En la noche del domingo 25 de julio de 1999, conocida su derrota en las elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), Carlos Andrés Pérez (CAP) se encerró en su cuarto de la Quinta 88 de Altamira, la que será su última residencia en Venezuela. Había renunciado a su curul de Senador obtenida por los votos en noviembre del año anterior para postularse a la ANC, pero la “avalancha” chavista y la primera de sus jugarretas electorales se lo llevó por delante. Era un hombre derrotado y, por una vez en su extensa y tan dichosa como accidentada vida política, mudo. O casi.
Ángel Coromoto Rodríguez, su jefe de seguridad, tipo afable, de planta imponente, siempre enflusado y encorbatado, que acompaña al exmandatario en la casa junto con los hombres de la escolta a su servicio y el cocinero Jesús Coronel, cuenta que subió hasta la habitación de CAP y tocó a la puerta sin obtener respuesta: ‘Presidente lo llama fulanito’, le dice; ‘Presidente, perencejo quiere hablar con usted’, vuelve a decir. Tras unos segundos escucha la voz -“alzada, fuerte”- que dice: “No estoy para nadie, carajo”.
Esa escena resume con toda la fuerza y el simbolismo de esas cinco palabras -ni falta nada, ni sobra nada- la película CAP Inédito – Conversaciones desde la soledad (1998-1999), dirigida por Carlos Oteyza para Siboney Films, que fue estrenada un par de semanas atrás en la Feria del Libro del Oeste de Caracas (FLOC) de la Universidad Católica Andrés Bello y que ya está en las salas de cine, menguadas de público, por cierto, por la avalancha, esta sí, de la devaluación del bolívar que ha hecho polvo la ficticia recuperación del país.
No hubo tal avalancha de votos -es obligada la digresión- aquel domingo infeliz de julio de 1999: 54% de los inscritos para votar no lo hicieron, en una abstención histórica para entonces en procesos comiciales de carácter nacional. El respaldo real de los candidatos chavistas a la ANC fue del 27% de los electores y del 65% de quienes sufragaron. Pero aun así arrasaron con los cargos en disputa: 123 de 131 (94%), consecuencia de una astucia electoral que premió al ganador con una cosecha desproporcionada y castigó en exceso la dispersión del voto opositor.
Primera señal y desde muy pronto de la intención hegemónica de origen del chavismo, del espíritu artero del 4F de 1992. A CAP se le oye en el film de Oteyza abogar a favor de una Constituyente donde ninguna fuerza política tuviera la mayoría para que la Carta Magna que surgiera de ella, y que encaminaría el nuevo ciclo político que él identificó muy rápido con todos sus peligros e incluso posibilidades, reuniera el consenso que tuvo la Constitución de 1961.
Ese portazo, esas cinco palabras de “no estoy para nadie, carajo” son quizá el último testimonio político de Carlos Andrés Pérez. Una declaración final de que todo acabó para él y también para la democracia venezolana conocida. Un portazo al partido al que dedicó su vida y lo echó, a los amigos que se desentendieron de él en las horas flacas. También a quienes lo pitaron en vivo -muchos desde los balcones de sus viviendas- en una urbanización del este de Caracas, de la que era vecino, cuando fue a votar.
“Solo dijo: ‘cómo cambia la gente’”, vuelve a hablar en pantalla Ángel Coromoto Rodríguez, el cabello y la barba encanecidos, como si aún lo estuviera escuchando.
No hay nada amargo en el semblante de Pérez ni en su voz. La cámara de Oteyza, que lo registra todo, captura tristezas y decepciones, pero perdura el Pérez vital de siempre. El hombre que se levanta a las seis de la mañana, hace ejercicios, desayuna y luego, y hasta altas horas de la noche, perfectamente vestido de traje y corbata atiende audiencias, recibe visitas y responde entrevistas. Y a pesar de los golpes recibidos – duelen más los de los afectos que se creyeron sinceros- confiesa que su sentido de la amistad y carácter no han cambiado. “Lo que he reflexionado es acerca de la condición humana”, dice.
Ese “no estoy para nadie, carajo”, esas cinco palabras, interpela desde el pasado: con sus advertencias sobre los peligros que acechaban la democracia con la llegada de Hugo Chávez al poder; de lo que se deriva una segunda advertencia y llamada de atención: “Estamos obligados a respetar el resultado electoral”, que no entendieron ni chavistas ni antichavistas. También ahí acertó: la precaria, disímil y novata oposición que quedó del estrago de los ‘90 se pasó una década negando a Chávez presidente.
“Una película en la distancia”
Carlos Oteyza es un prolífico director de cine venezolano, con una filmografía que abarca 25 películas y documentales realizados desde 1971. Tiene un título de Magister en Historia por la Universidad de París. Ha guiado su cámara para atrapar hechos políticos y sociales que modelaron el país que fuimos o seguimos siendo a pesar de todo. Desde “El Reventón” petrolero a inicios del silgo XX; pasando por la transición de Eleazar López Contreras; el gobierno de Isaías Medina Angarita; los tiempos de dictadura de Marcos Pérez Jiménez -que se creían los últimos-; hasta los avatares de la democracia y sus líderes, sin olvidar la influencia del beisbol en la cultura nacional; y también producciones de ficción.
En CAP Inédito ejerce además de presentador y periodista. Es su voz la que introduce el film y la que luego hurga en la intimidad de Pérez y sus convicciones políticas. Hasta completar 15 horas de grabación con CAP que guardaba con celo porque sabía que eran importantes. “Tenía la inspiración de que ese material tendría relevancia en el futuro pero no la importancia que le dio el tiempo. Es como la cosecha de un vino que se deja reposar pero uno no sabe cuándo va a estar bueno. Si la hubiéramos sacado en 2001 no la iba a ver nadie. Es una película en la distancia. Esas cosas de la vida que uno no planifica”, dice desde Caracas.
La filmación se había iniciado en octubre de 1998 cuando Pérez se está mudando de un apartamento en las Residencias San Felipe A en la Avenida San Felipe de La Castellana -donde hay quejas de los vecinos, a tono con los tiempos extraños que corren- para la Quinta 88 de Altamira que tres amigos compraron y se la cedieron en comodato. El año anterior había dejado La Ahumada, donde cumplió dos años y cuatro meses de prisión domiciliaria, en lo que significó a la vez su separación definitiva de Blanca Rodríguez de Pérez, Doña Blanquita, un momento que la película capta en la voz e imagen serenas pero dolidas de su hija Martha Pérez.
Oteyza apenas conocía a Pérez antes del inicio de las grabaciones. Había estrechado su mano en una ocasión en el año 1991 porque el entonces presidente de Venezuela en su segundo mandato asistió a la presentación en el Cine Altamira de un documental realizado por Bolívar Films sobre Rómulo Betancourt. “Lo saludé como a cualquier persona, y luego lo conocí y traté en la quinta de Altamira donde grabamos”, recuerda el cineasta.
A través de alguien cercano al círculo íntimo de Pérez, Oteyza le hizo llegar su interés en seguirlo y entrevistarlo. Le motivaba enfocar el lado de un perdedor y, a la vez, intuía que Pérez iba a tener un regreso a la política. “Y lo hizo, continuó hasta que no lo dejaron más. Para nosotros fue una suerte estar al lado de él en esos meses finales del ‘98 y buena parte del ‘99”.
Otezya instaló sus cámaras -con Claudia Lepage al frente de la producción- para grabar al expresidente en la residencia que ocupaba mientras lee los periódicos, asombrado por las ventajas de internet que le permite recibir 60 correos diarios y revisar las versiones digitales de El País de España y El Tiempo de Bogotá. Cuando explica lo que desayuna -avena con agua y Corn Flakes, y quizá un jugo de pera- y que rara vez como carnes rojas y siempre tiene que haber manzanilla en casa. Al igual que su bebida favorita: Dimple 15 Años. “No le gustan los whiskies chimbos”, destapa Coronel, su chef, que lo acompañó por 30 años.
Lo filman también en su campaña para senador por Táchira, curul que obtendrá en noviembre de 1998, y que es un reencuentro con su gente andina; celebrando su cumpleaños 76 con mariachis pero sin los amigos de siempre, su juramentación en el Congreso el 23 de enero de 1999 mientras desde la “esquina caliente” de La Ceiba grupos chavistas organizados y movilizados acosan a los nuevos parlamentarios. Su cruce de manos con Chávez que intentó evitar. “No nos dijimos ni una palabra”, confiesa.
CAP Inédito aporta, además, un documento visual que vale su peso en oro: la intervención de Pérez en el Congreso en febrero de aquel año en defensa de los 40 años de democracia y de la Constitución de 1961. “Nosotros que lo seguíamos, lo grabamos, pero nadie le paró a eso, pasó por debajo de la mesa”, afirma Oteyza.
La película, a pesar de las 15 horas de filmación, de la decena de sesiones en la intimidad de CAP, quedó inconclusa porque la entrevista se cortó intempestivamente. El expresidente fue advertido de que se reactivaría el caso de las cuentas mancomunadas con Cecilia Matos, un expediente que se había desechado pero que se usaría para encarcelarlo de nuevo, y se fue del país para nunca volver.
Visita a la intimidad
“Cada persona que vea la película sacará sus conclusiones. Algunos que la han visto dicen que salieron golpeados, que ‘no pudieron aguantar esa vaina’, pero no es una película que tenga un mensaje que yo escribí a diferencia de Rómulo Resiste (de 2021) que partía de una idea muy clara: cómo Betancourt resistió las tropas de izquierda durante cinco años y logró mantener vigente la democracia, que yo mezclé con mis recuerdos infantiles de aquella época”, explica Oteyza.
En CAP Inédito hay una mirada íntima a Carlos Andrés Pérez en el ocaso de su vida política, acaso la única de alguien que haya ocupado la Presidencia de la República. “Tiene un valor más allá de lo que yo quiera decir, es lo que me muestran las imágenes. No estoy proponiendo yo a ese personaje de la política venezolana que se muestra como un demócrata sin rencor luego de todo por lo que ha pasado”.
Carlos Oteyza cree que su película va a contribuir a una visión más imparcial de lo que CAP representó en la vida del país. “Pienso que derrumba esa mirada seca y esquemática en torno a él y uno entra en la posibilidad de entenderlo con sus matices”.
Pero, ¿en verdad así lo entenderán quienes vean la cinta? El director de la película siente que tanto los que adoran a Pérez como los que lo rechazan difícilmente cambiarán su mirada, pero para aquellos que no tienen idea de quien fue CAP, el film les va a permitir entenderlo mejor sin los excesos y distorsiones que rodean su figura.
“Hicimos un trabajo profesional. No era amigo de CAP ni fuimos allí a intimar. Cuando desayuno con él lo hago para mostrar esa faceta de él. Mi obligación no es pensar con las tripas, sino después del análisis de esas imágenes, de lo que captamos. Y uno se da cuenta de su asombrosa labor como defensor de la democracia”, dice.
Quizá, ahonda, CAP debió ser manager y no pitcher porque tenía el país en contra pero, aún en su peor momento perseveró en una actitud de defensa de la democracia, de sus instituciones, de las reglas del juego democrático y de la aceptación de sus errores. Entre ellos el asesinato de Jorge Rodríguez -el padre del actual dirigente chavista- que reconoció con esas palabras frente al Congreso Nacional en esa intervención olvidada de febrero de 1999. “Me indignó profundamente, pero los culpables fueron juzgados y encarcelados”, admitió y preciso el exmandatario.
En aquellos años ‘90 en que el presidente Pérez soportó y venció dos golpes de Estado, y luego, finalmente, fue destituido de la Presidencia, el país vivió la peor crisis de la era democrática iniciada en 1958. “Fuimos los primeros que experimentamos esa crisis que ahora es mundial, un virus que se regó por el mundo. La película marca una línea y rescata el valor de la democracia frente al populismo”.
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Haga como yo. Apague las luces y vea también en soledad este “viaje a la soledad” y la derrota de Carlos Andrés Pérez. Si tiene, sírvase un Dimple: como un brindis a la entereza.