En la aldea
26 diciembre 2024

El dilema salarial del Gobierno

“Dolarizar salarios no luce como una opción a la que pueda recurrir. ¿De dónde saldrán los billetes verdes, si el BCV ni siquiera es capaz de abastecer las mesas de cambio en la banca nacional, una de las razones por las que el dólar paralelo volvió a dispararse?”.

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Alejandro Armas | 18 enero 2023

La desconexión entre la dirigencia opositora venezolana con las necesidades de la ciudadanía común, sobre todo en cuanto a carencias socioeconómicas, es una de las críticas más comunes dirigidas al liderazgo disidente. En ese sentido puede resultar particularmente ofensivo el hecho de que el año empezara con las secuelas de la disputa sobre el futuro del interinato, que más tiene que ver con el control de activos de la República en el extranjero, mientras las calles vuelven a colmarse de docentes que reclaman salarios dignos. Por otro lado, si quisiera hacer de abogado del Diablo, diría que esos políticos no deben sentirse muy alentados a involucrarse con las manifestaciones si un coro de voces variopintas de la sociedad civil los insta a mantenerse bien lejos, no vaya a ser que su desprestigio manche el grito de los maestros valientes.

En fin, no parece que estas protestas sociales vayan a convertirse en protestas por cambios políticos. Al menos cambios políticos profundos. Como sostuve en esta columna a propósito de las manifestaciones del magisterio del año pasado, eso me parece lamentable. Porque mientras no se modifique significativamente el orden económico impuesto por el chavismo, a duras penas se puede esperar que haya sueldos con poder adquisitivo decente. Aumentarlos por decreto de nada sirve si la inflación galopante, una vez más rozando la hiperinflación (o ya en ese modo, según algunas mediciones), los hará polvo cósmico más temprano que tarde. Incluso si se mantiene el statu quo de capitalismo iliberal y oligárquico que sucedió al cuasi estalinismo caribeño, lo que tendremos es una sociedad grotescamente desigual, con las masas viviendo en una precariedad insufrible.

A su vez la profundidad de los cambios necesarios para una recuperación inclusiva de la calidad de vida muy probablemente supondría asimismo cambios de orden político. Justamente lo que la elite gobernante evita a toda costa (y lo mismo pudiera decirse de ciertos individuos dedicados a fomentar la adaptación disfrazada de oposición).

Con la dirigencia opositora fuera de la foto, las protestas son una relación bilateral entre el Gobierno y los manifestantes. Cada vez que los docentes elevan la voz, patean la pelota al otro lado de la relación. La decisión la tiene que tomar la elite gobernante, y es una decisión dilemática, como adelanté en mi último artículo de 2022. Ya el modelo económico actual está haciendo aguas por el fracaso en el freno a la inflación. Este repunte obedece a la depreciación del bolívar, que nadie quiere, ante el dólar y a un nuevo incremento en el gasto público.

“La política económica sigue siendo dictada por lo que sea que la elite gobernante juzgue mejor para sus intereses. La incertidumbre seguirá siendo inmensa. Así un país no se vuelve próspero jamás”

Si el Gobierno decidiera atender la exigencia, aumentaría ese mismo gasto público lanzando a la calle bolívares indeseables, agravando así las razones del oleaje que azota la barca de la perestroika bananera. Dolarizar salarios no luce como una opción a la que pueda recurrir. ¿De dónde saldrán los billetes verdes, si el BCV ni siquiera es capaz de abastecer las mesas de cambio en la banca nacional, una de las razones por las que el dólar paralelo volvió a dispararse? Y si los demás empleados del Estado vieran que a los docentes empezaron a pagarles en dólares, no duden que exigirán lo mismo. Claro, más allá de las cuentas formales hay todo un mundillo de manejos opacos de dinero por la elite gobernante. Pero no veo a esta prescindiendo de ellos, que son su raison d’être, para así pagar buenos salarios.

El dilema del Gobierno no representa un peligro existencial, pero sí ha de estar molestando a los miembros de la cúpula chavista. Pudieran decidir ignorar olímpicamente a los manifestantes. Pudieran sentirse confiados en que su aparato represor ya ha atemorizado a la sociedad lo suficiente como para garantizar que estas protestas no llevarán a un estallido de furia política como el de 2017. Después de todo, el año pasado las manifestaciones cesaron con una mezcla de concesiones mínimas y amenazas a los maestros. Hay indicios de esa misma reacción: usuarios de redes sociales alineados con el chavismo desestimando el reclamo en la calle y hasta un video de “motorizados de Aragua” exigiendo a los docentes que dejen de protestar. Además, aquí pensando como lo haría un jerarca del PSUV, ¿cuál sería el punto de aumentar salarios si la inflación se los va a comer?, ¿eso no alentará que los educadores vuelvan a ver su poder de compra eventualmente aplastado y se manifiesten de nuevo?, ¿no sería prolongar un ciclo incómodo?

Pero por otro lado, no hay que olvidar que el chavismo también tiene en mente las elecciones presidenciales de 2024. Su inquietud no es que el descontento masivo, del cual las protestas de maestros son apenas la punta del iceberg, los lleve a “perder” las elecciones. Ese sería el caso si fuéramos una democracia real. Más bien, lo que esperan de esos comicios es que fortalezcan la simulación de democracia. Para ello, una participación masiva que revierta la abstención altísima de las últimas elecciones (regionales, locales, parlamentarias y hasta presidenciales) sería una gran ayuda. El teatro electoral cobra una nueva relevancia ahora que prácticamente toda la dirigencia opositora desistió de planes fuera del ecosistema de instituciones controladas por el chavismo y volvió a “la ruta del voto”, y que la comunidad internacional democrática está nuevamente dispuesta a entenderse con Nicolás Maduro. Faltaría, no obstante, una nutrida masa de votantes como actor en la obra, para que el montaje luzca lo mejor posible. Una masa que es menos probable que acuda a las urnas si ve que el Gobierno es totalmente insensible a sus problemas acuciantes.

Por lo anterior, no se puede descartar tampoco que los mandamases decidan que les conviene darles a los docentes lo que piden, esperando que la inflación no se los vuelva a quitar por un buen tiempo. Dado que falta más de un año para la elección, esa cuenta cronológica no da. Pero estamos hablando del chavismo. Si quisieran, adelantarían los comicios. O tal vez aprueben un aumento salarial generalizado, no solo para los educadores, sin importarles mucho si el truco les funciona o no. Total, repito, no se sienten existencialmente amenazados.

En fin, lo que nos debe preocupar como ciudadanos es que la política económica sigue siendo dictada por lo que sea que la elite gobernante juzgue mejor para sus intereses. La incertidumbre seguirá siendo inmensa. Así un país no se vuelve próspero jamás.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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