En la aldea
26 diciembre 2024

No podemos olvidar

“La memoria es un bien republicano que hoy, más que nunca, debe ser cuidado y cultivado. No se trata de revanchismos sino la petición de nunca olvidar lo vivido, de nunca apartar de nuestra memoria colectiva lo que ha sido y lo que es el chavismo-madurismo y los suyos”.

Lee y comparte
Walter Molina Galdi | 29 noviembre 2022

La memoria, según la RAE, es la facultad psíquica por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado. La exposición de hechos, datos o motivos referentes a determinado asunto. Eso se refiere a la memoria individual, sin embargo, en los años ‘40 un psicólogo y sociólogo francés llamado Maurice Halbwachs escribió una serie de ensayos donde desarrolló lo que hasta hoy se conoce como la “memoria colectiva”, que en resumen ‘es el proceso social mediante el cual un determinado grupo, comunidad o sociedad reconstruye el pasado vivido y experimentado’.

En gran parte, de eso están hechas las naciones, de las memorias colectivas. Es lo que somos, y lo que somos incluye lo positivo y lo negativo. En Venezuela, durante las últimas dos décadas quienes han estado en el poder han intentado modificar esa memoria colectiva. Son expertos en ello. Siempre apelaron al pasado para poder cometer los desmanes del presente pero casualmente, hoy, cuando más memoria debe tener el venezolano, la campaña, la propaganda oficial ha cambiado: apelan al olvido.

“No ha sido ‘un mal gobierno’, ha sido una tiranía que condenó a millones de venezolanos al hambre, a la miseria y a crímenes de lesa humanidad que ahora mismo, en La Haya, están siendo investigados”

Al momento de escribir este texto, van casi 24 años desde que el chavismo-madurismo (porque ahora se pelean entre ellos) llegó al poder. Hablamos, pues, de una generación entera, y más. Y lo que ha sucedido, desde luego, no ha sido poco. Y aunque podría confundirse con una pesadilla, lamentablemente ha sido muy real; y eso no puede ser olvidado por más propaganda que “la nueva clase” (Milovan Đilas dixit) lleve a cabo, y que reúne a los corruptos del chavismo y a lo peor de la élite de los tiempos democráticos.

No podemos olvidar que Venezuela era una democracia antes del chavismo. Sumamente imperfecta, sí, pero democracia, y que Hugo Chávez bajo un autoritarismo populista (de acuerdo con el concepto de la profesora Pippa Norris) acabó con todo eso, abriendo la puerta a lo que hoy vivimos.

No podemos olvidar “el millardito” que el presidente Chávez le pidió al Banco Central de Venezuela (en realidad fue una exigencia) que, como la Justicia y el resto de los Poderes Públicos, terminaría perdiendo su autonomía.

No podemos olvidar lo que le hicieron a la jueza María Lourdes Afiuni. Tampoco lo que le hicieron a Franklin Brito quien murió porque así lo decidió Hugo Chávez. Brito hizo seis huelgas de hambre porque le robaron sus tierras. Él entendió lo que, para su momento, pocos entendieron. Fueron más de cinco millones de hectáreas productivas expropiadas, la gran mayoría están ociosas mientras la pobreza, que cuando llegó el chavismo rondaba el 40%, llegó a tocar el 90%. ¡Revolución!

No podemos olvidar a los jóvenes asesinados en las protestas de 2014, 2016, 2017, y 2019. Y no solo a ellos, las víctimas fatales, sino a los que seguimos aquí, vivos, pero con cada recuerdo bien fresco en la memoria. Y los familiares. Y los amigos. Y los defensores de derechos humanos que, a estas alturas, saben de memoria cada nombre de esos inocentes que perdieron la vida a manos de unos esbirros que hoy siguen libres, porque no ha habido justicia.

No podemos olvidar lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo en El Helicoide y en cada calabozo venezolano. Algunos de ellos clandestinos. ¿Cómo podría alguien olvidar una tortura?, ¿cómo podría alguien olvidar una amenaza de muerte? Ahora mismo son casi 300 los presos políticos, a ellos no podemos olvidarlos.

No podemos olvidar que desde el año 2017 esta tiranía indolente decidió suspender el Programa de Procura de Órganos del Hospital J.M. de los Ríos, causando la muerte de más de 70 niños y jóvenes. Fue una decisión política. ¿Cómo podríamos olvidar eso?, ¿cómo podríamos, simplemente, mirar a otro lado?

No podemos olvidar que quienes hoy están en el poder, diseñaron una Emergencia Humanitaria Compleja que obligó a millones de venezolanos a buscar, literalmente, sobrevivir comiendo mangos y yuca. ¿Se acuerdan cuando entre los años 2015 y 2017 había gente que moría por comer yuca amarga, pues era de los pocos alimentos que los venezolanos podían conseguir? No había sanciones para ese entonces, por cierto, vinieron justo después. Porque estas no son las causantes de ningún mal en Venezuela.

No podemos olvidar, por supuesto, la forma en la que esta tiranía rompió a un país, generando la segunda mayor crisis migratoria en el mundo, solo por detrás de la ucraniana que hoy vive una invasión. De acuerdo con datos de la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela (R4V), hoy son 7.134.032 de migrantes y refugiados venezolanos en el mundo. Un país fuera de un país. Y a pesar de lo que dice la propaganda oficialista, no solo los venezolanos no están regresando (esto también lo confirma la Encovi 2022), sino que siguen saliendo cientos y cientos cada día. Muchos de ellos atravesando ese infierno llamado la selva del Darién.

Y todo esto pasó mientras al país ingresó más de un billón de dólares. Ni en los 40 años de democracia, es decir, casi en el doble de tiempo ingresaron sumas cercanas a ese monto. Se lo robaron todo, y el resto lo usaron para sus propagandas internacionales y para crear el mayor sistema de control social que haya visto la región.

No se puede olvidar nada de eso porque lo estamos viviendo ahora mismo. No pasó. No “fue”. No es “lo que ocurrió”. Es el ahora. Y no va a dejar de ser así hasta que haya democracia, y exigirlo es el deber de todos los venezolanos que anhelamos la libertad. Lograrlo, además, debe incluir un proceso de reparación dentro de la justicia transicional que debe existir.

Hubo ocasiones en la historia donde se intentó apelar al olvido para evitar condenas. Cuando Raúl Alfonsín decidió juzgar a los militares en Argentina, parte del peronismo abogaba por no hacerlo, por “amnistiar”. Por fortuna y mucha valentía, no ocurrió así. Pero en aquel momento la democracia ya había vuelto; ahora en Venezuela quieren que se olvide no solo lo que ha ocurrido sino lo que sigue sucediendo. Quieren que el grito del torturado no se oiga; que el hambre de los ancianos no importe; que la salud de los niños sin medicina no duela. A eso es lo que algunos, como Maite Delgado, y otros en redes sociales llaman “seguir adelante sin politizar”.

Tal vez esta tribuna sea una gota en el océano, pero la memoria es un bien republicano que hoy, más que nunca, debe ser cuidado y cultivado. No se trata de revanchismos sino la petición de nunca olvidar lo vivido, de nunca apartar de nuestra memoria colectiva lo que ha sido y lo que es el chavismo-madurismo y los suyos. Porque no, no ha sido “un mal gobierno”, ha sido una tiranía que condenó a millones de venezolanos al hambre, a la miseria y a crímenes de lesa humanidad que ahora mismo, en La Haya, están siendo  investigados.

No podemos olvidar, ni ahora ni nunca.

*Politólogo de la Universidad Central de Venezuela.
@WalterVMG

Lee y comparte
La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
Más de Opinión