio entre los distintos sectores de la ciudad. Lo que sí es innegable es que esa visibilidad del barrio le da una identidad visual a la ciudad y una característica morfológica particular. Pero detrás de ello hay unos procesos de construcción que no son nada sencillos para las personas del barrio, los cuales fueron posibles “… porque [sic] ellos mismos lograron establecer lógicas, mecanismos y estrategias para consolidar sus viviendas, dieron paso a un nuevo paradigma de la construcción, asentaron una manera distinta de construir y forjaron una cultura con resultados estéticos que caracterizan la vivienda…” (Rosas, 2015, p. 500).
Uno de los resultados de estos procesos es el uso de materiales como los bloques de arcilla y concreto, “identificados en el ideal de progreso de la gente del barrio. Por ejemplo, la casa de bloques pasa a ser no solo la vivienda duradera; también representa para ellos la casa moderna en el medio urbano” (Rosas, 2015, p. 500). No obstante, “sabemos que las condiciones técnicas, ambientales y espaciales de estas viviendas siguen siendo las de una edificación inacabada, en terrenos que requieren ser acondicionados” (Rosas, 2015, p. 500).
Como mencionábamos antes la casa de barrio toma la forma de la familia que la habita porque durante años la trabaja, la elabora, la piensa, la sueña; pero también porque la construye según su imaginario. Hay aquí un elemento material de las necesidades y esa casa tomará la forma precisa para cubrir esas necesidades, de esta manera la casa de barrio cumple con un requisito que el apartamento o incluso la casa urbanizada no poseen; la plasticidad, la capacidad de extenderse, a la par que se extiende la familia, o según qué necesidad surja, estas viviendas son compatibles con las necesidades de cambio que se desarrollan en las familias populares, la capacidad de construir una segunda planta o un anexo, expandir o separar las habitaciones, construir una bodega, un taller o un patio trasero para la recreación y esparcimiento de la familia, entre muchas otras posibilidades (Rosas, 2015).
De esta manera podemos decir que la casa de barrio complementa la forma de vida de la familia popular, ambas, familia y vivienda, transitan un proceso en conjunto.
Dignamente la casa va recorriendo y sosteniendo el proyecto de vida familiar. Muchas veces puede dar cobijo a parientes, paisanos, compadres, conocidos en condición de inquilinos y, más allá, ella simboliza la territorialidad de quienes llegaron a la ciudad para quedarse (Guitián, 1998). Por esta razón, cualquier situación que conlleve el desalojo o abandono forzoso de estas casas se convierte en una pérdida trágica e irreparable. Por eso decimos que cuando se derrumba una casa en el barrio, se está derrumbando con ella la vida de la gente (Rosas, 2015, p. 510).
Se derrumba el proyecto de vida que tantos años llevó construir, pero también se derrumba una parte de la memoria, de la historia local. Un caso que hasta el día de hoy se mantiene muy vivo en la memoria marabina es el del Saladillo, un antiguo barrio de la ciudad de Maracaibo que durante la primera presidencia de Rafael Caldera y bajo un proyecto de modernización de la ciudad fue demolido casi en su totalidad, el dolor de aquella perdida ha perdurado en la memoria gracias a la música popular zuliana, en gaitas como “Te acordáis saladillero” de los Cardenales del Éxito o “Añoranza” de Ricardo Aguirre. A más de 50 años de la considerada como “tragedia del marabino”, aún se mantiene vivo el barrio en la “memoria colectiva” (con las reservas que se le pueda tener a esta categoría), e incluso generaciones que no lo llegaron a conocer lamentan su destrucción.
Este es un ejemplo de lo poderoso que puede llegar a ser el barrio para el imaginario de una ciudad y de igual manera puede serlo para los imaginarios particulares de familias e individuos porque este -reflejado en su vivienda popular- transmite identidad. Como elemento identitario habría que definir qué elementos particulares diferencian a la vivienda popular de otros tipos de viviendas urbanas más allá de la metodología de construcción. La estética de la vivienda popular es muy particular, en ella podemos encontrar un eclecticismo muy propio, Sonia Muñoz para el caso colombiano resalta como origen de la estética propia de la casa de barrio a una negación a la procedencia campesina, resalta un predominio de los objetos manufacturados como el plástico, el metal o la porcelana y un rechazó hacia la madera y lo rústico. Mientras que hay un gusto y consumo de objetos decorativos y algunas veces mágicos, como flores plásticas o perros y elefantes de porcelana, lo que la autora ve como un regreso al origen pero desde el imaginario de la ciudad (Muñoz, 1994). Aquí consideramos que para el caso venezolano caraqueño la estética de la casa de barrio tiene un origen ecléctico. Hay que ver que escribimos en un contexto nacional y temporal distinto al de Muñoz, 27 años nos separan.
Por tanto, aunque se puedan rescatar similitudes del caso colombiano con el venezolano, hay que entender que cada país tiene procesos sociales diferentes. Como ya mencionamos en el caso nacional el crecimiento exponencial de los barrios caraqueños que se dio durante el siglo XX fue a causa de la migración interna del interior del país a la capital. Pero hay que tener en cuenta que esta migración fue heterogénea y que el origen de estos migrantes del interior era diverso, de igual forma debe tenerse en cuenta que en este proceso también participaron inmigrantes extranjeros, generándose una población muy variada en la ciudad (Rauseo, 2017).
En Caracas pueden observarse la presencia de algunos de los elementos estéticos que menciona Muñoz (1994), pero hay que considerar que estos elementos (predominio del plástico, metal y reservas para con lo rustico) no solo representan a los habitantes de los barrios, sino que también a la clase media. Por lo que representa a la mayor parte de la ciudad.
Es igualmente importante agregar que quienes habitan hoy el barrio en su mayoría nacieron en la ciudad y su imaginario es urbano, por lo que el rechazo a lo rústico no necesariamente debe leerse hoy en día como un rechazo a los orígenes sino como parte de un entendimiento estético urbano. De igual forma, teniendo en cuenta lo heterogéneo que son los orígenes de los habitantes de los sectores populares es posible decir que la estética popular estaría más relacionada al cruce de gustos, a una especie de mestizaje, de fusión estética.
Tampoco podemos descartar que en muchas ocasiones las limitaciones económicas son un elemento de peso en la elección del decorado, generando esto una estética que se ha extendido en el tiempo: la decoración, los muebles, los electrodomésticos son para lo que alcanza el presupuesto y, por lo general, duran hasta que ya no sean utilizables, siendo luego reemplazados muchas veces por objetos igualmente económicos o de segunda mano.
No podemos decir que los habitantes de las zonas populares estén determinados a la estética ecléctica. Puede observarse que personas que nacieron y crecieron en el barrio al mudarse de la casa de sus padres a una zona diferente en lo que sería su “casa propia” y alcanzar cierta independencia económica, la decoración de su vivienda dista mucho de su antigua vivienda, manifestándose más su gusto particular y rompiendo de cierta manera con la estética decorativa de la casa familiar. Ejemplos similares vemos en las casas de los que emigraron a los Estados Unidos o Europa, donde elementos propios se combinan en un perfecto sincretismo con elementos locales mostrando que no hay una determinación hacia una estética particular.
No excluye esto de permitirnos pensar en que efectivamente opera un marco de referencia estético, tanto para la decoración interna como para la construcción misma de la vivienda.
Hay una relación dialéctica entre el ser social-vivienda, en la medida en que el individuo construye su vivienda de acuerdo a sus marcos de referencias sociales y culturales; a su vez, esta permite la expresión continua, a través del tiempo y del espacio de estas manifestaciones socioculturales; es decir, ella se constituye en un espacio concreto, donde se representa el sentido de pertenencia a un determinado grupo social, comunidad local o Nación (Ontiveros, 2006, Pp. 2-3).
Este sentido de pertenencia es parte del código del lugar, de ese entramado social y cultural que se teje y que no necesariamente es compartido con el resto de la ciudad. La casa popular es parte importante de esta red social, iniciando desde el proceso de construcción donde no solo participa la familia, sino que también pueden verse incluidos vecinos, en una especie de red de solidaridad donde nos encontramos ante un principio de intercambio de la ayuda, en el que predomina un imaginario de reciprocidad, hoy mi casa, mañana la tuya (Ontiveros, 2012). Esto fortalece la red de comunidad que hay dentro de los barrios y muchas veces de manera más reducida entre los vecinos de la misma calle.
Por lo tanto, a través de la casa popular urbana podemos aproximarnos a una comprensión de sus habitantes, no viendo a esta como elemento único, pero sí como parte de todo el cuerpo social, una parte muy importante, “la casa popular apenas nos ha abierto sus puertas para mostrarnos en su interior la historia de todos los días. Ella es parte de la memoria, la casa es nuestra segunda piel, es cuerpo y existencia. Es pueblo, es ciudad” (Ontiveros, 2006, p. 20). No podemos entender a las personas sin entender ese lugar tan fundamental de su cotidianidad al que llamamos casa.
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Referencias:
-Amaya, Iván. (2015). Ciudades de arriba…, la estética del rancho. En Bolívar, Teolinda; -Marcelo Rodríguez Mancilla y Jaime Erazo Espinosa (Coord). Ciudades en construcción permanente. ¿Destino de casas para todos? Quito, Ecuador: Ediciones Abya-Yala.
-Muñoz, Sonia. (1994). Barrio e identidad. Comunicación cotidiana entre las mujeres de un barrio popular. México: Editorial Trillas. S.A.
-Ontiveros, Teresa. (2006). Vivienda popular y vida cotidiana. Hacia la comprensión de la dinámica del uso del espacio doméstico en los ´Territorios populares contemporáneos´. Encontrarte. Caracas. Fascículo N°41.
-Ontiveros, Teresa. (2012). Vivienda, cultura y práctica social. Una aproximación a la casa de barrio desde la etnoarquitectura. En: Revista Así somos. Cuando miramos al mundo desde el barrio. Año 5. N°12. Abril-mayo. Caracas. Ministerio del Poder Popular para la Cultura. Centro Nacional de la Historia, Museo Nacional de las Culturas.
-Ontiveros, Teresa. (2015). La casa de barrio. Su forma y expresión. Una aproximación desde la etnoarquitectura. En: Bolívar, Teolinda; Marcelo Rodríguez Mancilla y Jaime Erazo Espinosa (Coord). Ciudades en construcción permanente. ¿Destino de casas para todos? Quito, Ecuador: Ediciones Abya-Yala.
-Rauseo, Newton. (2017). Urbanización, migración y cultura urbana. Caracas en la modernidad. Memorias de la Trienal de Investigación FAU 2017, V Jornadas de Investigación de la Escuela de Arquitectura Carlos Raúl Villanueva XXXV Jornadas de Investigación del Instituto de Desarrollo Experimental de la Construcción 50 Aniversario y Jornadas de Investigación del Instituto de Urbanismo. Universidad Central de Venezuela.
-Rosas, Iris (2015). Experiencia constructiva y resultantes estéticas de la obra construida por la gente de los barrios urbanos. En: Bolívar, Teolinda; Marcelo Rodríguez Mancilla y Jaime Erazo Espinosa (Coord). Ciudades en construcción permanente. ¿Destino de casas para todos? Quito, Ecuador: Ediciones Abya-Yala.
-Tapia, Adalberto. (04 de diciembre de 2022). La dimensión imposible: en torno a la poética del espacio como adjetivo del ser. La Gran Aldea.https://lagranaldea.com/2022/12/04/la-dimension-imposible-en-torno-a-la-poetica-del-espacio-como-adjetivo-del-ser/
-Tello, Rosa. (2000), El espacio construido: los mecanismos de inclusión/exclusión. En: Danielle Provensal (Coord.). Espacio y Territorio: Miradas antropológicas. España: Universitat de Barcelona.