En la aldea
21 diciembre 2024

El candidato Cadenas

“Sus cualidades de autor de una obra digna de especial reconocimiento lo han llevado hasta la cumbre del Premio Cervantes, cuyo jurado describió los sólidos merecimientos del creador nacido en Barquisimeto. (…) al viandante dispuesto a luchar sin estridencias contra la barbarie”, Rafael Cadenas.

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Elías Pino Iturrieta | 13 noviembre 2022

En Salamanca, cuando Rafael Cadenas recibió el Premio Reina Sofía de las Letras, tuve ocasión de presenciar un testimonio de afecto que traspasa los límites de la literatura para adentrarse en los territorios de la reverencia cívica, o del cariño de los venezolanos sencillos, para no ponerme solemne al escribir lo que pretende ser un testimonio de respeto por un compañero de camino que lo merece de sobra.

Estábamos en un bar de estudiantes celebrando el Premio, cuando apareció un joven caraqueño cursante de ingeniería que quería saludar al poeta. No había leído sus trabajos, confesó, pero lo había visto caminando por los pasillos de la Escuela de Letras de la UCV rodeado de alumnos a quienes escuchaba como un miembro más del grupo, y eso se le grabó en la memoria. Después apareció una muchacha que hacía un doctorado en artes, y que trabajaba de mesera en un cafetín cercano, que solo quería tomarse una foto con el homenajeado para mandársela a su mamá que vivía en Quíbor. En breve llegaron dos jóvenes maracuchos de un curso de agrimensura que habían sabido del galardón y querían conocer a un autor que jamás habían leído, pero que les atraía  porque no se pavoneaba en la televisión. Antes, en la tarde y en los territorios de la Plaza Mayor, topé con una media docena de coterráneos, literatosos o simplemente curiosos, que habían venido desde Madrid a presenciar la entrega del Premio sin que nadie los hubiera requerido. Uno había viajado desde Sevilla para matar dos pájaros de un tiro: hacerse un selfie con el galardonado y con la reina emérita de España.

“Hoy celebro a un gran poeta, desde luego, pero especialmente a un individuo recatado que mira a su entorno con una dignidad de excepción, al hombre que desea pasar inadvertido sin dejar de pelear en la primera línea del frente”

Soy testigo de los hechos por casualidad, porque estaba en la ciudad por otros asuntos y pude apreciar los pormenores descritos. Justo cuando compartíamos la celebración en ese bar de estudiantes, un hermano del poeta con quien me unían lazos de afecto y de trabajo en mi Facultad de Humanidades, el psicólogo José María Cadenas, Chemaría, Decano y Vicerrector  de la UCV lamentablemente desaparecido, quiso que habláramos de política. Cuando se quejó de la ausencia de un líder capaz de juntar opiniones, de la falta de una figura preparada para representar y cobijar a una oposición heterogénea y descoyuntada, le dije, más en broma que en serio, que le bastaba con apreciar los sentimientos constructivos y la devoción que provocaba la presencia de Rafael para encontrar una respuesta abrumadora. Esto lo oyó el escritor Antonio López Ortega y se ofreció, después de un largo trago de vino de la tierra, para coordinar un comando de campaña por una candidatura presidencial que no tendría rival.

Como no me creo capaz de hablar de poesía ni de poetas, creación y creadores que considero inigualables y alejados de mis habilidades, me valgo de la anécdota únicamente para llamar la atención sobre las cualidades republicanas deRafael Cadenas, reconocidas por cualquiera que tenga cuatro dedos de frente y observe las cosas desde la atalaya de la normalidad, o de lo contrario a la normalidad como sucede ahora en Venezuela. Sus cualidades de autor de una obra digna de especial reconocimiento lo han llevado hasta la cumbre del Premio Cervantes, cuyo jurado describió los sólidos merecimientos del creador nacido en Barquisimeto, pero su itinerario de profe taciturno en el Alma Mater y la modestia insólita de su paso por la vida son, me parece, el prefacio, o la explicación, del compromiso estético que ha encarnado hasta traspasar los límites del continente hispanoamericano.

Hoy celebro a un gran poeta, desde luego, pero especialmente a un individuo recatado que mira a su entorno con una dignidad de excepción, al hombre que desea pasar inadvertido sin dejar de pelear en la primera línea del frente, al viandante dispuesto a luchar sin estridencias contra la barbarie. Como nos convoca con su ejemplo de silencios y cuidados elocuentes, quizá no fuera disparatado que una vez lo señalara como candidato para remendar un entuerto de interés público.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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