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21 diciembre 2024

“En realidad, nunca estuviste aquí” la novela de Jonathan Ames que es como una película

Vista la trayectoria de Jonathan Ames, no puede sorprender lo que uno se encuentra en las páginas de “En realidad, nunca estuviste aquí”: una película. El autor intercala acción con información suficiente para que se generen algunas emociones y datos de contexto para entender la mecánica de la prostitución forzada.

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Oscar Medina | 18 noviembre 2022

Lo primero que escribió sobre detectives fue un relato titulado “Bored to Death”. Lo hizo para la revista Esquire y se suponía que no debía pasar de las 5 mil palabras. Pero se emocionó tanto con lo que tenía en las manos que le envió al editor un texto de 11 mil. Se lo rechazaron, claro: eso no se hace. Jonathan Ames insistió con otro que tampoco pasó la prueba. En ese momento experimentaba emociones encontradas: perdió el pago de la revista, pero estaba feliz porque había encontrado un camino en la ficción. Eso es lo que ha contado él.

También, que un día le envió “Bored to Death” a una productora de televisión y tres meses más tarde estaba firmando con HBO: así logró, en 2009, su primera serie y se lanzó a un negocio del que apenas conocía una parte. Hasta entonces, Ames se había hecho un nombre por sus ensayos publicados regularmente -en la década de los años 90- en el New York Press: indiscretos, humorísticos, con contenido sexual, autobiográficos, quizás exagerados… en todo caso, siguiendo la línea de su admirado Charles Bukowski.

Por esa época tuvo algunas incursiones en la actuación y también hizo comedia en su natal Nueva York y hasta colaboró con The Late Show, de David Letterman. Dicen que fue boxeador y, al parecer, su propia vida da para unos cuantos capítulos de alguna serie de televisión…

“El texto opera como un disparador de imágenes, efectivo y preciso”

En realidad, nunca estuviste aquí es su cuarta novela. Fue publicada en 2013 por Byliner y la versión en español es de Principal de los Libros. Vista la trayectoria de Jonathan Ames, no puede sorprender lo que uno se encuentra en las páginas de “En realidad, nunca estuviste aquí”: una película. Luego de la escena inicial en la que el protagonista termina de hacer un “trabajo” con éxito y hasta beneficios inesperados, esto es lo que empezamos a saber de él:

“Joe estaba tendido en la cama, en casa de su madre. Pensó en suicidarse. Ese pensamiento era como un metrónomo. Siempre presente, siempre sonando. A lo largo de cualquier día, cada tantos minutos, pensaba: debo matarme”.

Joe, con todo, no es precisamente un suicida. Ex agente del FBI y ex marine, Joe es un sobreviviente del horror y de sus propios impulsos. Trabaja solo, lo contratan para ciertas tareas y se especializa en rescatar a jovencitas raptadas por las mafias de trata de personas: va, hace lo suyo, liquida a quien tenga que liquidar, su arma preferida es un martillo, libera a la víctima y pasa luego a cobrar lo acordado. Nadie sabe sobre él, ni sobre su vida, ni siquiera dónde vive. No establece relaciones personales, hace tiempo que renunció al contacto social por una razón poderosa: evitar que le hagan daño a otros para llegar a él. Es una especie de justiciero anónimo. Nada santo, pero justiciero al fin.

En esta novela breve, a Joe -de quien podrían escribirse muchas otras historias- le encargan rescatar a la hija de un político que ha caído en manos de tratantes que la prostituyen a la fuerza: tiene 13 años y hay muchos dispuestos a pagar el alto precio de satisfacer su deseo aberrante. Su padre, aspirante a una gobernación, recibe un mensaje anónimo con la dirección del lugar donde está su hija en Nueva York. Y Joe será el encargado de rescatarla.

“Debido a su tamaño era hablador y arrogante, lo que lo convertía en un buen candidato, un buen político, pero como en la mayoría de hijos de hombres poderosos, si se le miraba de cerca, había una debilidad y una crueldad banal en su rostro. Le perseguía una clase de oscuridad distinta a la de Joe”.

El texto opera como un disparador de imágenes, efectivo y preciso. El autor intercala acción con información suficiente para que se generen algunas emociones y datos de contexto para entender la mecánica de la prostitución forzada. Como es de esperarse, surgen complicaciones, un pequeño detalle provoca un desastre, algunas cosas no son como parecen y Joe termina involucrado en un lío más peligroso de lo que calculó.  

Joe, por supuesto, va a la pelea. Y uno lo acompaña sin despegarse del libro porque para ese momento ya estás ahí con él y quieres saber cómo termina esto en un final que te hace recordar a lo que haría John Wick, aunque Joe ha perdido algo más que un perro.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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