En la aldea
26 diciembre 2024

“Sin la estimación de su hazaña de pensamiento no se entiende la trascendencia del movimiento secesionista”.

Los intelectuales en la creación de la república liberal

“Fermín Toro, Cecilio Acosta, Juan Vicente González, Rafael María Baralt y Agustín Codazzi son los promotores de una idea de establecimiento liberal y de cohabitación compartida que llega a logros de importancia, capaces de sacar a la sociedad del agujero dejado por la Independencia y de plantar ideas llamadas a la sobrevivencia hasta nuestros días”.

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Elías Pino Iturrieta | 20 noviembre 2022

A primera vista, la nación que nace en 1830 de la destrucción de Colombia es un hecho de armas, es decir, el triunfo del militarismo regional frente un régimen establecido en Bogotá contra el cual se levantan los intereses de los cuarteles venezolanos que deploraban la dependencia de los reinosos. Aunque ciertamente causaba cada vez mayor molestia una administración que más veía por los ciudadanos cercanos y apenas un poco por las comarcas alejadas de la capital, la secesión encontró fundamento en una actividad intelectual desconocida hasta entonces. La república moderna como producto de la reflexión inédita de una generación de pensadores ha sido poco considerada, pese a que inicia un camino auspicioso de progreso material y de adelanto institucional.

En la trascendencia de la actividad intelectual que se lleva a cabo en Venezuela después del triunfo de Carabobo se encuentra la clave del asunto. Sin negar la influencia de figuras como José Antonio Páez y Santiago Mariño, temibles por las tropas que comandan y por su experiencia en el campo de batalla, capaces de triunfar contra las huestes colombianas que podía manejar un presidente achacoso, rodeado de enemigos y suspicacias; ni la necesidad de evitar una guerra civil de costosos resultados, solo la rectificación propuesta por un conjunto de autores pudo alcanzar las cumbres que conquista entonces la sociedad: respeto escrupuloso a la división de los poderes públicos, un parlamentarismo sólido, libertad de prensa, fomento de la economía, introducción de nuevas profesiones, ausencia de corrupción administrativa, alternabilidad en el ejercicio de cargos electivos, promoción del laicismo… Este escrito pretende aproximarse a la esencia del asunto, desconocida o poco apreciada por la posteridad.

“Agrego que la mejor obra de los héroes militares José Antonio Páez y Carlos Soublette se debió a que siguieron lo esencial de sus consejos. De otra manera no hubiese existido un inicio republicano digno de memoria, y también de adecuada continuidad”

La novedad consiste en la introducción de un pensamiento relacionado de veras con la situación que la sociedad experimenta. La fatiga provocada por las recientes guerras; la bancarrota general de la economía; un menoscabo de la propiedad privada jamás experimentado; la gran escasez de mano de obra; la molestia por decisiones inconsultas de la administración central; la impaciencia por una modernización que solo existía en los papeles; encuentran cabida en el periodismo combativo que se estrena, en textos retadores que comienzan a circular y en organizaciones de emprendedores quebrados que quieren levantar cabeza. Se piensa en Venezuela, por primera vez, desde la penuria que se vive y en procura de una superación material que solo depende de la voluntad de una colectividad subestimada o perjudicada. Se piensa en paz después de la derrota de las fuerzas imperiales y sin la atadura de las teorías de la Ilustración del siglo XVIII, mas también con una presión menor del tradicionalismo de procedencia colonial. Como jamás se había presentado un predicamento semejante, podemos hablar del primer gran movimiento constructivo del pensamiento nacional que se encamina hacia metas plausibles debido a su vínculo con las urgencias de una coyuntura desafiante, pero también promisoria.

Los Concejos Municipales, especialmente el de Caracas, se vuelven foros de reflexión alejados de lo administrativo para plantear una rectificación del rumbo departamental. Los propietarios hacen una Sociedad de análisis para salir del atolladero, de la cual proceden estadísticas elocuentes sobre poblamiento e insalubridad, planes carreteros y educativos que jamás se habían planteado, y encomios constantes de las artesanías. Comienza una publicidad desafiante sobre temas capaces de provocar urticaria, debido a que afirman que los venezolanos deben comenzar a trabajar con seriedad, por primera vez desde la existencia de su colectividad, y que la riqueza es una virtud en lugar de un pecado castigado por Dios. También propuestas sobre el papel de la Iglesia en la sociedad, con el objeto de evitar su interferencia en el libre desarrollo de las actividades económicas, y la introducción de textos del siglo XIX que miraban la ubicación de los ciudadanos de manera diversa, si se comparan con las fuentes trajinadas hasta la fecha. Si se agregan asuntos como la promoción del teatro y la formación de tertulias como parte del repertorio de una sociabilidad desconocida, o apenas balbuceante, se descubre una urdimbre de incitaciones en las cuales se avala la desaparición de Colombia partiendo del pregón de un mundo halagüeño que no captan los que ven los eventos como si fueran una militarada lamentable, o como la negación de un ideal integracionista instigada por aspiraciones subalternas.

La nómina de los hombres de pensamiento que hacen el trabajo después de Carabobo y hasta la creación de la república moderna es extensa, pero ahora conviene mencionar figuras esenciales como Francisco Javier Yanes, José María Vargas, José Rafael Revenga, Diego Bautista Urbaneja, Santos Michelena, Tomás Lander, Antonio Leocadio Guzmán, Domingo Briceño, Juan Bautista Calcaño, José Luis Ramos, Alejo Fortique, Valentín Espinal, Juan Alderson y José María de Rojas. Antecesores de los autores de mayor trascendencia que los sucederán –Fermín Toro, Cecilio Acosta, Juan Vicente González, Rafael María Baralt y Agustín Codazzi– son los promotores de una idea de establecimiento liberal y de cohabitación compartida que llega a logros de importancia, capaces de sacar a la sociedad del agujero dejado por la Independencia y de plantar ideas llamadas a la sobrevivencia hasta nuestros días.

Sin la estimación de su hazaña de pensamiento no se entiende la trascendencia del movimiento secesionista. Es una lástima que la mayoría de ellos sea desconocida en la actualidad por la generalidad de los venezolanos, pendiente de caudillos y de otros hombres de presa. Para buscar el sendero más cercano y fácil que provoque atención sobre lo que hicieron, agrego que la mejor obra de los héroes militares José Antonio Páez y Carlos Soublette se debió a que siguieron lo esencial de sus consejos. De otra manera no hubiese existido un inicio republicano digno de memoria, y también de adecuada continuidad.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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